Álbum Ilustrado
Catarina Sobral sobre la creación de ‘Mi abuelo’
En ‘Mi abuelo’, la ilustradora portuguesa Catarina Sobral nos deja espiar la relación entre un niño y su abuelo, un hombre mayor con una particular y distendida relación con la vida diaria y con el tiempo. Este álbum ilustrado que edita Limonero es también una forma sabia y desprejuiciada de acercarse a los trances de la vejez. Sobre este proyecto hablamos un poquito más con su autora en las siguientes líneas.


Lo primero, cuéntanos cómo nace este proyecto. “Este libro fue publicado en 2014 por Orfeu Negro, un año y medio después de Achimpa, y yo estaba muy frustrada porque, con el trabajo por encargo, no conseguía dedicar tiempo a crear un proyecto original. La idea surgió de ahí, de un intento de entender cómo el tiempo pasa rápido o lento, dependiendo de lo que nos gusta hacer. Propuse el texto con algunos bocetos a la editorial y, como les gustó, seguimos trabajando”, nos cuenta Catarina Sobral.
¿Qué encontrarán los lectores en las páginas de este libro? “Una historia en torno a tres personajes, de tres edades distintas y formas diferentes de experienciar el tiempo. El abuelo, su nieto y su vecino. A través de sus rutinas y del contrapunto entre ellas, comprendemos cómo el tiempo se relaciona subjetivamente con nuestras tareas y con nuestra compañía”.

¿Cómo fue el trabajo previo al libro? Me refiero a esa fase de pruebas, no sé si de dibujos en algún cuaderno… “Hice muchas pruebas de técnicas y lenguaje gráfico en hojas sueltas. Buscaba un vocabulario que remitiera a los años 50/60 y quería hacer el libro con colores especiales. Por lo tanto, la técnica implicaba siempre hacer superposiciones y trabajar con una paleta de colores reducida”, asegura Catarina Sobral.
¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? “Fueron dibujadas con un cúter. Por eso parecen tener una geometría irregular: están hechas a mano, pero con la limitaciones de una cuchilla. Además, tienen algo de ruido alrededor de las formas, como una vibración, porque la técnica es de oscuro a claro. Es como si estuviera dibujando los vacíos. Borrando, en lugar de rellenando”.

¿Con qué técnicas trabajaste? “Es pintura acrílica sobre acetato. Está pintada con un pincel ancho y, una vez seca, lo que hago es eliminar con un cúter lo que no es forma. Primero, delineando las formas y luego raspando lo que está de más”, afirma Catarina Sobral.





¿Nos podrías dar algunas pinceladas más sobre el proceso de elaboración de este libro? “Lo que me parece más importante del libro es su montaje. La narración verbal casi nunca menciona al vecino del abuelo, pero la visual, las imágenes, siempre contraponen las rutinas del abuelo y las de su vecino. Así, casi todo el libro está construido con páginas simples, una para el vecino – la página izquierda – y otra para el abuelo y su nieto – la página derecha. Pero la composición de las dos páginas contiguas suele pensarse en conjunto: una rotación del punto de vista, una posición/gesto similar, un raccord…”.
“Además -continúa Catarina Sobral-, la estructura es simétrica: el libro comienza con 3 dobles y termina con 3 dobles. Al principio, el abuelo está en la página izquierda, pero cuando se cruza con el vecino en el edificio, pasa a la derecha. Y lo mismo ocurre, pero a la inversa, al final del día (no es que la historia transcurra en un solo día, pero la narración utiliza el comienzo y el final del día para acomodar todo lo que los dos personajes suelen hacer en sus rutinas). Es decir, el contrapunto es el recurso más importante para añadir significado, sobre todo porque el texto deja mucho que contar a las imágenes”.

