Entrevistas
Un paseo por la ‘Selva’ de Marina Gibert

La obra distinguida con el XIV Premio Internacional Compostela para Álbumes Ilustrados es un libro visual que, sin palabras y únicamente a través de sus imágenes, narra el divertido paseo -lleno de inesperados hallazgos- de un niño por un paraje de exuberante vegetación que ocupa la totalidad de la doble página. ‘Selva‘ es una metáfora de la vida, ya que en la trayectoria del protagonista recorriendo caminos, atravesando la espesura, bajando y subiendo por extraños lugares, nada resulta ser lo que parece: ni el sendero, ni los misteriosos ojos que acechan en la jungla multicolor, ni la montaña… una sugerente propuesta para ser partícipes de la aventura, la curiosidad y la fantasía. Hablamos con su autora, Marina Gibert.

¿Cómo nace este proyecto? Marina Gibert: «Selva nace de un proyecto del Seminario de ilustración que cursé en el Centro de Arte y Comunicación Ar.Co de Lisboa. La propuesta era crear un álbum donde la única palabra fuera el título. Al principio no tenía una idea muy concreta sobre la historia, y empecé por lo que me apetecía hacer: dibujar plantas y animales. Fui esbozando ideas sueltas en torno a eso y empezaron a aparecer algunas imágenes que me sirvieron para empezar a pensar en un hilo narrativo. Durante la búsqueda de un lenguaje gráfico y de una historia, visité la Estufa Fría, un jardín botánico en Lisboa, y creo que allí también salieron algunas preguntas a las que a través de imágenes busqué una respuesta. Mis profesores y compañeros del curso fueron de gran orientación y aportaron su visión más experimentada al libro y eso, sin duda, sumó. Así que supongo que Selva nace de la suma de todo eso y bastantes horas de trabajo».
¿Qué se encontrarán los lectores en sus páginas? «Como es un libro sin palabras, y puede tener varias capas de lectura, es posible que cada lector encuentre una historia un poco diferente. Pero en general, este libro, te invita a entrar en la Selva a través de los ojos de un niño y recorrer parajes donde hay muchas cosas que descubrir y dónde puede que no todo sea lo que parece».

¿Cómo ha sido trabajar en un libro sin palabras? «Desde el primer momento, me sentí muy motivada con la propuesta. Me encantan los libros silenciosos y como me intimida un poco escribir, me parecía muy bonito poder crear una historia propia sin necesidad de usar las palabras -asegura Marina Gibert-. Trabajar las imágenes fue divertido y desafiante, como no tenía un texto al que ceñirme, el hilo narrativo se fue creando desde lo visual, buscando cómo podía jugar con las formas y los colores».
¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este proyecto? «Uno de los desafíos que sentí en este proyecto es que quería hacer algo gráficamente más suelto de lo que solía hacer, y me di cuenta que esa soltura me costaba. En los bocetos soy muy libre, dibujo como una forma de pensar, pero a la hora de pasar estas ideas a una ilustración más acabada, perdía mucha de esa espontaneidad principal. Es curioso cómo a veces cuesta simplificar, y lo difícil que a veces es llegar a ello. Fue Catarina Sobral, mi profesora, la que me hizo ver que los esbozos que realizaba para el storyboard eran mas expresivos que las ilustraciones “finales”, y me convenció para explorar esas formas mas desenfadadas. Enseguida empecé a ver que tenía razón y que esa línea gráfica encajaba mejor en ese libro, así que le hice caso y no me arrepiento. Ahora me gusta mucho más trabajar así, quiero seguir explorando la soltura y la sencillez, así que esta forma de trabajar de momento se queda».

