Entrevistas
Celsius Pictor y ‘Los devoradores de mentes’

¿Quién dice que los zombis no son reales? Solo tienes que mirar con atención y viajar un poco. Hay avispas, hongos, plantas y gusanos parasitarios especializados en apoderarse de los cuerpos y las mentes de ranas, arañas, hormigas, peces, ratones… mediante métodos muy refinados. En esta veintena de casos de posesión sabrás de hongos que devoran cigarras, gusanos que hacen que los grillos se ahoguen, hongos que empalan hormigas, gusanos que invaden los ojos de los caracoles para que se los coman los pájaros… Verdaderas historias de terror. Así nos presenta la editorial Thule este álbum ilustrado, ‘Los devoradores de mentes’, un trabajo de David Blanco Laserna y Celsius Pictor. Con éste último charlamos un poco más sobre su trabajo en este libro.

¿Cómo nace este proyecto? Celsius Pictor: “Nace a raíz de una propuesta en mayo de 2018 de José Díaz el editor de Thule. En abril nos habíamos conocido en Bolonia y después de ver mi portfolio me pasó un texto que había escrito David Blanco para la editorial y que creía que podía encajar con mi estilo, porque contaba varias historias sobre las interacciones en la naturaleza pero con una atmósfera un poco terrorífica. Me puse a trabajar con los textos y fui dándole vueltas hasta que sin esperarlo fue la propia naturaleza quién dio muestra de su fuerza con la pandemia mundial y esta zoonosis que estamos sufriendo. En este contexto el contenido del libro ha cobrado aún más relevancia de la que tenía”.
¿Qué encontrarán los lectores en sus páginas? “Pues van a encontrar ciencia, humor, terror y fantasía, pero sobre todo creo que van a poder entender un poco mejor cómo funciona la naturaleza y el medio que nos rodea y cómo de interconectado está todo. Es un libro sobre zombis que existen de verdad, con un punto macabro pero sin ser para nada angustioso. Varios adultxs y niñxs que lo han leído me han dicho que les ha parecido fascinante y precioso”.
¿Cómo fue el trabajo con David? “Pues la verdad es que fueron trabajos independientes. Por supuesto hablé con él al principio de todo, me comentó la génesis y cual había sido su intención al escribir los textos y me orientó a la hora de buscar información -nos cuenta Celsius Pictor-. David ha escrito mucho para todo tipo de públicos y me dijo que había intentado darle un tono de humor ligero a las historias que ya de por si daban mucho miedo y me dio libertad total para trabajar. Intenté respetar al máximo su forma de contar pero buscando mi propio camino y según me ha transmitido creo que tanto él como el editor están muy contentos con mi enfoque y mi trabajo”.

De todas las cosas que se cuentan en el libro, ¿qué te llamó más la atención o te sorprendió más? “En realidad todas las historias me parecieron increíbles. Por mis orígenes en una aldea gallega y mi trabajo ilustrando animales entiendo un poco a la naturaleza y sé que a veces puede parecer cruel o que tiene un sentido del humor retorcido. En general para los seres vivos lo principal es la supervivencia pero nunca me habría imaginado cómo de retorcidos pueden llegar a ser algunos procedimientos que han evolucionado con los siglos, cómo una especie puede vivir a costa de otra y a su vez una tercera vivir a costa de esas dos generando encima mecanismos de defensa, como las toxinas, que convierten a animales en zombies o a machos en hembras. La naturaleza es terrible y maravillosa”.
¿Cómo fue el trabajo de documentación/investigación para ilustrar este libro? “La suerte de nuestra época es que en internet está todo si sabes cómo buscar. Hay cientos de fotos, vídeos y artículos científicos tanto en National Geographic como en Nature o páginas relacionadas, así que mucha información la saqué de ahí porque es un hecho que se está investigando y es muy sorprendente -asegura Celsius Pictor-. Algunos animales viven en zonas remotas o por ejemplo, en el caso de las avispas son de una especie y una familia muy concretas, así que tuve que buscar exactamente cuál era cada una. De algunos seres podemos tener referentes pero yo nunca había visto una planta como la Cuscuta pentagona “la planta vampiro” o una artemia, que es un crustáceo diminuto, así que aunque luego me permití muchas licencias para interpretar las historias y los propios animales, la base de investigación y realidad es bastante grande, tengo más de 100 fotos”.