¿En qué trabajas ahora? ¿Algún proyecto nuevo? “Estoy haciendo una obra de teatro para niños. Se llama ‘Perder’ y quizá se convierta en un libro”.
También puedes leer en el blog la entrevista con Catarina Sobral sobre su trabajo en ‘Vacío’.
Álbum Ilustrado
Verónica Fabregat nos transporta al bosque en otoño
Un libro sin palabras. Un espléndido día de otoño. Siete amigos se adentran en el bosque. Cruzan arroyos, se suben a los árboles. Recogen castañas, calabazas, setas. Llueve, y se ensucian en los charcos. Vuelven a casa felices. Con estas frases la editorial Akiara Books nos presenta ‘Vamos al bosque‘, un proyecto de Verónica Fabregat, con la que charlamos un poco más en las siguientes líneas sobre este proyecto.
Hace ya tiempo hablamos aquí en el blog sobre tu trabajo en ‘Jugamos al escondite’. En ese libro aparecieron unos personajes que después han seguido juntos. ¿Cómo han ido evolucionando esos personajes y, sobre todo, su entorno? «En el primer libro no existía la idea de hacer una serie de libros, ni nada parecido. Pero cuando terminamos ‘Jugamos al escondite’, Inês Castel-Branco, editora de Akiara Books me propuso que el grupo de personajes podía ser protagonista de una nueva aventura. Así que los “enviamos” a la playa, y ahí empezó a formarse la idea de nuevos libros en diferentes estaciones y paisajes».

«Los personajes estaban bastante definidos desde el primer libro. Es una parte, la del estudio de personaje, que disfruto mucho. Lo que sí ha evolucionado es el dibujo, ya que han pasado 4 años y ¡aquel era mi primer libro! Así que sí noto una evolución en el dibujo y en que en cada libro me ha resultado más sencillo representarlos», nos cuenta Verónica Fabregat.
¿Con qué personaje te identificas más? «Me identifico con la niña pelirroja a nivel físico, y en cuanto a personalidad, con el niño alto moreno, que es más introspectivo».

Después de jugar al escondite, han estado en la playa, han jugado en la nieve y ahora van al bosque, ¿Qué encontrarán los lectores en las páginas de estos libros? «Encontrarán un grupo de niños y niñas que juegan libremente en la naturaleza, ese es el hilo conductor de los 4 libros de la colección. Pero ademas encontrarán animales y detalles para mirar, pequeñas historias que suceden paralelas a la trama principal, y libertad para inventar las suyas propias», afirma Verónica Fabregat.
Las ilustraciones hablan por sí solas, son libros sin palabras… «Sí, por eso. Pero además, permiten que los lectores creen sus propios argumentos, interpreten, o se fijen en cada momento en cosas diferentes. Permiten descubrir, esa era la intención. Al comienzo un libro sin palabras nos puede hacer sentir incómodos, especialmente como adultos mediadores. Estamos tan acostumbrados a que los libros tengan texto, que no sabemos exactamente qué hacer con ellos -continúa Verónica Fabregat-. Pero si invitamos a los niños y niñas a mirar, a sumergirse en las imágenes, ellos solos encontrarán mil argumentos e ideas para tirar del hilo y continuar con una historia que pueden hacer suya».

¿Cuál es tu relación con la naturaleza? Siempre está presente en estos libros. Pero cambia según la estación, ¿con qué época del año te quedas? «Yo en la naturaleza me siento especialmente bien, me siento más conectada con las cosas esenciales para mí, entre ellas, con el dibujo. Además, disfruto mucho dibujándola, eso no lo sabía hasta que empecé con ‘Jugamos al escondite’, y me resulta instintivamente más fácil que dibujar otros entornos, como las ciudades».
«Respecto a las estaciones, antes era fan incondicional de la alegría del verano, pero ahora le encuentro el sentido a las sensaciones que se despiertan en cada una de ellas, y me gusta que haya unas estaciones más expansivas y otras más introspectivas».


Háblanos un poco del trabajo previo al libro. Me refiero a esa fase de investigación, de pruebas, no sé si de dibujos en algún cuaderno… «En este libro el proceso ha sido más sencillo, puesto que los personajes estaban desarrollados y puedo decir que los “conocía” en profundidad. Entonces, la investigación o estudios previos que realicé se centraron sobretodo en la vegetación; cuáles eran los árboles que perdían hoja, cómo representarlos… Y es que donde yo vivo no se puede ver este otoño espectacular, rojo, amarillo y marrón. Aquí la vegetación es de hoja perenne y el otoño es mucho menos evidente, visualmente. Así que tuve que trabajarlo más».
«También los animales tienen algún trabajo previo. Cómo dibujar jabalíes, corzos, hurones, jinetas… es algo que requiere un poco de investigación y varios bocetos para entender cómo son y cómo representarlos», asegura Verónica Fabregat.


