En la última jornada de IlustraTour 2015, la del domingo, tuvimos la oportunidad de escuchar varias conversaciones de autor, protagonizadas por nombres como Paula Bonet, Ellen Weinsten, William Grill o Emiliano Ponzi.
“Entre el boom y el crash” es el título escogido para dar pie a una conversación que moderó Samuel Alonso, de Libros del Zorro Rojo, y que contó con la presencia de Mágoz, Aitor Saraiba y Paula Bonet. A pesar de algún comentario o presentación quizá desafortunada por parte del moderador, y algún amago de entrar en un debate relacionado con cuestiones de género que ya debía estar superado, creo que se consiguió sacar información interesante a los invitados, como mostramos a continuación.
Paula Bonet aseguró que “no se si soy ilustradora. Yo me formé en Bellas Artes, soy pintora. A mí me encanta leer y mis referentes son artistas, y son también literarios. Haber llegado al mundo de la ilustración ha sido sorprendente y azaroso. No sé trabajar por encargo, trabajo mis proyectos personales. Y consumo poca ilustración, no podría citar a ningún ilustrador como referente”.
Aitor Saraiba coincide un poco con Paula, “yo vengo de las artes plásticas. Y, al igual que Paula, yo por encargo no trabajo, sólo he hecho una cosa. Ser dibujante es ser libre. Yo como ilustrador sería pésimo, no sirvo para recibir encargos. En mi obra solo se hace lo que yo quiero”.
Mágoz reconoce que en una parte de él está Pablo Amargo. “Estuve en un taller suyo y se encendieron muchas luces”. Yo no me considero del todo dibujante, me muevo más por la idea que por la resolución gráfica. Soy de la escuela de Pablo Amargo y de muchos otros que siguen esta vía. Yo no tengo libros y trabajo a base de encargos, y no trabajo en España, siempre trabajo para fuera de España. Mi profesión la he desarrollado en EE.UU., Canadá, Inglaterra,…”.
Para hablar del boom, “yo creo que han influido mucho las redes”, asegura Samuel Alonso de Libros del Zorro Rojo. ¿Cómo trabajáis vosotros eso y cómo ha influido hasta llegar a este entre comillas boom?. “Es lógico que gracias a las redes sociales yo puedo estar viviendo de los dibujos”, dice Paula Bonet. “En cuestión de un par de meses tras subir unos dibujos empezaron a llamarme para acompañar a algunos grupos musicales y dibujar sus canciones. En ese tiempo sí tuve sensación de boom. Pero las redes se te pueden ir de las manos con mucha facilidad. No hemos nacido con las redes y vamos un poco a tientas. Me ví muy expuesta, pero mi objetivo no era este, no era tener un público, mis dibujos eran algo más íntimo y personal. Lo que en principio me dio subidón, ahora intento que esté más dormido, que esa intimidad no se muestre de una forma tan gratuita. Los que trabajamos con emociones nos tenemos que centrar en nuestro proceso artístico, y ahora mismo intento protegerme un poco”.
“La situación en España ha cambiado mucho”, asegura Aitor. “Ahora gracias a las redes pongo un post y vienen 100 personas a una firma de libros. De acuerdo con Paula en que se me ha acercado mucho público, y hay una parte de ese público que me gustaría alejar de mí. Son muy buenas para encontrar trabajo, por ejemplo, pero me parecen aterradoras si hay un boom. El boom se mide hoy por el número de “likes”. Facebook e Instagram son demoníacas, censuran. Hay gente dibujando cosas maravillosas que no pueden ponerlo en redes porque serían censuradas”.
“Yo veo las redes como una extensión para que mi trabajo llegue a más gente. Es como un cuchillo, puede ser algo muy útil, pero también lo puedes utilizar para cometer un asesinato”, dice Mágoz. “Respecto al tema de la intimidad, yo subo solo lo que quiero subir, no subo todo, hay un control. Una red social exige una responsabilidad. No se si las redes me han dado trabajo, yo me he movido más enviando mails. He notado más exposición, pero no a nivel físico. A mí no me pasa eso de que me paren a hacerse una foto y esas cosas”.
“Hay un compromiso político en tu cómic, un compromiso hacia la homosexualidad,…”, dice Samuel. “Es por lo que yo hago las cosas -comenta Aitor– soy fan de la vida cotidiana y siempre me he basado en eso. Ese libro es muy político, y yo uso eso de que lo personal es político, hablo de lo que tengo en casa… Pongo sobre la mesa cosas de las que había que hablar, el trabajo en España, la educación pública en España, y puse mi experiencia sobre la mesa para hablar, por ejemplo, de la homosexualidad. No es lo común. Ese compromiso es por lo único por lo que me dedico a esto”.
“Hacer un libro de Truffaut no es lo mismo que hacer uno de Steven Spielberg”, dice Aitor sobre “813”, el último libro de Paula, al surgir si hay algo naif en su libro o no.