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? “Lo más característico que tienen es que en todos los casos intentan contar una historia a través de detalles o escenas. Es un libro naturalista y científico y no podía hacer ilustraciones demasiado surrealistas o fantasiosas porque se habría perdido esa esencia del texto, pero sí que es un libro sobre la naturaleza más del siglo XXI, para un público que tiene o no ha perdido la capacidad de sorprenderse y descubrir cosas maravillosas. Así que con una base en la realidad intenté construir un mundo vivo de color y detalles que te meten en la historia y al mismo tiempo te invitan a dejar volar la imaginación. Todo el tiempo mientras ilustraba me imaginaba un programa de animación con esos animales y colores contando historias reales y yo mismo estaba emocionado”.
¿Qué hay de diferente respecto a otros trabajos? “La diferencia principal y más obvia es el color, pero también una evolución propia. Mi estilo intenta rescatar el trabajo con tinta y grabado previo al siglo XX y hago mucho collage con grabados antiguos, pero si te fijas en mis trabajos anteriores el color está muy controlado y nunca se satura, porque la combinación de colores saturados y línea negra mancha muchísimo la imagen, se empasta y pierde detalle. En este libro, una vez hechas todas las ilustraciones en blanco y negro las enseñé a mis amigos Manuel Marsol y Maguma con quienes fui a Bolonia y me retaron a desatar el color en el libro -relata Celsius Pictor-. Cuando hice la prueba me di cuenta que gracias a esto podía conseguir una atmósfera venenosa, matizar detalles que podrían resultar un poco desagradables y generar ese ambiente de surrealismo sin perder el ancla con la realidad”.

¿Con qué técnicas trabajaste? “Siempre trabajo a partir de imágenes y grabados muy antiguos, porque me gusta mucho la calidad y el amor por el detalle de la época pre-digital, sin prisas y con delicadeza. Tengo una base de datos enorme de grabados escaneados y libros antiguos de dónde voy sacando piezas diminutas y ensamblándolas en digital o en analógico como un relojero. Este proceso me puede llevar días con solo una ilustración. Pero para este libro no era suficiente porque a veces esas ilustraciones antiguas son demasiado rígidas y les falta sentimiento, además de que en esta ocasión debía tener una referencia real, así que tuve que dibujar yo mismo encima muchos detalles como babas, telarañas o elementos más orgánicos viendo referencias de ilustraciones como algunas hechas para libros de Lovecraft.La ilustración de la hormiga zombi que fue la primera que terminé tiene decenas de capas de línea digital y trocitos de grabados y me llevó más de una semana solo la línea. Por último añadí algunas capas de texturas para darle más viveza a los colores y esto hizo que animales como el pez payaso tengan un brillo que parece que realmente estás viendo brillar sus escamas y a su vez otros animales tienen como una capa de óxido que se adapta genial a mi lenguaje y hace crecer esa atmósfera orgánica”.
Háblanos un poco del proceso de elaboración de este libro. “El proceso fue difícil al principio porque me costó mucho encontrar el tono adecuado al texto. David escribió las historias con un tono sencillo, de divulgación y con sentido del humor pero las historias reales son crueles y horrorosas y no acababa de entender que el editor quisiera hacer un libro de terror para niños. Cuando entendí la idea los primeros bocetos eran en mi estilo habitual con animales antromórficos o en composiciones de animales mecánicos con un cierto grado de humor como hago siempre -continúa Celsius Pictor-.»

«La historia de las garzas y las ranas es un buen ejemplo pero la combinación de texto e imagen no funcionaba porque se cargaba el equilibrio entre ambos y salía un libro caricaturesco, no de terror. Empecé a montar la ilustración de la hormiga zombi con un poco de miedo y expectación a ver qué me salía pero lo que salió era terrorífico y muy fascinante así que seguí por ahí. Ese trabajo tan detallado con base en un animal real multiplicó exponencialmente el trabajo y el esfuerzo que dediqué al libro pero el resultado es mucho más espectacular de lo que pensaba al principio. Y además esto es algo que me ayuda mucho a trabajar, ver que cada ilustración es más brillante que la anterior me ayuda a hacer la siguiente, a implicarme en el detalle. Y finalmente a la hora de añadir el color probé con colores reales, cangrejos rojos o árboles marrones, pero eso convertía otra vez las ilustraciones en algo soso y triste y les quitaba brillo, así que opté por aligerar el negro de la línea y utilizar el color aleatoriamente con texturas. Creo que esta decisión equilibró las imágenes con el tono del texto de manera que ambas partes cuentan la misma historia por caminos diferentes”.