¿Con qué técnicas trabajaste? «Trabaje con acrílicos sobre papel. Ya había trabajado con acrílicos anteriormente y era una técnica que conocía y con la que disfruto», nos cuenta Marina Gibert.
Háblanos un poco del uso del color en este libro. «Escogí los colores un poco por intuición, quería una Selva de fantasía, donde no importaran los colores “reales” de las cosas. Me gustaba que pudiera haber un tigre azul o una palmera rosa. Y que los tamaños fueran distorsionados también, jugando con esa sensación onírica. Pensé que la ciudad tenía que ser algo opuesto a la selva, un lugar vacío y gris, y con una pequeña casa roja, que a pesar de estar dentro de un espacio tan árido se mantuviera como un refugio, un lugar donde conviven los dos opuestos, la ciudad y la selva, y que contiene todo lo vivido por el protagonista hasta ese punto».

¿Cómo fue el proceso de elaboración de este libro? «Cuando acabé el seminario, tenía el storyboard, algún original y mucho trabajo descartado -afirma Marina Gibert-. Como estaba contenta con la historia y por fin tenía algo contundente con lo que trabajar, me propuse acabarlo para presentarlo a alguna editorial o a algún concurso. La verdad es que una vez me puse a trabajar por mí misma, no fue fácil. Durante el proceso me surgieron muchas dudas con la técnica y con algunas composiciones y no siempre sabía por dónde ir. Pero aprendí bastante y me ayudó a entender que a veces los procesos creativos son así. Como estábamos en confinamiento, siempre que podía dedicaba parte del tiempo a este proyecto y fue en cierto modo, un salvavidas en ese momento. En unos meses vi el anuncio de la convocatoria del Premio Internacional de Álbum Ilustrado de Compostela y me decidí a participar. A partir de que me dieron la noticia, Manuela, la editora de Kalandraka se puso en contacto conmigo para seguir trabajando en el libro, y fue de gran orientación contar con su visión y su criterio».
¿Qué supone el Premio Internacional Compostela? «Para mí, representa una gran motivación para seguir y una dosis de confianza en mi trabajo. Supongo que muchos al principio de nuestras carreras como ilustradores nos lanzamos guiados por una especie de mapa intuitivo con el que esperamos poder encontrar alguna oportunidad. Así que ver que esa puerta se abre es una gran satisfacción, porque detrás de cada pasito que di hay mucho trabajo y mucha entrega».
¿En qué trabajas ahora? ¿Algún proyecto nuevo? «Actualmente estoy trabajando en otro proyecto del Seminario. Esta vez con texto. Aparte, he empezado otro proyecto personal que aún está muy verde. La verdad es que en este punto me cuesta un poco hablar de ellos porque están en una fase tan inicial, que en cualquier momento pueden cambiar de forma».
Cómic
Elva Lombardía nos habla de su trabajo en ‘Roncas’

Mujer de 30 años, ilustradora de vocación, vivo en Barcelona y trabajo en un call center a media jornada para pagar las facturas del piso que comparto con una amiga (es la única forma de pagar los locos alquileres de esta ciudad). Me gusta viajar (aunque de normal me cuesta siglos ahorrar pasta para el viaje), quedar con los amigos para salir de cervezas, ir al cine y disfrutar de un buen libro o un cómic en mi sofá. ¿Qué por qué me he apuntado a “adopta a un lerdo”? Porque me apetece conocer a un tío con el que pasarlo bien, echar un buen polvo y ¿quién sabe? Quizás llegar a algo más. ¿Defectos? Pues lo de siempre, soy un poco desordenada, y cuando me enfado… Ah, sí, lo olvidaba, ronco un poco pero bueno… no creo que nadie considere que eso es un defecto ¿no?
Con estas palabras Grafito Editorial nos presenta ‘Roncas’, un cómic de Elva Lombardía. Obra ganadora del Premio “Josep Sanchis Grau” de cómic, de los XLII Premios Literarios “Ciutat de València”, y del que hablamos con Elva en las siguientes líneas.

