Entrevistas
Puerta y Odriozola: Sentimientos encontrados

Cuando sentimos algo, no necesariamente identificamos qué sentimos. Es más, muchas veces ni siquiera somos capaces de distinguir un sentimiento de otro, calificamos erróneamente aquello que nos pasa o lo que consideramos que le sucede a otra persona. Una interpretación errónea seguramente conllevará una respuesta equivocada. Por eso, en este libro nos hemos planteado hacer una reflexión ilustrada que lleve al lector a pensar sobre lo que se siente, mientras juega y se relaciona con los, al menos, siete personajes del libro. Para eso, nos basamos en textos filosóficos clásicos y narramos a través de imágenes el acontecer diario de una familia. Son las palabras de la nueva editorial Ediciones Modernas El Embudo para presentarnos ‘Sentimientos encontrados’, un proyecto de Elena Odriozola y Gustavo Puerta Leisse. Con ellos y con Marta Ansón, parte de la nueva editorial, hemos charlado sobre este libro.

¿Cómo surge la idea de lleva a cabo un proyecto como este? Gustavo: «Déjame que me retrotraiga a la prehistoria. Recuerdo el primer libro que vi de Elena Odriozola. ‘Como un botón‘, se titulaba. Lo leí en Caracas, en el Banco del libro. Creo que sería en 1999. Me fascinó. Se trata de una colección de magníficos haikus de Juan Kruz Igerabide. Odriozola e Igerabide entonces para mí eran apellidos impronunciables y yo, que tan malo soy para los nombres, los aprendí al instante. Tres años después mientras visitaba Madrid, entré en la librería La Mar de Letras y lo compré. Si alguien me hubiese dicho en aquel entonces que un día yo escribiría un libro para niños, que lo ilustraría Elena, que lo traduciría al euskera Juan Kruz y que, además, lo sacaríamos en una editorial que crearíamos Elena, yo y Marta (la librera que me vendió el libro y que hoy, además de socia, es mi esposa y madre de mi hija), claramente le hubiese dicho a esa persona que deliraba. Sin embargo, viéndolo en retrospectiva, advierto que ya en aquel momento se estaban fraguando las bases de lo que veinte años después sería este libro y esta editorial: me sentía descontento con el academicismo de la filosofía y estaba convencido de que era necesario llegar al público general, me interesaba mucho la literatura infantil y veía enormes posibilidades creativas que no se estaban tomando lo suficientemente en serio y sentía una verdadera admiración por aquellos ilustradores capaces de expresar una forma de ver e interpretar el mundo personal. Seguro que Elena puede contar mejor que yo (o al menos de forma más precisa) el origen de ‘Sentimientos encontrados‘. Pero ahora que me lo preguntas, me vino el recuerdo de aquel remoto momento en el que descubrí el trabajo de la Odriozola».
Elena: «Creo que es imposible contarlo mejor, es tan emocionante. Pero siendo más precisa, este proyecto empezó después de hacer un ejercicio para un taller impartido por Gustavo y Javier Zabala en San Sebastián, allá por el año 2009. Una de las actividades consistía en contar una historia en forma de auca. El auca es un género de la estampa popular que consiste en una serie de viñetas agrupadas de cuatro en cuatro, acompañadas la más de las veces con unos pareados, que aborda temas muy variados: el mundo al revés, la vida del niño bueno y el niño malo, vidas de santos, la narración de episodios históricos… Yo hice una casa. En realidad, me apunté al taller por estar con Javier y Gustavo, sin ánimo de hacer gran cosa. Pero unos días antes, hablando con Gustavo, me dijo: «¿Y si haces una casa?». Le hice caso, y aunque por supuesto no acabé el ejercicio, Gustavo me animó a terminarlo. Lo hice y esta ilustración fue el inicio de ‘Sentimientos encontrados‘».