¿Qué dirías que has aprendido con este proyecto? “Pues muchísimas cosas -asegura Celsius Pictor-. Por un lado he ampliado todo lo que sabía del complejo medio en el que vivimos, de las relaciones tan extremas que se establecen entre los seres vivos y que la vida siempre se abre paso pese a quien pese. Por otro lado a nivel técnico he aprendido a integrar mucho más mi propio trabajo internamente, a introducir elementos de mi propia mano manteniendo el estilo de los grabados antiguos sin que se note la diferencia y a crear una ilusión de realidad con mis ilustraciones que torna en otra cosa a poco que empieces a bucear en los detalles entre texturas y colores. Ahí es donde empieza a aparecer la fantasía que es algo que me apasiona desde pequeño, ser capaz de descubrir nuevas capas para que cada vez que ojees el libro te parezca nuevo y que nunca se agote el texto ni las historias”.
¿En qué estás trabajando ahora? “Ahora mismo estoy trabajando en el lanzamiento de una baraja de naipes en la que llevo trabajando unos años y que finalmente vamos a lanzar por crowdfunding en un par de meses. Y también estoy implicado en algo relacionado con el mundo de la perfumería que de momento es secreto. No tengo proyectos editoriales de encargo a la vista aunque hay una oferta de Francia que aún no es firme. Llevo algún tiempo pensando en hacer un libro de laberintos y es posible que de aquí a Navidad me embarque en auto-editarlo y por último en los ratos libres voy poco a poco preparando una futura exposición”.
Cómic
Joaquín López Cruces, Enrique Bonet y ‘El otro mundo’

Verano de 1933. Un reducido grupo de estudiantes y maestros llega a Neveros, una remota aldea de la Alpujarra, enviados por el gobierno de la Segunda República para desarrollar allí uno de sus proyectos culturales más ambiciosos: las Misiones Pedagógicas, con las que quiere hacer llegar a los campesinos un inmenso patrimonio cultural al que nunca han tenido acceso -la música, el teatro, la poesía, el arte…-. En sesiones cargadas de magia, les descubrirán el cine y sus asombrosas proyecciones; les ofrecerán charlas sobre sus derechos y deberes como ciudadanos de la República, y les dejarán el rastro imperecedero de una biblioteca de libros y discos de pizarra. Con mucho esfuerzo, los viajeros se irán ganando la complicidad y el entusiasmo de los aldeanos, especialmente de los niños; pero también la hostilidad y la desconfianza de quienes ven amenazadas sus ideas, sus creencias y sus formas tradicionales de vida…

‘El otro mundo’, editado por Astiberri, se inspira en la experiencia real de la Misión Pedagógica desarrollada en varios pueblos de la Alpujarra granadina en agosto de 1933, entre cuyos miembros se encontraban el cineasta José Val del Omar y el escritor y poeta Antonio Sánchez Barbudo. Enrique Bonet y Joaquín López Cruces indagan en los efectos del choque cultural entre dos mundos que siempre se habían dado la espalda, y en el enfrentamiento entre los anhelos de transformación social y la feroz resistencia al cambio y la pérdida de privilegios. Con ellos hablamos una mañana, en una cafetería junto al Arco de Elvira, en Granada, en una cafetería con libros que gestiona una familia gazatí. En las siguientes líneas tenéis algunas pinceladas y reflexiones alrededor de este trabajo.
¿Cuántos encuentros como este, aunque solo entre los dos, ha habido? “Alguna que otra, pero también muchas digitales, evidentemente, con mucho WhatsApp y mucho correo electrónico”, comenta Enrique Bonet. “Recuerdo que tuvimos la primera reunión, eso ya lo hemos contado varias veces, y esto fue por culpa de Munuera, fue el que nos lió. Fue en una reunión con varios dibujantes y cerveza -continúa Joaquín López Cruces-. Llevaba tiempo queriendo hacer un cómic largo, porque desde el primero que hice, hace más de 30 años, solo había hecho cosas más pequeñitas. Tenía mi propio proyecto, pero nada, eso de trabajar en solitario es muy complicado. Y fue Munuera el que me dijo que Enrique tenía un proyecto muy interesante”.
‘Le pedí a Enrique que me contara, pero me extrañó también un poco, porque siendo dibujante, y le dije: “¿no lo quieres hacer tú?” Y me dijo, no, no, estupendo”. “Yo llevaba tiempo dándole vueltas a la cabeza, con esta idea, con este proyecto de las misiones. Llevaba casi un año reuniendo documentación, pero no arrancaba con el guión”, apunta Enrique. “Si lo dibujas tú, no me lo pienso.Porque Joaquín, él lo sabe, ha sido uno de mis referentes o de mis maestros”.