¿Con qué técnicas trabajaste? «Trabajé siempre con lápices de colores. El trabajo es manual y después escaneo, limpio la imagen y retoco detalles si es necesario, pero en general los dibujos son prácticamente iguales a las ilustraciones que se pueden ver el los libros».
El color es muy importante en estos libros, pero en este último del bosque es muy singular… «Si, en este libro he potenciado los colores del otoño, en parte para hacer esta estación bien evidente, y también para diferenciarlo de ‘Jugamos al escondite’, que tenía lugar también en el bosque. Hay tanta belleza en los bosques otoñales, y nos produce tanto asombro, que me he esforzado porque esa sensación estuviera en el libro a través del color».

Danos algunas pinceladas sobre el proceso de realización de este libro. «Al tener ya los personajes claros, comencé con el storyboard, que preparo de manera muy sencilla en dibujos muy pequeños que me ayudan tanto a pensar qué sucederá (trama), como a componer las posibles escenas. Después, trabajo la narratividad y el ritmo armando unos pequeños libros en los que puedo probar la interacción y qué sucede al pasar página. A continuación ya dibujo cada una de las escenas con todo su detalle, primero más pequeñas, después a tamaño final. Por último, con ese último dibujo, voy a la mesa de luz y trabajo el final», relata Verónica Fabregat.

¿En qué trabajas ahora? ¿Algún proyecto nuevo? «Estoy comenzando a ilustrar un libro para bebés con un texto muy especial, que será publicado el año que viene».
Álbum Ilustrado
Marcelo Tolentino nos descubre el proceso de ‘Domingo’
Los domingos todo transcurre de la misma forma en la familia de Martín. La tranquila rutina de sus padres y sus abuelos es siempre igual y predecible. ¡Pero este domingo Martín quiere hacer algo diferente! ¡Ni más ni menos que dar la vuelta al mundo! Su fiel perro, Fubá, será su único compañero de expedición. Juntos cruzarán desiertos abrasadores y helados parajes, se enfrentarán a peligros, a monstruos y piratas. Aquel domingo aburrido para el niño se transforma en una diversión inesperada. Hasta que, al fin, la nostalgia le hará regresar. Pero entonces, al volver a casa y relatar sus emocionantes aventuras a la familia… Con estas palabras la editorial Kókinos nos presenta ‘Domingo’, un álbum ilustrado de Marcelo Tolentino, con el que hemos charlado un poquito más sobre este trabajo.

¿Cómo nace este trabajo? “La idea de ‘Domingo’ surgió en un contexto muy específico. Estábamos en plena pandemia de COVID-19 y yo estaba a punto de convertirme en padre. Mis pensamientos estaban totalmente enfocados en la infancia y en cómo sería ese comienzo en un escenario tan desafiante de confinamiento e incertidumbres. Durante una de esas reflexiones, imaginé a un niño que, al mirar las líneas de su palma, las interpretaba como un mapa y decidía emprender un viaje. En ese momento, empecé a pensar en otras partes del cuerpo que podrían funcionar como metáforas de un recorrido, y surgieron algunas imágenes interesantes, como el ojo-galaxia y la cabeza calva-desierto”, nos cuenta Marcelo Tolentino.

“Poco a poco fui ampliando la idea e, inspirado por el relato de un viaje solitario de Amyr Klink, me di cuenta de que el recorrido del niño podía incluir elementos de la casa, no solo partes del cuerpo. La casa donde transcurre la historia es la misma en la que pasé toda mi infancia y juventud, así que fue muy divertido revisitar mis juegos y fantasías infantiles para crear cada paso del viaje del protagonista”.

¿Cómo fue ese trabajo previo al libro? Me refiero a esa fase de documentación, investigación, de desarrollo de los personajes y de la historia… “Esta fue una de las partes más desafiantes y agradables del proceso. El retrato siempre ha formado parte de mi práctica artística y, a lo largo de mi vida, he dibujado con frecuencia a mis familiares más próximos. Al estructurar el libro, quise combinar algunas características de mis parientes para construir cada uno de los personajes. La abuela es una mezcla de mi madre y mi propia abuela, y el abuelo combina rasgos de mi padre y de mi abuelo. Aunque no tengo un tatuaje de dragón, el padre es un autorretrato, y la madre es mi esposa”, asegura Marcelo Tolentino.