Contadnos un poco qué van a encontrar los lectores en las páginas de Sentimientos encontrados. Gustavo: «Una casa y una llave. Un espiral. Dos franjas separadas entre sí: una grande de ilustración y una pequeña de texto. Siete personajes humanos, un espíritu, dos pajaritos, un perro, un ratón y un periscopio que se interrelacionan entre sí. Una portada y dieciséis páginas ilustradas con dieciséis viñetas, lo que da un total de doscientos setenta y dos recuadros ilustrados. Cuarenta y cinco sentimientos que el lector puede relacionar con esas viñetas (lo que en términos estrictamente matemáticos posibilita doce mil doscientas cuarenta posibles combinaciones posibles entre cada ilustración y cada sentimiento). Y, sobre todo una propuesta, que el libro le sirva al lector para proyectar, identificar y reflexionar sobre aquello que siente».
Marta: «El libro nos invita a asomarnos a las ventanas de una casa donde habita una familia y en la que están sucediendo muchas cosas. Resulta fácil intuir que en el ir y venir de los personajes se esconden muchos sentimientos encontrados. Identificarlos es el juego que se propone, pero lo que el lector NO encontrará son instrucciones claras de cómo jugar, ni soluciones correctas a las preguntas que irremediablemente surgen. Al pie de las ilustraciones, hay pequeñas reflexiones acerca de distintos sentimientos cotidianos, reconocibles por todos, mayores y pequeños. Son textos que, aunque pueden usarse como guía, son abiertos. Sugieren e invitan a la reflexión, sin cerrar significados ni resolver el enigma».
Es sin duda un proyecto rompedor, desde la encuadernación, a la disposición, estructura, juego… ¿qué papel juegan todos estos elementos en el proyecto? Elena: «Es un libro que tiene muchas lecturas posibles. Es un libro dividido en dos franjas que se pueden pasar por separado. Por un lado, está la franja de la ilustración: Aquí vemos una casa compuesta por 16 viñetas. Por otro, la franja inferior, donde aparece el texto y que corresponden a los sentimientos. El libro se puede abordar desde la forma más simple, que sería leer el texto por un lado o, simplemente, mirar las ilustraciones. Otra opción, escoger un sentimiento (alegría o vergüenza, por ejemplo) y buscar la ilustración que cada quien considere que le corresponde. O al revés, primero mirar una ilustración y después asignarle el sentimiento. O… la modalidad de lectura que cada lector considere».
«Precisamente el hecho de que fuera un juego requirió de una estructura concreta que nos costó bastante encontrar -continúa Elena-. Tuvimos que hacer bastantes pruebas hasta dar con ella. Y una vez que estaba clara la disposición de todos los elementos, no fue fácil encontrar la encuadernación adecuada. Estaba bastante claro que necesitábamos unir las páginas con una espiral, ya que la ilustración y el texto debían ir por separado. Al principio, yo me resistí un poco. Me empeñaba en que fuera cosido. Pero vimos que no teníamos otra elección. Una vez decidido, había que encontrar la forma de tapar la espiral para crear un lomo… Creo que lo conseguimos. Estoy muy contenta con el resultado».