¿El proceso de documentación? Enrique Bonet: “Yo había reunido mucha documentación escrita, empecé a informarme sobre las misiones, porque en internet había muchísima información, muchos artículos, y luego un libro que fue la fuente fundamental de información, tanto para mí como para Joaquín, que es un catálogo de una exposición que hizo la Residencia de Estudiantes hacia 2006, muy rico en imágenes y fotos. Es un libro muy bien editado. Fue un incentivo también para empezar a meterme en el mundo gráfico. Porque a mí esta idea surge gráficamente. La primera idea fue viendo imágenes que encontré por casualidad, y vi las primeras imágenes de un pequeño documental rodado por Val del Omar. Y esas primeras imágenes fueron las que me abrieron la pista y lo que me motivó a hacer la historia”.
“También unida al tema de la Alpujarra -continúa Joaquín López Cruces-, que es un mundo que conozco bastante. He ido muchas veces y me parece también muy sugerente para dibujarlo”. En este momento comentamos cómo se refleja la singularidad de esta comarca granadina en una doble página, en la que Joaquín nos traslada casi a vista de pájaro a la plaza del pueblo… “Sí, eso fue gracioso, hacer la doble página fue una sugerencia de un amigo, de Javier de Isusi, el dibujante. Le enseñé las páginas que llevaba, y esa ilustración era una media página. Y me dijo, “estás loco, ponlo más grande, eso merece más”. Entonces, empecé a pensar, hice la prueba, y claro, tenía razón. Pero eso me obligó a retroceder, para que eso fuera una doble página, tuve que volver al principio y rehacer muchas cosas. Pero se lo agradezco, porque es una doble página que le gusta mucho a la gente. Además al lector le ayuda a descansar un poco, a situarse, a entender ese momento, hay como un cambio de ritmo, narrativamente funciona muy bien”.

Una de las esencias de la historia es ese momento previo a la Guerra Civil, en el que ya algo se palpa en el ambiente. “Realmente el objetivo de la historia es contar ese momento en el que ya la gente no se ponía de acuerdo, la gente no hablaba, sino que empezaba a haber un enfrentamiento en el que el diálogo parece que era imposible”, señala Enrique Bonet. Y, claro, el papel de las misiones era todo lo contrario, era la idea de llevar la cultura, el diálogo, la razón, de extenderla a todos los rincones, y te encuentras con esa realidad donde el país ya empezaba a estar dividido y partido. Que, además, tiene unas lecturas muy contemporáneas también, desgraciadamente. Quizás no era la intención, alprincipio, no teníamos esa idea, pero luego te das cuenta de que estamos casi reflejando un momento”.
“Una cosa que me ha gustado mucho, a la hora de todo el desarrollo del libro, es que muchas de las cosas que han ido ocurriendo con el libro han sido, no digo casuales, sino que la propia estructura de la historia, los propios elementos que Joaquín iba aportando, van construyendo la historia. Al final, es todo como muy orgánico”.

“No había cosas premeditadas, sino que han sido hallazgos que hemos ido encontrando, conforme el guión se iba construyendo y la historia iba creciendo también gráficamente. Aparte que yo he hecho una cosa que creo que no hay que hacer, que es que lo he dibujado por orden y página por página, y la primera parte incluso sin que se hubiera acabado el guión. Por eso, quizás, tiene ese aspecto orgánico, que ha ido desarrollándose”, indica Joaquín López Cruces.
“Él me ha sugerido cambios de dibujo, yo le he sugerido cambios de guión… Yo tenía una estructura básica desde el principio, que fueran tres días, tres actos, sabía cómo empezaba, cómo acababa, sabía más o menos lo que pasaba en medio, pero el desarrollo de todo eso lo fui desgranando poco a poco. Lo del color, también fue surgiendo. Me gustó mucho cuando Álex Romero dijo que parecía hecho por una sola persona, lo lees y no se nota que hay dos autores, y eso me encanta porque yo también lo veo así, y además pienso que esa es la magia de trabajar con alguien”.

Después hablaremos un poco más del uso del color, pero me gustaría también que habláramos de la figura del maestro. “Hay una frase cuando llegan al pueblo y los recibe el maestro, es el que recibe a la misión, porque las autoridades estaban en otras cosas, y uno de los componentes de la misión dice: “nadie mejor que un maestro para representar a la República”. Creo que esa es una de las claves también de la historia, el papel que hizo la República en ese sentido”, nos comenta Enrique Bonet. “Era un apoyo, todo ese suministro de libros, era para apoyar a la escuela y al maestro, para que tuviera herramientas. Las misiones, yo las veía como una extensión de la escuela pública, de ese intento que hizo la República y en el que invirtió muchísimo esfuerzo en dignificar el papel de los maestros, en crear escuelas, y que esas escuelas enseñaran de una determinada manera. Y las misiones eran un poco una extensión de esa política”.