Lo primero, cuéntanos cómo nace este proyecto. “Este proyecto nace de una recopilación de diarios personales, libretas en donde tengo anotadas cosas que me pasan, ideas, etc. En un principio iba a ser una especie de libro de viaje y a través de él, explicar una ruptura, pero luego, cambié a una cosa más biográfica y personal, ya que me resultaba más fácil y fresco”, nos cuenta Elva Lombardía.
¿Qué encontrarán los lectores en las páginas de este libro? “Las lectoras y lectores se encontrarán con una historia costumbrista, llena de humor e ironía, de las desgracias sentimentales de una treintañera milenial. Lerda, la protagonista, estará en búsqueda de pareja a través de las apps mientras lo combina con varios trabajos, comparte piso, y en ocasiones siente que no todo es como nos lo habían prometido”.

¿Qué hay de Elva en este cómic? “Prácticamente todo, es una historia autobiográfica, aunque guionizada y con pequeños cambios para que tenga una coherencia y ritmo de lectura, ya que la realidad a veces supera la ficción”, asegura Elva Lombardía.
¿Cómo fue el trabajo previo al libro? Me refiero a esa fase de investigación, de documentación, de pruebas, no sé si de dibujos en algún cuaderno… “El trabajo previo fue ordenar bien las libretas, la historia de Roncas son varios años de mi vida. Hice varias relecturas para extraer las situaciones que a mí me parecían más interesantes y con esto empecé un esquema del guión general de las cosas que irán pasando a lo largo del libro”.

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? ¿Qué hay de nuevo o diferente con respecto a otros trabajos? “Mis ilustraciones son sencillas y muy expresivas acorde al guión, es un estilo que ha nacido de años de búsqueda y de referentes del cómic que me encantan como Aude Picault o Guy Delisle -continúa Elva Lombardía-. La diferencia con respecto a otros trabajos, es que es mi primera historia secuencial, mi anterior cómic diario de un confinamiento de Saïm Edicions, son historias cortas sobre la pandemia, en ‘Roncas’, el libro demandaba un ritmo y cronología”.
¿Con qué técnicas trabajaste? “Ilustración digital”.

Danos algunas pinceladas sobre el proceso de realización de este libro. “Una vez hice el esquema de guión, con posits fui incorporando las situaciones que me parecían más interesantes y le di una cronología. Con esta guía empecé ya el proceso de storyboard, dibujo muy sencillo y esquemático de cómo será la página junto a la escritura del texto. El guión y el boceto nacieron a la vez, una vez terminado todo el story del libro, empecé la fase de dibujo final y posteriormente el color”, afirma Elva Lombardía.



¿En qué trabajas ahora? ¿Algún proyecto nuevo? “Actualmente estoy con algunos encargos de libro de texto y junto a otra escritora, estamos trabajando en un álbum infantil para presentarlo a diferentes editoriales. A nivel historias mías, tengo bastantes ideas para el futuro pero todo es cuestión de tener tiempo de irlas desarrollando y combinando con el trabajo”.
Cómic
Joaquín López Cruces, Enrique Bonet y ‘El otro mundo’

Verano de 1933. Un reducido grupo de estudiantes y maestros llega a Neveros, una remota aldea de la Alpujarra, enviados por el gobierno de la Segunda República para desarrollar allí uno de sus proyectos culturales más ambiciosos: las Misiones Pedagógicas, con las que quiere hacer llegar a los campesinos un inmenso patrimonio cultural al que nunca han tenido acceso -la música, el teatro, la poesía, el arte…-. En sesiones cargadas de magia, les descubrirán el cine y sus asombrosas proyecciones; les ofrecerán charlas sobre sus derechos y deberes como ciudadanos de la República, y les dejarán el rastro imperecedero de una biblioteca de libros y discos de pizarra. Con mucho esfuerzo, los viajeros se irán ganando la complicidad y el entusiasmo de los aldeanos, especialmente de los niños; pero también la hostilidad y la desconfianza de quienes ven amenazadas sus ideas, sus creencias y sus formas tradicionales de vida…