Habladnos un poco de las ilustraciones para este libro. ¿Qué diríais que tienen de característico? Marta: Al empezar a pasar las páginas de ‘Sentimientos encontrados‘, la precisión técnica de Elena y la asombrosa minuciosidad de cada una de las viñetas le hacen a uno maravillarse. Sin embargo, esa no es la única razón por la que texto e ilustraciones alcanzan en este libro una simbiosis casi perfecta. Están sucediendo muchas cosas: no solo en el bullicio aparente y en la infinidad de situaciones que ha ilustrado Elena, sino también en los mundos internos de los personajes. Es allí, precisamente, en lo que las ilustraciones no nos dejan ver pero sí intuir, donde residen los sentimientos encontrados de los que se habla en el texto. En esta ocasión especialmente, la riqueza de las ilustraciones de Elena está en su capacidad asombrosa de sugerir, de inquietar. Por eso la minuciosidad está aquí más que justificada, no es una mera exhibición de un indiscutible virtuosismo técnico. La infinidad de detalles se pone al servicio del lector, se le invita a divagar durante horas acerca de lo que está pasando. Y así podremos volver muchas veces a la misma escena, porque siempre encontraremos algo nuevo, llegaremos a nuevas conclusiones que seguirán estando abiertas a nuevas visitas, nuevas miradas y nuevas interpretaciones».
Gustavo: «Solo me gustaría añadir una cosa. Si hay algo que para mí caracteriza este trabajo de Elena es la relación entre la parte y el todo. Cada viñeta funciona por sí misma y, al mismo tiempo, como parte de una página, como parte de una secuencia, como parte de una relación evidente o no con el texto. Elena emplea diferentes tipos de lápices, se vale de los matices que le brindan los distintos tipos de dureza del grafito y del blanco de la página para construir una red de acontecimientos, situaciones y estados de ánimo. Como lectores somos capaces de ver aquello que los personajes no pueden ver y, al mismo tiempo, en ellos siempre hay una zona opaca, algo que permanece oculto a nuestra mirada. Aquello que más admiro de este trabajo, es la capacidad de Elena de infundir vida a la casa y a sus habitantes, valiéndose únicamente de la claridad u oscuridad del grafito».
¿Con qué técnicas están hechas las ilustraciones de Sentimientos encontrados? Elena: «Todas las ilustraciones están hechas a lápiz. Siempre uso portaminas, y en este caso he utilizado minas de distinta dureza (HB y B) y grosor (0.3, 0.5, 0.9). Es un trabajo que he realizado a lo largo de 9 años. Aunque no siempre estaba trabajando en este proyecto. Le dedicaba, por ejemplo, un mes entero al libro y luego lo tenía que aparcar para hacer otras cosas. Muchas veces me sucedía que, cuando volvía a retomarlo, habían pasado algunos meses y no recordaba qué mina había utilizado para determinados elementos que se repiten a lo largo de las páginas. Es algo que nunca se me ocurrió que pudiera pasar. Lo malo es que, aunque han habido varias de estas pausas, yo no escarmenté y seguía sin apuntar. Así que el problema volvía a surgir. Todavía no he escarmentado».
De las palabras-conceptos que se abordan en el libro, ¿con cuál os quedáis cada uno? ¿Qué elegís? Marta: «A mí me gusta melancolía, porque es un sentimiento ambiguo, nada plano, nos sentimos tristes, pero a la vez disfrutamos. Es un sentimiento contradictorio y rico en matices».