“A mí lo que me gustaba de los proyectos de las misiones, entre otros, como el de La Barraca, que es más conocido, es que éste era un plan sistemático y un plan muy bien pensado, muy bien programado, muy planificado, y con una intención a muy largo plazo -continúa Enrique-. Lo que siempre pedimos en las políticas culturales, que no se suele hacer, aquí era una cosa muy a largo plazo, sabiendo que esto no iba a dar un resultado inmediato. Eran semillas. Y lo que contamos nosotros, la misión ha pasado por ese pueblo, ha dejado una semilla, y algo va a pasar ahí, personificado en esta niña, en Lucía, lo que recibe, pero no solo ella, porque el resto de los niños también, al final cambia su vida”.

Vamos con el color, que lo marcan la niña, Lucía, el pelo de María y el fantasma… “Es como una V, porque es Lucía la que se relaciona con las otras dos -nos cuenta Joaquín López Cruces-. Fíjate que ni siquiera en el guión estaba eso, tampoco son exactamente protagonistas, porque María es una más de las misiones. Pero a mí me gustó, ya que teníamos una pelirroja, que es la que da ese color rojo, unirla con las otras, me parecía que era interesante. Al principio, yo pensaba hacerlo en blanco y negro, pero claro, una pelirroja en blanco y negro, cómo se indica, cómo se cuenta, es relevante que sea pelirroja, porque también añade ese punto de extrañeza a los lugareños… Pensé hacerla a dos tintas, hice bastantes pruebas, a ver cómo quedaba, pero en el fondo era como un reto para mí, porque siempre he sido más dibujante de líneas, de blanco y negro. Al final me obligué a trabajar con una paleta pequeña. Que no fuera blanco y negro, pero mitigarlo de manera que el rojo destacara”.

¿Y las técnicas? “Hice bocetos a lápiz, pero en una libreta aparte, y luego las páginas están dibujadas directamente en un iPad. A veces fotografiaba los bocetos con el mismo iPad o escaneaba alguna cosa, si lo tenía muy trabajado prefería escanearlo y lo calcaba”, afirma Joaquín López Cruces.
¿Y el fantasma? “Bueno, esta es una historia de ficción, estamos fabulando, estamos en un mundo donde se van a mezclar elementos mágicos con elementos reales y quería jugar desde el principio en ese terreno, no de la fantasía, pero sí donde, como fabulador, nos permitía hacer cualquier otra cosa. Y si conseguíamos que el lector ya desde el principio entrara en ese juego, pues ya eso nos daba una herramienta. Tenía claro desde el principio que quería mezclar el tema de la magia, quería que aparecieran elementos mágicos y en la Alpujarra eso también estaba muy presente”, asegura Enrique Bonet. “Y en ese mundo pensé rápidamente en este fantasma, que nos permitía, por un lado, tener el contacto con la niña, como la niña era muda, la niña no hablaba, el único personaje con el que mantiene cierto diálogo es con este fantasma, aunque ella no habla, pero hay un diálogo entre las dos, y permitía introducir esas pinceladas de lo que está por venir, del futuro y también esa referencia al pasado sangriento de la Alpujarra. Con todas esas claves se va construyendo ese personaje. Y luego la aportación de Joaquín, que fue fundamental, a la hora de darle forma a ese fantasma, que yo lo había imaginado de una manera totalmente distinta…”.

“Yo, en vez de poner a una señora andando, la envolví en sudarios, me documenté en esculturas griegas, porque era lo que me sugería a mí alguien envuelto así, en vendas, no iba a poner a la momia, pero tampoco a una señora muy bien arreglada. Esta mujer se ha despertado, la han sacado de ahí, pues estará envuelta así… Y luego, no sé, la primera vez que la puse andando, la subí unos centímetros por encima del suelo, y ya la hice que volara y todo. Pero yo pienso que sí, que si eres un fantasma, qué menos que puedas volar, no tienes esas limitaciones que tenemos en vida”, sonríe Joaquín López Cruces.
‘El otro mundo’ cuenta además con un sugerente apéndice de 16 páginas escrito por Enrique Bonet, que incluye diverso material gráfico y ubica lo que fueron las Misiones Pedagógicas que se desarrollaron en la Segunda República española. Un extra sobre el qué, y el quién es quién de aquel proyecto de promoción de la cultura que llegó a miles de pueblos y aldeas de España y que se desmanteló con la instauración de la dictadura franquista al fin de la guerra civil. También en esta parte del libro podemos disfrutar de los bocetos de Joaquín… “Tenía claro que quería meter algún tipo de complemento, de contextualización de las misiones -afirma Enrique Bonet-. Porque eso me permitía, también, no tener que explicar cosas en el tebeo. Habrá gente que se lea esto y quiera saber algo más, pero no se lo voy a contar en la historia”.