¿Hay una voluntad de estilo? “Yo ojalá dibujara como Paula -dice Aitor Saraiba-. Artistas somos todos y todas. Yo dibujo muy mal, pero cuando quieres contar algo, cada uno tiene sus símbolos. Los que salgan feos son los míos (dice sobre las ilustraciones que van apareciendo en la pantalla)”. “En cada dibujo intento pulir, quizás es un proceso lento o que solo lo veo yo, pero sí que voy buscando algo. A veces aparece durante un segundo y me da un subidón”, opina Paula. Para Mágoz es “una mezcla de varias cosas. Yo lo hago así porque no sé hacerlo de otra forma. El otro día hablaba de la intuición, y sí que haces algo porque te gusta. El proceso de llegar a un punto no fue porque quería llegar a ese punto, fue un proceso muy natural”.
Manifiesto sobre el boom de Aitor Saraiba titulado “Está pasando”: “Está pasando un minuto en la vida del mundo. Píntalo como es”, Paul Cézanne. “Un dibujo tiene que ser un documento autobiográfico que da cuenta de un suceso, ya sea visto, recordado o imaginado. Un dibujo tiene que: mostrar o comunicar ideas, cuestionar lo visible o hacer memoria. Hay que enfrentarse a los misterios, no evadirlos. Hay que dibujar siempre de memoria. Si se dibuja bien hay que intentar dibujar mal. Si se dibuja mal hay que intentar dibujar bien. A la hora de dibujar hay que ser sobre todo 3 cosas: valiente, justo y feliz. Hay que ser un bestia. Nuestra única bandera es la poesía. Hay que ser capaz de dibujar todo, el cielo y el infierno, la injusticia y el dolor, el desamor y lo que a falta de una palabra mejor llamaremos amor, a las mentiras y a los mentirosos, a los perros de mirada salvaje y a los atardeceres que sabemos que jamás volveremos a ver”.
“Este manifiesto debe mucho o todo a las frases robadas, inspiradas o citadas de Cézanne, Berger, Borges y Baudelaire, pero también debe mucho a la inspiración surgida por las hostias que me ha dado el mundo”, Aitor Saraiba en Madrid, el 26 de Julio de 2015, en un verano que parecía que no iba a pasar nada y en el que ocurrió de todo.
Paula Bonet
“Cuando empecé a esbozar el libro “813” sabía que habría tres partes, en las que se hablaría de tres películas de Truffaut”, empieza contando Paula Bonet. “El proceso de elaboración de este libro ha sido muy solitario, empapándome de las películas, documentándome… Truffaut es un autor que me apasiona porque valora más la evolución de un autor que sus trabajos concretos. Sus películas son circulares, están llenas de vasos circulantes, y las relaciones triangulares se repiten, y por eso me centré en este aspecto”.
“Un proyecto está vivo, y se tienen que ir tomando decisiones que definen el producto final. Sin los 15 años pintando sin que nadie me hiciera caso, sin los últimos cuatro casi desbordada, y sin “Qué hacer cuando en la pantalla aparece ‘The end'” no se puede explicar ‘813’”.
“Empecé a dibujar casi sin darme cuenta, buscando inmediatez, queriendo enviar un mensaje rápido, y nunca pensando en buscar un público”.
“Gracias a Verkami publiqué “Léeme”. Y después de eso me llamaron de dos editoriales y me daban libertad para trabajar en dos proyectos que yo quisiera, para sacar adelante dos libros, a los que he dedicado los tres últimos años. Publicamos el “The end” y su resultado fue una sorpresa. Y después, para mí, el éxito de “813” era que se publicara”.
Paula Bonet hizo un repaso a algunos trabajos fuera de lo editorial, como los relacionados con la música, como la colaboración con Cristina Rosenvinge o Vetusta Morla, para entrar de lleno en lo bueno que ha vivido en el mundo editorial, lo reposado de trabajar en un libro, como es el caso de “Qué pasa cuando en la pantalla aparece The End” y “813”. El primero de ellos fue su primera experiencia editorial, y “me enseñó mucho sobre la vida, y a la hora de enfrentarme a “813” era una persona distinta”.
Ellen Weinstein
“Como ilustradora, todo proyecto empieza así, con una hoja en blanco llena de posibilidades. Aunque puede ser complicado, puede ir de la agonía a la preocupación, pero cuando lo consigues puede ser un baile. Esa es la emoción, darle vida a una idea y ver cómo crece. Cuando un proyecto acaba, es como que sale del estudio al mundo, y a empezar de nuevo”.
“Siempre estoy colaborando con otra gente, con editores. Quiero contar las historias que yo quiero contar. Ver historias cotidianas y darles un giro nuevo. Tenemos muy poco tiempo para comunicar y si coges algo que ya existe y le pones algo nuevo, el final se convierte en un enigma que tiene que resolver el lector”.