Elena: «Me quedo en la misma página que Marta y elijo Nostalgia».
Gustavo: «En este momento, la pena. También el alivio. Mi padre murió hace unos días. Los matices que diferencian dolor, sufrimiento, desdicha y pena, me ayudan para distinguir lo que yo siento, lo que sienten quienes están a mi alrededor (mi hermana, mi hija o mis tíos, por ejemplo) y a lo que tuvo que enfrentarse mi padre durante el transcurso de su enfermedad y el saber que su muerte era algo inminente. Mis sentimientos al respecto son encontrados: siento la tristeza intrínseca a la pena junto a la alegría inherente al alivio. En cambio, nunca me sentí enfadado y ya he dejado de sentirme ansioso. Es una situación anímicamente compleja y pasar por ella me reitera la necesidad y el valor de la palabra para elaborar lo que sentimos y cómo nos sentimos con ello».
¿Por qué nace Ediciones Modernas del Embudo? Marta: «La capacidad de crear cosas de Gustavo y Elena, trabajando a cuatro manos, empezaba a invadir todos los rincones de las casas de ambos y casi por necesidad nace la editorial, como un espacio de contención a esa creatividad desbordante. Más allá de ese primer impulso, Ediciones Modernas el Embudo surge para dar cabida a proyectos que corren el riesgo de perderse entre las demandas comerciales y las estrecheces de todo tipo que sufre la literatura infantil en los tiempos que corren. Proponemos libros divertidos, que retan al lector, con sentido, en los que damos una gran importancia a la calidad de los contenidos y de las formas. Sabemos de dónde partimos, pero aún no sabemos a qué puertos nos llevará esta aventura que, como sus libros, nace y se ha constituido como un espacio abierto, de experimentación».
¿En qué trabajáis ahora? Gustavo: «Poco antes de que le diagnosticaran el cáncer a mi padre, había comenzado a leer libros sobre la muerte. Me han interesado mucho las ars morendi, esas guías para «la buena muerte» que aparecieron al final de la Edad Media y que se consolidaron durante el Renacimiento y el Siglo de Oro. También me resulta fascinante toda la iconografía mortuoria: desde las danzas macabras a los emblemas, desde las alegorías sobre las vanitas al humor de las catrinas. Pues bien, estoy escribiendo un libro sobre la muerte para niños y quiero plantearle a Elena el desafío de apropiarse de todo ese imaginario. Me gusta escribir sobre aquello que no sé, aquello que me inquieta, los problemas que me implican tanto en lo afectivo como en lo intelectual. Y, en este momento, hay un problema que no deja de rondarme: cómo una persona que no es religiosa ha de enfrentar la muerte y cómo puede o no responder a las preguntas, miedos e inquietudes que le formulan los niños».
Elena: «Yo estoy rematando el primer libro de la colección ¿Te suena?, dedicada a las retahílas y tradición oral. Nos estrenamos con una versión ilustrada de la canción ‘Yo tengo un moco‘. La verdad es que puedo valerme del título de nuestro primer libro para describir lo que me provoca publicar este título: tengo Sentimientos encontrados. O, quizá, lo podríamos dejar en que me da un poco de vergüenza. A mí nunca se me habría ocurrido ilustrar esta canción. Cuando Gustavo me lo propuso, al principio pensé que estaba bromeando. Luego dudé entre si era una burrada o una genialidad. Al final me entusiasmé y no le di más vueltas, pensé que tenía que hacerlo. Pero este verano, mientras la estaba dibujando, mi hermana lo vio y me dijo: «Qué vergüenza, ¿pero vais a publicar eso? ¿Y tendré que decir que lo ha hecho mi hermana? ¡Qué vergüenza!». Y otra vez se apoderó de mí ese pudor que, por una vez, no sé dónde había dejado. La verdad es que me da un poco de apuro, y lo que más me cuesta es que vaya solo mi nombre en la portada, pero… ha quedado muy muy divertido».
«También estoy dándole vueltas a la segunda entrega de la colección para pre-lectores ‘Que ya sé‘, del que ya hemos publicado un primer título: ‘Ya sé vestirme sola‘. Con este libro me costó lo suyo hasta dar con cómo lo tenía que hacer. Creo que para mí es más difícil crear libros para pre-lectores que otro tipo de álbumes. Igual, esto se debe a que cuando me dirijo a niños muy pequeños tengo que considerar aspectos que normalmente no tengo en cuenta cuando hago libros destinados a otras edades, como la simplificación del texto y del manejo de la elipsis o la necesidad de reiteraciones. Otra dificultad con la que me topé fue la niña protagonista. A mí me parecía una niña pequeña, pero otras personas la veían con más edad».
Cómic
Joaquín López Cruces, Enrique Bonet y ‘El otro mundo’