“La mayoría de bocetos son de la libreta, claro. Así es como yo trabajo, subo aquí las paginitas que hago antes de meterme en faena. Primero los hago sin páginas ni nada para ver si funciona la lectura de las viñetas, luego ver cómo encajan en la página… Tiene una parte que siempre es más rica el boceto”, añade Joaquín López Cruces.
Cómic
Marina Velasco y su trabajo en ‘Mientras sea verano’

El verano es una época de oportunidades, capaz de crear situaciones que en ningún otro momento se darían. En Almajadilla, un pequeño pueblo ficticio que aúna la cultura mudéjar aragonesa y la herencia andalusí del sur, coinciden dos mujeres de generaciones y vidas muy distintas. Lejos de chocar, crean un fuerte vínculo gracias a la búsqueda conjunta del amor propio: Fina, vecina y trabajadora del pueblo, nunca lo ha conocido; a Berta, recién llegada de la ciudad, se le ha arrebatado a la fuerza. ‘Mientras sea verano’, editado por Salamandra Graphic, es una historia que homenajea la cultura popular, celebra la diversidad y pone en valor el conocimiento transmitido entre mujeres. Con su autora, Marina Velasco, hablamos en las siguientes líneas.

¿Dónde está el origen de este proyecto? “El proyecto surge de las ganas de reflexionar sobre las posibles relaciones que se darían si nos detuviéramos a conocer verdaderamente a las personas de nuestro entorno (compañeras de trabajo, vecinas, etc…). Personas con las que compartimos gran parte de nuestro día y, sin embargo, apenas conocemos”.
¿Qué encontrarán los lectores en sus páginas? “Encontrarán dos historias de crecimiento. Dos mujeres, totalmente opuestas, que coinciden en un pueblo recóndito de España. Movidas por su necesidad mutua de compañía, entablan una relación que les hace reflexionar y aprender sobre el cuidado. Todo ello contado desde la cotidianeidad y el humor. Acompañado de las sorpresas, el color y la magia que una DragQueen inesperada trae a sus mundos”, nos cuenta Marina Velasco.

¿Cómo fue el trabajo previo al libro? Me refiero a esa fase de investigación, de pruebas, no sé si de dibujos en algún cuaderno… “Esta obra se aleja del carácter documental de «Que no se olvide«, introduciéndose en la ficción. Por ello el inicio del proceso tuvo que ser muy diferente. El primer trabajo era dar vida y personalidad a los personajes. Algo que, para mí, empieza en mi mente: creé tres personajes que dejé habitar mis pensamientos a su modo; observando la manera en que interactuarían unos con otros en la vida real y planteando situaciones ficticias con las que ir desarrollando su personalidad y su forma de expresarse -continúa Marina Velasco-. Una vez tuve los personajes y las motivaciones de la historia claras, llegó la hora de materializarlo. Para ello tengo un cuaderno, reservado exclusivamente a esta obra, que fui llenando de bocetos, ilustraciones, anotaciones de guion, etc.”.
Háblanos un poco más sobre cómo nacen estos personajes. “A pesar de ser personajes o historias ficticias, me gusta que mi trabajo nazca siempre de la realidad y de mi percepción del mundo. Observo el entorno, buscando detalles y fragmentos de historias que llamen mi atención y las anoto en mi cuaderno. Los personajes de «Mientras sea verano» nacieron de una de esas observaciones. Una breve situación en la que pude ver cómo el mundo de una mujer rural, que apenas conocía lugares fuera de su pueblo, se puso patas arriba al chocar, de manera inocente y genuina, con la comunidad LGTB”