“Mi libro de bocetos es mi cámara. Utilizo muchísimas fotografías. Siempre estoy recopilando fotos. En Madrid he tomado muchas y estoy deseando volver a mi estudio para utilizarlas. Es otra manera también de conocer a gente. También salgo mucho a la naturaleza para tomar fotos”.
“Me formé como diseñadora gráfica y siempre he estudiado en Nueva York. Lo que más me sirvió fue un año de prácticas en un estudio. Fue increíble porque el dueño era mi héroe. Desde que empecé a trabajar con él me hago una pregunta: ¿quién es tu público objetivo y qué les quieres contar? Me encanta ilustrar historias de personas”.
“Como ilustradores somos también un poco periodistas. Podemos mostrar lo que está pasando”, cuenta Ellen Weinstein, mientras enseña algunos trabajos, como una de sus ilustraciones que acabó saliendo en muchos medios de comunicación distintos de EE.UU.
“Hago muchos proyectos para mí misma, sobre todo cuando estoy haciendo otras tareas. Lo que necesito son fechas de entrega, trabajo bastante mal cuando no las tengo. Si no las tengo, me las creo. Necesito esa presión para trabajar”.
William Grill
“La mayoría de las veces me quedo con la primera idea que surge. Cuánto hay del boceto en el resultado final, muy poco, hay que hacer muchos. Lo que más me gusta de dibujar en cuadernos de bocetos es eso, te cuesta menos, no tienes tanta presión”, contaba William Grill en su conversación con el público de IlustraTour 2015.
Sobre “El viaje de Shakleton”, William nos cuenta que todo empezó con los bocetos, las paletas para el libro, los ejercicios que hice con ellos… Me inspiré en antiguos paquetes de bombones, de tabletas de chocolate… Me encantan estas paletas de colores sencillas. Para hacer la portada, es como si decoraras la puerta de tu casa, es la manera de invitar a la gente a entrar, a entrar en el libro, a entrar en tu casa. Y dentro del libro es donde cuentas una historia”.
“Si voy a hacer un mapa, voy a utilizar siempre el primero que dibujo. Si no queda bien, lo vuelvo a hacer. Con el guión delante, necesito separar cosas de la historia”, nos cuenta mientras va mostrando el proceso de creación de diferentes páginas de este libro, desde los primeros bocetos al resultado final”.
“Ahora estoy trabajando en otra historia de aventura. Es sobre un hombre, Ernest, que quiere atrapar a un lobo en el estado de Nuevo México. Y allí me fui en mis vacaciones, y observé a los lobos que se criaban en cautividad. Lo más difícil era captar el movimiento, y eso es lo que intentaba todo el tiempo hacer. Al mirar mis bocetos lo puedo recordar todo, mejor que mirando una fotografía. Puedo recordar incluso el calor que hacía o el miedo que tenía a, por ejemplo, la picadura de una serpiente”.
“Yo no me considero tanto como un ilustrador como alguien a quien le gusta pintar. Si algo te puede llevar a conocer lugares y personas, eso es lo importante. Y si además luego puedo contar una historia, genial”.
Emiliano Ponzi
“Nuestro trabajo es una especie de transcripción de la democracia. Con nuestro alfabeto podemos hablar con cualquiera, sin marcar ninguna diferencia. Cada persona es ambivalente, al mismo tiempo tenemos sentimientos diferentes hacia el mismo objeto. El arte quiere dominar el universo, y sólo el cerebro puede explicar al corazón cómo hacerlo”.
“Hay un efecto retorno en los comentarios que nos llegan del público. No estamos solos. Es muy importante entender qué es lo que queremos. En un lado está el ilustrador y en el otro está el mercado. Pero, ¿cómo de cerca estamos del mercado? ¿cómo de cerca estamos de lo que deseamos? Es algo muy difícil”. El artista contra el mercado, dice Ponzi, y nos muestra una imagen en la que está representado el ilustrador como una figura muy grande, y los ojos del mercado muy pequeños y miran a otro sitio. En la siguiente imagen, el ilustrador es muy pequeño y los ojos son muy grandes y están mirando… “¿Qué es lo bueno? Lo que os recomiendo es que no confiéis en las modas. No me gustaría acabar mi carrera porque el mercado ha cambiado”.
“Tenemos que evolucionar. No cambiar la receta, sino añadir ingredientes nuevos a la receta. No regodearnos en nuestro estilo. Tenemos que ser capaces de cambiar el punto de vista”.
“Todos queremos hacer la ilustración perfecta. Pero no existe. Para experimentar la perfección tenemos que experimentar nuestros límites. Cuando una ilustración parece que es perfecta, significa que nosotros no podemos hacer más, y que estamos preparados para seguir al siguiente peldaño. Lo realmente importante es que hay que entender que no hay una fórmula perfecta para hacer nuestro trabajo, pero sí una serie de directrices”.
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