‘El otro mundo’, editado por Astiberri, se inspira en la experiencia real de la Misión Pedagógica desarrollada en varios pueblos de la Alpujarra granadina en agosto de 1933, entre cuyos miembros se encontraban el cineasta José Val del Omar y el escritor y poeta Antonio Sánchez Barbudo. Enrique Bonet y Joaquín López Cruces indagan en los efectos del choque cultural entre dos mundos que siempre se habían dado la espalda, y en el enfrentamiento entre los anhelos de transformación social y la feroz resistencia al cambio y la pérdida de privilegios. Con ellos hablamos una mañana, en una cafetería junto al Arco de Elvira, en Granada, en una cafetería con libros que gestiona una familia gazatí. En las siguientes líneas tenéis algunas pinceladas y reflexiones alrededor de este trabajo.
¿Cuántos encuentros como este, aunque solo entre los dos, ha habido? “Alguna que otra, pero también muchas digitales, evidentemente, con mucho WhatsApp y mucho correo electrónico”, comenta Enrique Bonet. “Recuerdo que tuvimos la primera reunión, eso ya lo hemos contado varias veces, y esto fue por culpa de Munuera, fue el que nos lió. Fue en una reunión con varios dibujantes y cerveza -continúa Joaquín López Cruces-. Llevaba tiempo queriendo hacer un cómic largo, porque desde el primero que hice, hace más de 30 años, solo había hecho cosas más pequeñitas. Tenía mi propio proyecto, pero nada, eso de trabajar en solitario es muy complicado. Y fue Munuera el que me dijo que Enrique tenía un proyecto muy interesante”.
‘Le pedí a Enrique que me contara, pero me extrañó también un poco, porque siendo dibujante, y le dije: “¿no lo quieres hacer tú?” Y me dijo, no, no, estupendo”. “Yo llevaba tiempo dándole vueltas a la cabeza, con esta idea, con este proyecto de las misiones. Llevaba casi un año reuniendo documentación, pero no arrancaba con el guión”, apunta Enrique. “Si lo dibujas tú, no me lo pienso.Porque Joaquín, él lo sabe, ha sido uno de mis referentes o de mis maestros”.

¿El proceso de documentación? Enrique Bonet: “Yo había reunido mucha documentación escrita, empecé a informarme sobre las misiones, porque en internet había muchísima información, muchos artículos, y luego un libro que fue la fuente fundamental de información, tanto para mí como para Joaquín, que es un catálogo de una exposición que hizo la Residencia de Estudiantes hacia 2006, muy rico en imágenes y fotos. Es un libro muy bien editado. Fue un incentivo también para empezar a meterme en el mundo gráfico. Porque a mí esta idea surge gráficamente. La primera idea fue viendo imágenes que encontré por casualidad, y vi las primeras imágenes de un pequeño documental rodado por Val del Omar. Y esas primeras imágenes fueron las que me abrieron la pista y lo que me motivó a hacer la historia”.
“También unida al tema de la Alpujarra -continúa Joaquín López Cruces-, que es un mundo que conozco bastante. He ido muchas veces y me parece también muy sugerente para dibujarlo”. En este momento comentamos cómo se refleja la singularidad de esta comarca granadina en una doble página, en la que Joaquín nos traslada casi a vista de pájaro a la plaza del pueblo… “Sí, eso fue gracioso, hacer la doble página fue una sugerencia de un amigo, de Javier de Isusi, el dibujante. Le enseñé las páginas que llevaba, y esa ilustración era una media página. Y me dijo, “estás loco, ponlo más grande, eso merece más”. Entonces, empecé a pensar, hice la prueba, y claro, tenía razón. Pero eso me obligó a retroceder, para que eso fuera una doble página, tuve que volver al principio y rehacer muchas cosas. Pero se lo agradezco, porque es una doble página que le gusta mucho a la gente. Además al lector le ayuda a descansar un poco, a situarse, a entender ese momento, hay como un cambio de ritmo, narrativamente funciona muy bien”.