¿Con cuál te identificas más? o ¿Qué hay de Marina en estos personajes? “Por edad, me es más fácil identificarme con Berta. Pero tengo un cariño enorme a Fina. Podría afirmar que Fina ha ido absorbiendo su ternura desbordante de mujeres imprescindibles en mi vida. Creo que es imposible descubrir a Fina y no quererla”, confiesa Marina Velasco.
¿Qué relación tienes (si la hay) con ese mundo rural que se muestra en el cómic? “Los veranos de mi infancia han trascurrido en un pequeño pueblo aragonés. Un lugar perdido en el monte, en el que la vida sucede ajena a la velocidad y la locura de las ciudades. Conforme crecí, mi vida se desplazó a Madrid y ninguno de los pueblos que yo veía a su alrededor se parecía a los pueblos de mi memoria. Eran grandes, con carreteras recorriendo sus calles y con tantos habitantes que no podían conocerse todos entre ellos. Por trabajo, me marché una temporada a la zona rural de Almería. Y para mi sorpresa, allí, en la otra punta de la península, los pueblos eran iguales a los que tanto conocía. Pueblos pequeñitos, llenos de cuestas, de rincones en los que ni los coches ni las prisas pueden entrar, con una historia propia en la que todos sus habitantes son protagonistas. De esa gran sorpresa surge el pueblo de esta historia, Almajadilla. En el que se mezcla la herencia Andalusí con la Mudéjar, el sur con el norte y nos da como resultado un lugar que podría estar en todos y en ningún sitio de España”.

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? ¿Qué hay de nuevo o diferente con respecto a otros trabajos? “Mis ilustraciones están siempre marcadas por la búsqueda de la expresividad. No pretenden ser anatómicamente correctas o fieles a la realidad, sino que deforman la perspectiva y las proporciones para ganar expresividad y narrar a través de los cuerpos. En esta obra, busco además explorar con mayor profundidad el lenguaje del cómic. Parto de las composiciones de viñetas más clásicas y juego con ellas para crear páginas dinámicas llenas de color y movimiento”, afirma Marina Velasco.
¿Con qué técnicas trabajaste? “Al igual que en mi obra anterior, parto del dibujo analógico. Me gusta mucho la fuerza y la expresividad que los materiales dejan sobre el papel. Creo todas las ilustraciones en papel, empleando lápiz y manchas de tinta. Seguidamente escaneo los dibujos y les añado el color de manera digital”.

Nos ha llamado mucho la atención y nos ha encantado ese recurso que has utilizado en algunas viñetas para describir algunas acciones o movimientos, a través de flechas discontinuas, y nos gustaría que nos hablaras un poco de este recurso. “Ese recurso viene de mi pasión por el movimiento. Me encanta jugar con las diferentes maneras de representarlo -comenta Marina Velasco-. Por ello, en la obra podemos ver figuras que se duplican, como si se superpusieran los fotogramas de una animación tradicional. O cuerpos de los que salen numerosos brazos, siguiendo el movimiento que realizan cuando gesticulan al hablar. Las flechas acompañan estas estrategias. En algunos casos enfatizan el dinamismo y guían el movimiento de la propia ilustración. En otros, adquieren un valor más irónico, recalcando detalles que ya son obvios para el espectador”.

¿En qué trabajas ahora? ¿Algún proyecto nuevo? “Después de haber publicado dos libros en 2025 («Mientras sea verano» y «Luna por encima de todo«), ahora estoy tomándome un pequeño descanso antes de ponerme manos a la obra con los siguientes proyectos editoriales que tengo en mente. Mientras tanto, sigo trabajando en proyectos artísticos de otra índole, como mi colaboración con La Pulpería, espectáculo de la DragQueen Lucy Octopussy, que dibujo en directo y para el que realizo toda la cartelería; el diseño del cartel del XXIV Salón del Cómic de Zaragoza; o intervenciones artísticas para el Festival Asalto de arte urbano”.
Álbum Ilustrado
David Lorenzo y Lucía Belarte nos abren las puertas de ‘La panadería’

‘La panadería’ es una historia de tolerancia y solidaridad con unas sorprendentes ilustraciones que invitan a disfrutar de hasta el más mínimo detalle. Frente a los recelos y la desconfianza hacia quien es diferente o de procedencia foránea, esta fábula actual promueve la tolerancia, la diversidad, la integración y la ayuda mutua en aras de una sociedad mejor. Así nos presenta la editorial Kalandraka este álbum ilustrado de David Lorenzo y Lucía Belarte.
Buscando un lugar donde desarrollar su oficio como panaderos y formar parte de la comunidad, una familia de lobos deja la ciudad -un espacio hostil habitado por distintas especies de fauna salvaje que deambulan con rostro serio- para instalarse a las afueras de un pueblo cuyo vecindario está formado por animales domésticos. Aunque allí tampoco son bien recibidos, los protagonistas tratan de ganarse la confianza de la población. Ante un gran temporal que inunda las calles y las casas, la familia de lobos se une a todo el pueblo para colaborar en la limpieza del lodo, un gesto solidario que cambia la consideración negativa que les tenían.