Verano de 1933. Un reducido grupo de estudiantes y maestros llega a Neveros, una remota aldea de la Alpujarra, enviados por el gobierno de la Segunda República para desarrollar allí uno de sus proyectos culturales más ambiciosos: las Misiones Pedagógicas, con las que quiere hacer llegar a los campesinos un inmenso patrimonio cultural al que nunca han tenido acceso -la música, el teatro, la poesía, el arte…-. En sesiones cargadas de magia, les descubrirán el cine y sus asombrosas proyecciones; les ofrecerán charlas sobre sus derechos y deberes como ciudadanos de la República, y les dejarán el rastro imperecedero de una biblioteca de libros y discos de pizarra. Con mucho esfuerzo, los viajeros se irán ganando la complicidad y el entusiasmo de los aldeanos, especialmente de los niños; pero también la hostilidad y la desconfianza de quienes ven amenazadas sus ideas, sus creencias y sus formas tradicionales de vida…

‘El otro mundo’, editado por Astiberri, se inspira en la experiencia real de la Misión Pedagógica desarrollada en varios pueblos de la Alpujarra granadina en agosto de 1933, entre cuyos miembros se encontraban el cineasta José Val del Omar y el escritor y poeta Antonio Sánchez Barbudo. Enrique Bonet y Joaquín López Cruces indagan en los efectos del choque cultural entre dos mundos que siempre se habían dado la espalda, y en el enfrentamiento entre los anhelos de transformación social y la feroz resistencia al cambio y la pérdida de privilegios. Con ellos hablamos una mañana, en una cafetería junto al Arco de Elvira, en Granada, en una cafetería con libros que gestiona una familia gazatí. En las siguientes líneas tenéis algunas pinceladas y reflexiones alrededor de este trabajo.
¿Cuántos encuentros como este, aunque solo entre los dos, ha habido? “Alguna que otra, pero también muchas digitales, evidentemente, con mucho WhatsApp y mucho correo electrónico”, comenta Enrique Bonet. “Recuerdo que tuvimos la primera reunión, eso ya lo hemos contado varias veces, y esto fue por culpa de Munuera, fue el que nos lió. Fue en una reunión con varios dibujantes y cerveza -continúa Joaquín López Cruces-. Llevaba tiempo queriendo hacer un cómic largo, porque desde el primero que hice, hace más de 30 años, solo había hecho cosas más pequeñitas. Tenía mi propio proyecto, pero nada, eso de trabajar en solitario es muy complicado. Y fue Munuera el que me dijo que Enrique tenía un proyecto muy interesante”.
‘Le pedí a Enrique que me contara, pero me extrañó también un poco, porque siendo dibujante, y le dije: “¿no lo quieres hacer tú?” Y me dijo, no, no, estupendo”. “Yo llevaba tiempo dándole vueltas a la cabeza, con esta idea, con este proyecto de las misiones. Llevaba casi un año reuniendo documentación, pero no arrancaba con el guión”, apunta Enrique. “Si lo dibujas tú, no me lo pienso.Porque Joaquín, él lo sabe, ha sido uno de mis referentes o de mis maestros”.

¿El proceso de documentación? Enrique Bonet: “Yo había reunido mucha documentación escrita, empecé a informarme sobre las misiones, porque en internet había muchísima información, muchos artículos, y luego un libro que fue la fuente fundamental de información, tanto para mí como para Joaquín, que es un catálogo de una exposición que hizo la Residencia de Estudiantes hacia 2006, muy rico en imágenes y fotos. Es un libro muy bien editado. Fue un incentivo también para empezar a meterme en el mundo gráfico. Porque a mí esta idea surge gráficamente. La primera idea fue viendo imágenes que encontré por casualidad, y vi las primeras imágenes de un pequeño documental rodado por Val del Omar. Y esas primeras imágenes fueron las que me abrieron la pista y lo que me motivó a hacer la historia”.
“También unida al tema de la Alpujarra -continúa Joaquín López Cruces-, que es un mundo que conozco bastante. He ido muchas veces y me parece también muy sugerente para dibujarlo”. En este momento comentamos cómo se refleja la singularidad de esta comarca granadina en una doble página, en la que Joaquín nos traslada casi a vista de pájaro a la plaza del pueblo… “Sí, eso fue gracioso, hacer la doble página fue una sugerencia de un amigo, de Javier de Isusi, el dibujante. Le enseñé las páginas que llevaba, y esa ilustración era una media página. Y me dijo, “estás loco, ponlo más grande, eso merece más”. Entonces, empecé a pensar, hice la prueba, y claro, tenía razón. Pero eso me obligó a retroceder, para que eso fuera una doble página, tuve que volver al principio y rehacer muchas cosas. Pero se lo agradezco, porque es una doble página que le gusta mucho a la gente. Además al lector le ayuda a descansar un poco, a situarse, a entender ese momento, hay como un cambio de ritmo, narrativamente funciona muy bien”.