Una de las esencias de la historia es ese momento previo a la Guerra Civil, en el que ya algo se palpa en el ambiente. “Realmente el objetivo de la historia es contar ese momento en el que ya la gente no se ponía de acuerdo, la gente no hablaba, sino que empezaba a haber un enfrentamiento en el que el diálogo parece que era imposible”, señala Enrique Bonet. Y, claro, el papel de las misiones era todo lo contrario, era la idea de llevar la cultura, el diálogo, la razón, de extenderla a todos los rincones, y te encuentras con esa realidad donde el país ya empezaba a estar dividido y partido. Que, además, tiene unas lecturas muy contemporáneas también, desgraciadamente. Quizás no era la intención, alprincipio, no teníamos esa idea, pero luego te das cuenta de que estamos casi reflejando un momento”.
“Una cosa que me ha gustado mucho, a la hora de todo el desarrollo del libro, es que muchas de las cosas que han ido ocurriendo con el libro han sido, no digo casuales, sino que la propia estructura de la historia, los propios elementos que Joaquín iba aportando, van construyendo la historia. Al final, es todo como muy orgánico”.

“No había cosas premeditadas, sino que han sido hallazgos que hemos ido encontrando, conforme el guión se iba construyendo y la historia iba creciendo también gráficamente. Aparte que yo he hecho una cosa que creo que no hay que hacer, que es que lo he dibujado por orden y página por página, y la primera parte incluso sin que se hubiera acabado el guión. Por eso, quizás, tiene ese aspecto orgánico, que ha ido desarrollándose”, indica Joaquín López Cruces.
“Él me ha sugerido cambios de dibujo, yo le he sugerido cambios de guión… Yo tenía una estructura básica desde el principio, que fueran tres días, tres actos, sabía cómo empezaba, cómo acababa, sabía más o menos lo que pasaba en medio, pero el desarrollo de todo eso lo fui desgranando poco a poco. Lo del color, también fue surgiendo. Me gustó mucho cuando Álex Romero dijo que parecía hecho por una sola persona, lo lees y no se nota que hay dos autores, y eso me encanta porque yo también lo veo así, y además pienso que esa es la magia de trabajar con alguien”.

Después hablaremos un poco más del uso del color, pero me gustaría también que habláramos de la figura del maestro. “Hay una frase cuando llegan al pueblo y los recibe el maestro, es el que recibe a la misión, porque las autoridades estaban en otras cosas, y uno de los componentes de la misión dice: “nadie mejor que un maestro para representar a la República”. Creo que esa es una de las claves también de la historia, el papel que hizo la República en ese sentido”, nos comenta Enrique Bonet. “Era un apoyo, todo ese suministro de libros, era para apoyar a la escuela y al maestro, para que tuviera herramientas. Las misiones, yo las veía como una extensión de la escuela pública, de ese intento que hizo la República y en el que invirtió muchísimo esfuerzo en dignificar el papel de los maestros, en crear escuelas, y que esas escuelas enseñaran de una determinada manera. Y las misiones eran un poco una extensión de esa política”.

“A mí lo que me gustaba de los proyectos de las misiones, entre otros, como el de La Barraca, que es más conocido, es que éste era un plan sistemático y un plan muy bien pensado, muy bien programado, muy planificado, y con una intención a muy largo plazo -continúa Enrique-. Lo que siempre pedimos en las políticas culturales, que no se suele hacer, aquí era una cosa muy a largo plazo, sabiendo que esto no iba a dar un resultado inmediato. Eran semillas. Y lo que contamos nosotros, la misión ha pasado por ese pueblo, ha dejado una semilla, y algo va a pasar ahí, personificado en esta niña, en Lucía, lo que recibe, pero no solo ella, porque el resto de los niños también, al final cambia su vida”.