“Crear al niño, Martín, fue un ejercicio encantador que implicó revisar muchas fotografías de mi infancia e imaginar cómo podría ser mi hijo a esa edad. También considero la casa como un personaje de la historia. Fue dibujada de memoria y, como yo estaba en aislamiento en casa, conté con la ayuda inestimable de mi madre, quien tomó fotos de varias partes de la casa según yo se las iba pidiendo”.
¿Qué fue lo más complicado en todo ese proceso? “Encontrar de qué trataba realmente esta historia no fue fácil. A menudo siento que trabajo como un paleontólogo: descubro fragmentos, los anoto, los dibujo. A veces no llevan a nada más, pero otras veces logro reunir todo el esqueleto. (Creo que esta metáfora me vino a la mente porque actualmente estoy intentando desarrollar un libro sobre dinosaurios). En el caso de ‘Domingo’, la historia empezó a fluir cuando entendí la casa como el elemento central de la narrativa”, continúa Marcelo Tolentino.


“Sin duda, la parte más gratificante fue sentir que había creado una historia que, si no es universal, se acerca bastante. Personas de edades y contextos completamente distintos me contaron lo conectadas que se sintieron, cómo les recordó los domingos en familia y sus relaciones con sus abuelos. Al final, saber que el libro encontró a sus lectores es siempre profundamente gratificante”.

¿Con qué técnicas trabajaste? “La primera versión del libro fue dibujada con rotuladores finos en una libreta Moleskine de bolsillo. Como mi hijo estaba recién nacido, esta era la forma más práctica de mantener el trabajo a mano durante sus siestas. Probé colorear digitalmente esos bocetos para presentarlos a la editorial y me encantó el resultado. Para la versión final del libro, volví a dibujar cada escena con tinta a una escala mayor para añadir más detalle mediante el rayado cruzado (cross-hatching) y mantuve la idea del color digital. Adopté una paleta que le diera a la historia un aire vintage/atemporal”, afirma Marcelo Tolentino.


“Disfruto mucho trabajar los volúmenes en mis dibujos mediante el cross-hatching. Sin embargo, en general uso muy poco la computadora en mi trabajo, ya que prefiero colorear con métodos tradicionales como la acuarela, la témpera o procesos manuales similares. También me gusta tener la libertad de explorar distintas técnicas y estilos según el libro en el que estoy trabajando. Creo que la elección de materiales y técnicas cuenta su propia historia, y siempre intento recordar que la mayor parte de mi público está formada por niños. Si quiero que se diviertan leyendo, yo también necesito divertirme creando”.

¿En qué estás trabajando ahora? ¿Hay algo que puedas mostrarnos? “En este momento, estoy trabajando en algunos proyectos diferentes. Sigo dando clases de arte en una escuela, publiqué un libro recientemente y estoy finalizando otros dos. El que salió recientemente es un proyecto de autor que presenta a un niño de la edad de Martin, que está atravesando el fin de una amistad. Los otros dos son colaboraciones con escritores. Para uno de ellos, he estado realizando una investigación extensa sobre el sertón del nordeste brasileño para crear las ilustraciones. El segundo es un cuento acumulativo en el que estoy trabajando con mi amigo Yuri de Francco, con quien publiqué otro libro a finales de 2024”.


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Luciano Lozano nos enseña ‘Cinco palabras mágicas’
¿Conoces las palabras mágicas? ¡Son increíbles! ¡Sirven para todo lo importante! Pero recuerda, las palabras mágicas te tienen que salir del corazón. ¡Y tienes que saber cuándo usarlas! Porque si no… ‘Cinco palabras mágicas’ es un cuento divertido y tierno al mismo tiempo. Un libro de palabras mágicas contadas con mágicas ilustraciones. Una historia con la que tanto los niños y niñas como los papás y mamás se sentirán identificados. Los sentimientos a veces son difíciles de expresar. Hay palabras que abren todas las puertas… Sobre este álbum ilustrado de José Carlos Andrés y Luciano Lozano hemos charlado con éste último. Un libro que edita Apila Ediciones.