‘La panadería’ se presentó al XVII Premio Internacional Compostela de Álbum Ilustrado y su creación fue muy anterior a la trágica Dana de 2024 en Valencia. Desde un prisma infantil, el hijo mayor es el narrador de este relato emotivo que, a modo de flashback, describe las peripecias de la familia para salir adelante.
Lo primero, contadnos cómo nace este proyecto. Lucía Belarte: “Hace unos años surgió una idea en común con David sobre la historia de una familia de lobos que se debía mudar a una villa habitada por animales domésticos, en la que, al principio, no eran bienvenidos. En 2024 decidimos presentar el proyecto al Premio Compostela para álbumes ilustrados bajo el título de ‘La panadería’. Cuando salió el fallo del jurado y pedimos cita para ir a recoger los originales, nos informaron de que los tenía la editorial Kalandraka en su sede en Pontevedra. En una reunión con los editores nos dijeron que podrían estar interesados en publicarlo”.
¿Qué encontrarán los lectores en las páginas de este libro? Lucía Belarte: “Es una fábula sobre la tolerancia y la aceptación del diferente, una invitación a no dejarnos llevar por los prejuicios. Una muestra de la solidaridad humana cuando se produce un desastre natural y también un homenaje a todas esas personas autónomas que saben lo difícil que es sacar un negocio pequeño adelante”.

David Lorenzo: “Respecto a la ilustración quiero indicar que he incluido muchos ‘easter eggs’ escondidos en las páginas, para que los más curiosos hagan descubrimientos en cada nueva lectura. Es algo que me encanta hacer, creo que se debe a mi pasión por el cine”.
¿Cómo fue el trabajo previo al libro? Me refiero a esa fase de investigación, de pruebas, no sé si de dibujos en algún cuaderno… “Mi investigación fue sobre la labor de los panaderos, sus horarios, vocabulario preciso de la profesión, etc.”, nos cuenta Lucía. Para David Lorenzo “el proceso de creación de personajes fue bastante rápido, ya que Lucía y yo teníamos la misma idea en relación a la familia lobo. Traté de reflejar la ternura y el amor entre padres e hijos, el dolor y la nostalgia del viaje, el empezar de cero en un lugar diferente, la esperanza de un nuevo comienzo hacia un futuro mejor… Quería darle un trasfondo mayor a este relato, así que incluí pequeños retazos en las ilustraciones de la obra de Keith Haring. Meterme de lleno en su universo me sirvió para ahondar aún más en la idea de la tolerancia y la aceptación de lo distinto”.

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? “Creo que me decantaría por lo que me parecía todo un reto, que era darles vida a los protagonistas. Quería conseguir que, a pesar de ser animales antropomorfos, cualquiera de nosotros pudiese sentir el calor de esa familia e identificarse con las cosas que les ocurren”, asegura David Lorenzo.
¿Qué hay de nuevo o diferente con respecto a otros trabajos? “Diría que realizar un álbum completo a grafito. -continúa David Lorenzo-. Es algo que he disfrutado a pesar de la cantidad de trabajo que supuso, debido a las dimensiones de las dobles páginas, así como a la cantidad de escenarios, personajes, textura del pelo/plumaje de los animales, etc. Había trabajado esta técnica con anterioridad, pero en ilustraciones independientes, nunca durante tanto tiempo seguido”.

¿Con qué técnicas trabajaste entonces? “Está elaborado íntegramente a lápiz de grafito y podéis creerme que he gastado unos cuantos lápices. Elegí el grafito porque siento que dota a las ilustraciones de cierta ambientación y nostalgia. Me gusta cambiar de técnica pictórica según el proyecto, porque creo que cada obra pide su propio medio. La historia, los personajes, el contexto… me condicionan mucho a la hora de decantarme por una u otra. Concibo la creación como un juego que despierta a ese niño interior que todos tenemos, y ¿a qué niño no le gusta jugar?”

Dadnos algunas pinceladas sobre el proceso de realización de este libro. “Primero me centré en diseñar los personajes. Una vez que los tuve, creé el storyboard, donde Lucía participó activamente. Después de varias versiones y revisiones, amplié las imágenes de este storyboard para pasarlo al papel. Me gusta pasar las imágenes directamente del storyborad porque considero que conservan mayor frescura y espontaneidad. Ya en grande, detallé el dibujo, planteé la iluminación de cada escena y aquí comenzaría el proceso de sombreado a grafito”, asegura David Lorenzo.

¿En qué trabajáis ahora? ¿Algún proyecto nuevo? Lucía: “Sigo formándome, experimentando y escribiendo nuevas historias. Espero que alguna vea la luz el próximo año”.
David: “Estoy trabajando en un cómic/trilogía que verá la luz como obra completa y en un nuevo proyecto personal con Lucía del que todavía no podemos hablar”.
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