Vamos con el color, que lo marcan la niña, Lucía, el pelo de María y el fantasma… “Es como una V, porque es Lucía la que se relaciona con las otras dos -nos cuenta Joaquín López Cruces-. Fíjate que ni siquiera en el guión estaba eso, tampoco son exactamente protagonistas, porque María es una más de las misiones. Pero a mí me gustó, ya que teníamos una pelirroja, que es la que da ese color rojo, unirla con las otras, me parecía que era interesante. Al principio, yo pensaba hacerlo en blanco y negro, pero claro, una pelirroja en blanco y negro, cómo se indica, cómo se cuenta, es relevante que sea pelirroja, porque también añade ese punto de extrañeza a los lugareños… Pensé hacerla a dos tintas, hice bastantes pruebas, a ver cómo quedaba, pero en el fondo era como un reto para mí, porque siempre he sido más dibujante de líneas, de blanco y negro. Al final me obligué a trabajar con una paleta pequeña. Que no fuera blanco y negro, pero mitigarlo de manera que el rojo destacara”.

¿Y las técnicas? “Hice bocetos a lápiz, pero en una libreta aparte, y luego las páginas están dibujadas directamente en un iPad. A veces fotografiaba los bocetos con el mismo iPad o escaneaba alguna cosa, si lo tenía muy trabajado prefería escanearlo y lo calcaba”, afirma Joaquín López Cruces.
¿Y el fantasma? “Bueno, esta es una historia de ficción, estamos fabulando, estamos en un mundo donde se van a mezclar elementos mágicos con elementos reales y quería jugar desde el principio en ese terreno, no de la fantasía, pero sí donde, como fabulador, nos permitía hacer cualquier otra cosa. Y si conseguíamos que el lector ya desde el principio entrara en ese juego, pues ya eso nos daba una herramienta. Tenía claro desde el principio que quería mezclar el tema de la magia, quería que aparecieran elementos mágicos y en la Alpujarra eso también estaba muy presente”, asegura Enrique Bonet. “Y en ese mundo pensé rápidamente en este fantasma, que nos permitía, por un lado, tener el contacto con la niña, como la niña era muda, la niña no hablaba, el único personaje con el que mantiene cierto diálogo es con este fantasma, aunque ella no habla, pero hay un diálogo entre las dos, y permitía introducir esas pinceladas de lo que está por venir, del futuro y también esa referencia al pasado sangriento de la Alpujarra. Con todas esas claves se va construyendo ese personaje. Y luego la aportación de Joaquín, que fue fundamental, a la hora de darle forma a ese fantasma, que yo lo había imaginado de una manera totalmente distinta…”.

“Yo, en vez de poner a una señora andando, la envolví en sudarios, me documenté en esculturas griegas, porque era lo que me sugería a mí alguien envuelto así, en vendas, no iba a poner a la momia, pero tampoco a una señora muy bien arreglada. Esta mujer se ha despertado, la han sacado de ahí, pues estará envuelta así… Y luego, no sé, la primera vez que la puse andando, la subí unos centímetros por encima del suelo, y ya la hice que volara y todo. Pero yo pienso que sí, que si eres un fantasma, qué menos que puedas volar, no tienes esas limitaciones que tenemos en vida”, sonríe Joaquín López Cruces.
‘El otro mundo’ cuenta además con un sugerente apéndice de 16 páginas escrito por Enrique Bonet, que incluye diverso material gráfico y ubica lo que fueron las Misiones Pedagógicas que se desarrollaron en la Segunda República española. Un extra sobre el qué, y el quién es quién de aquel proyecto de promoción de la cultura que llegó a miles de pueblos y aldeas de España y que se desmanteló con la instauración de la dictadura franquista al fin de la guerra civil. También en esta parte del libro podemos disfrutar de los bocetos de Joaquín… “Tenía claro que quería meter algún tipo de complemento, de contextualización de las misiones -afirma Enrique Bonet-. Porque eso me permitía, también, no tener que explicar cosas en el tebeo. Habrá gente que se lea esto y quiera saber algo más, pero no se lo voy a contar en la historia”.