Lo primero, cuéntanos cómo nace este proyecto. “Hacía tiempo que quería trabajar con Apila Ediciones. Los conocí en Zaragoza en los Encuentrazos, que organizan ellos en la Escuela Superior de Diseño, y que son muy recomendables, un fin de semana de charlas alrededor de la ilustración y el diseño. Estuvimos barajando varios textos hasta que llegó éste de José Carlos Andrés, que me encantó”.
¿Qué encontrarán los lectores en las páginas de este libro? “Un libro muy divertido, con muchas capas de lectura, que puede gustar a un niño y a un adulto, porque los dos se verán muy reflejados”, asegura Luciano Lozano.

¿Qué te pareció el texto de José Carlos la primera vez que lo leíste? “Me reí mucho. Me pareció muy redondo. Se nota que José Carlos tiene muchísima experiencia narrando, porque el texto es muy fluido. Me han ofrecido textos supuestamente divertidos que a mí no me hacían gracia. En esos casos, tengo que rechazarlo aunque me guste la editorial, porque el sentido del humor es algo muy personal. Si a mí no me hace gracia, no hay manera de que pueda entrar en el texto. Aquí fue muy fácil”.
¿Cómo fue el trabajo previo al libro? Me refiero a esa fase de investigación, de documentación, de pruebas, no sé si de dibujos en algún cuaderno… “Como son sólo dos personajes, casi en tiempo real, me centré mucho en los personajes y en sus expresiones, porque creo que es lo mejor del texto, y es lo que te hace entrar en el libro -continúa Luciano Lozano-. Aquí he tenido la sensación de que más que ilustrador, era director de cine dirigiendo a dos actores. Como si lo único que hubiera tenido que hacer era elegir el encuadre y dejarlos a ellos solos. Me lo he pasado muy bien con ellos”.

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? ¿Qué hay de nuevo o diferente con respecto a otros trabajos? “Siempre me gusta jugar con el blanco, pero creo que aquí ha ido un paso más allá. Las ilustraciones respiran mucho, y lo he contrastado con algunos fondos de color naranja para que tuviera ritmo. Y a nivel técnico, he prescindido de la línea que suelo usar para resaltar a los personajes. Me da la sensación de que es más pictórico y menos gráfico, aunque es un cambio que igual no es tan obvio”.
¿Qué nos puedes contar de esas dos figuras que aparecen sobre el mueble, que se supone que estaban junto al jarrón, y que también aparecen en las guardas? “Pues son dos perros Foo chinos que tengo en mi casa -afirma Luciano Lozano-. Se usan para atraer la energía positiva en los templos. Como me encanta el interiorismo, siempre busco referencias, igual que el aparador midcentury que también aparece en el libro. Es mi época favorita en mobiliario. Empezaron siendo un motivo secundario, pero me di cuenta de que tienen una bola a sus pies, y como todo el libro va sobre una pelota, me pareció divertido jugar con esa metáfora visual”.

¿Con qué técnicas trabajaste? “Todo el libro es digital. Lo hice con mi iPad, que es la técnica que uso los últimos años, aunque intento trabajar como si lo dibujara a mano con acrílicos”.
Danos algunas pinceladas más sobre el proceso de realización de este libro. “Me pasa con este libro como con alguno más que he hecho últimamente, que mientras lo estoy haciendo me da la sensación de que me sale tan fácil que no está lo suficientemente trabajado. Es como si sólo valoráramos lo que cuesta trabajo y es laborioso. En otro momento, hace tiempo, habría añadido más elementos, pero ya me he dado cuenta de que una vez acabado, es de los que más me gusta como espectador”, confiesa Luciano Lozano.

“La afinidad con el texto y unos buenos editores hacen que las cosas sean muy fáciles. Y creo que a eso es a lo que hay que tender. El postit de las guardas del final con las 5 palabras escritas por la niña se me ocurrió cuando el libro estaba a punto de entrar en imprenta. Le pregunté a los editores y me dijeron que estaba a tiempo de incluirlo. Me gusta jugar con las guardas, y que la última tenga algún detalle diferente. Creo que aquí tiene mucho sentido que la niña se apunte las palabras en un postit”.

¿En qué trabajas ahora? ¿Algún proyecto nuevo? “Sí. Estoy con varios proyectos para editoriales francesas. Uno es la continuación de uno que he hecho este año sobre un gato viajero que envía cartas reales a unos niños, ‘Mon chat autor du monde’, de la editorial Didier Jeunesse. Y tengo dos proyectos empezados como autor, que espero que se editen el año que viene. Los títulos no son definitivos todavía”.
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