“La mayoría de bocetos son de la libreta, claro. Así es como yo trabajo, subo aquí las paginitas que hago antes de meterme en faena. Primero los hago sin páginas ni nada para ver si funciona la lectura de las viñetas, luego ver cómo encajan en la página… Tiene una parte que siempre es más rica el boceto”, añade Joaquín López Cruces.
Cómic
Marina Velasco y su trabajo en ‘Mientras sea verano’

El verano es una época de oportunidades, capaz de crear situaciones que en ningún otro momento se darían. En Almajadilla, un pequeño pueblo ficticio que aúna la cultura mudéjar aragonesa y la herencia andalusí del sur, coinciden dos mujeres de generaciones y vidas muy distintas. Lejos de chocar, crean un fuerte vínculo gracias a la búsqueda conjunta del amor propio: Fina, vecina y trabajadora del pueblo, nunca lo ha conocido; a Berta, recién llegada de la ciudad, se le ha arrebatado a la fuerza. ‘Mientras sea verano’, editado por Salamandra Graphic, es una historia que homenajea la cultura popular, celebra la diversidad y pone en valor el conocimiento transmitido entre mujeres. Con su autora, Marina Velasco, hablamos en las siguientes líneas.

¿Dónde está el origen de este proyecto? “El proyecto surge de las ganas de reflexionar sobre las posibles relaciones que se darían si nos detuviéramos a conocer verdaderamente a las personas de nuestro entorno (compañeras de trabajo, vecinas, etc…). Personas con las que compartimos gran parte de nuestro día y, sin embargo, apenas conocemos”.
¿Qué encontrarán los lectores en sus páginas? “Encontrarán dos historias de crecimiento. Dos mujeres, totalmente opuestas, que coinciden en un pueblo recóndito de España. Movidas por su necesidad mutua de compañía, entablan una relación que les hace reflexionar y aprender sobre el cuidado. Todo ello contado desde la cotidianeidad y el humor. Acompañado de las sorpresas, el color y la magia que una DragQueen inesperada trae a sus mundos”, nos cuenta Marina Velasco.

¿Cómo fue el trabajo previo al libro? Me refiero a esa fase de investigación, de pruebas, no sé si de dibujos en algún cuaderno… “Esta obra se aleja del carácter documental de «Que no se olvide«, introduciéndose en la ficción. Por ello el inicio del proceso tuvo que ser muy diferente. El primer trabajo era dar vida y personalidad a los personajes. Algo que, para mí, empieza en mi mente: creé tres personajes que dejé habitar mis pensamientos a su modo; observando la manera en que interactuarían unos con otros en la vida real y planteando situaciones ficticias con las que ir desarrollando su personalidad y su forma de expresarse -continúa Marina Velasco-. Una vez tuve los personajes y las motivaciones de la historia claras, llegó la hora de materializarlo. Para ello tengo un cuaderno, reservado exclusivamente a esta obra, que fui llenando de bocetos, ilustraciones, anotaciones de guion, etc.”.
Háblanos un poco más sobre cómo nacen estos personajes. “A pesar de ser personajes o historias ficticias, me gusta que mi trabajo nazca siempre de la realidad y de mi percepción del mundo. Observo el entorno, buscando detalles y fragmentos de historias que llamen mi atención y las anoto en mi cuaderno. Los personajes de «Mientras sea verano» nacieron de una de esas observaciones. Una breve situación en la que pude ver cómo el mundo de una mujer rural, que apenas conocía lugares fuera de su pueblo, se puso patas arriba al chocar, de manera inocente y genuina, con la comunidad LGTB”

¿Con cuál te identificas más? o ¿Qué hay de Marina en estos personajes? “Por edad, me es más fácil identificarme con Berta. Pero tengo un cariño enorme a Fina. Podría afirmar que Fina ha ido absorbiendo su ternura desbordante de mujeres imprescindibles en mi vida. Creo que es imposible descubrir a Fina y no quererla”, confiesa Marina Velasco.
¿Qué relación tienes (si la hay) con ese mundo rural que se muestra en el cómic? “Los veranos de mi infancia han trascurrido en un pequeño pueblo aragonés. Un lugar perdido en el monte, en el que la vida sucede ajena a la velocidad y la locura de las ciudades. Conforme crecí, mi vida se desplazó a Madrid y ninguno de los pueblos que yo veía a su alrededor se parecía a los pueblos de mi memoria. Eran grandes, con carreteras recorriendo sus calles y con tantos habitantes que no podían conocerse todos entre ellos. Por trabajo, me marché una temporada a la zona rural de Almería. Y para mi sorpresa, allí, en la otra punta de la península, los pueblos eran iguales a los que tanto conocía. Pueblos pequeñitos, llenos de cuestas, de rincones en los que ni los coches ni las prisas pueden entrar, con una historia propia en la que todos sus habitantes son protagonistas. De esa gran sorpresa surge el pueblo de esta historia, Almajadilla. En el que se mezcla la herencia Andalusí con la Mudéjar, el sur con el norte y nos da como resultado un lugar que podría estar en todos y en ningún sitio de España”.

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? ¿Qué hay de nuevo o diferente con respecto a otros trabajos? “Mis ilustraciones están siempre marcadas por la búsqueda de la expresividad. No pretenden ser anatómicamente correctas o fieles a la realidad, sino que deforman la perspectiva y las proporciones para ganar expresividad y narrar a través de los cuerpos. En esta obra, busco además explorar con mayor profundidad el lenguaje del cómic. Parto de las composiciones de viñetas más clásicas y juego con ellas para crear páginas dinámicas llenas de color y movimiento”, afirma Marina Velasco.
¿Con qué técnicas trabajaste? “Al igual que en mi obra anterior, parto del dibujo analógico. Me gusta mucho la fuerza y la expresividad que los materiales dejan sobre el papel. Creo todas las ilustraciones en papel, empleando lápiz y manchas de tinta. Seguidamente escaneo los dibujos y les añado el color de manera digital”.

Nos ha llamado mucho la atención y nos ha encantado ese recurso que has utilizado en algunas viñetas para describir algunas acciones o movimientos, a través de flechas discontinuas, y nos gustaría que nos hablaras un poco de este recurso. “Ese recurso viene de mi pasión por el movimiento. Me encanta jugar con las diferentes maneras de representarlo -comenta Marina Velasco-. Por ello, en la obra podemos ver figuras que se duplican, como si se superpusieran los fotogramas de una animación tradicional. O cuerpos de los que salen numerosos brazos, siguiendo el movimiento que realizan cuando gesticulan al hablar. Las flechas acompañan estas estrategias. En algunos casos enfatizan el dinamismo y guían el movimiento de la propia ilustración. En otros, adquieren un valor más irónico, recalcando detalles que ya son obvios para el espectador”.

¿En qué trabajas ahora? ¿Algún proyecto nuevo? “Después de haber publicado dos libros en 2025 («Mientras sea verano» y «Luna por encima de todo«), ahora estoy tomándome un pequeño descanso antes de ponerme manos a la obra con los siguientes proyectos editoriales que tengo en mente. Mientras tanto, sigo trabajando en proyectos artísticos de otra índole, como mi colaboración con La Pulpería, espectáculo de la DragQueen Lucy Octopussy, que dibujo en directo y para el que realizo toda la cartelería; el diseño del cartel del XXIV Salón del Cómic de Zaragoza; o intervenciones artísticas para el Festival Asalto de arte urbano”.
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