Una de las esencias de la historia es ese momento previo a la Guerra Civil, en el que ya algo se palpa en el ambiente. “Realmente el objetivo de la historia es contar ese momento en el que ya la gente no se ponía de acuerdo, la gente no hablaba, sino que empezaba a haber un enfrentamiento en el que el diálogo parece que era imposible”, señala Enrique Bonet. Y, claro, el papel de las misiones era todo lo contrario, era la idea de llevar la cultura, el diálogo, la razón, de extenderla a todos los rincones, y te encuentras con esa realidad donde el país ya empezaba a estar dividido y partido. Que, además, tiene unas lecturas muy contemporáneas también, desgraciadamente. Quizás no era la intención, alprincipio, no teníamos esa idea, pero luego te das cuenta de que estamos casi reflejando un momento”.
“Una cosa que me ha gustado mucho, a la hora de todo el desarrollo del libro, es que muchas de las cosas que han ido ocurriendo con el libro han sido, no digo casuales, sino que la propia estructura de la historia, los propios elementos que Joaquín iba aportando, van construyendo la historia. Al final, es todo como muy orgánico”.

“No había cosas premeditadas, sino que han sido hallazgos que hemos ido encontrando, conforme el guión se iba construyendo y la historia iba creciendo también gráficamente. Aparte que yo he hecho una cosa que creo que no hay que hacer, que es que lo he dibujado por orden y página por página, y la primera parte incluso sin que se hubiera acabado el guión. Por eso, quizás, tiene ese aspecto orgánico, que ha ido desarrollándose”, indica Joaquín López Cruces.
“Él me ha sugerido cambios de dibujo, yo le he sugerido cambios de guión… Yo tenía una estructura básica desde el principio, que fueran tres días, tres actos, sabía cómo empezaba, cómo acababa, sabía más o menos lo que pasaba en medio, pero el desarrollo de todo eso lo fui desgranando poco a poco. Lo del color, también fue surgiendo. Me gustó mucho cuando Álex Romero dijo que parecía hecho por una sola persona, lo lees y no se nota que hay dos autores, y eso me encanta porque yo también lo veo así, y además pienso que esa es la magia de trabajar con alguien”.

Después hablaremos un poco más del uso del color, pero me gustaría también que habláramos de la figura del maestro. “Hay una frase cuando llegan al pueblo y los recibe el maestro, es el que recibe a la misión, porque las autoridades estaban en otras cosas, y uno de los componentes de la misión dice: “nadie mejor que un maestro para representar a la República”. Creo que esa es una de las claves también de la historia, el papel que hizo la República en ese sentido”, nos comenta Enrique Bonet. “Era un apoyo, todo ese suministro de libros, era para apoyar a la escuela y al maestro, para que tuviera herramientas. Las misiones, yo las veía como una extensión de la escuela pública, de ese intento que hizo la República y en el que invirtió muchísimo esfuerzo en dignificar el papel de los maestros, en crear escuelas, y que esas escuelas enseñaran de una determinada manera. Y las misiones eran un poco una extensión de esa política”.

“A mí lo que me gustaba de los proyectos de las misiones, entre otros, como el de La Barraca, que es más conocido, es que éste era un plan sistemático y un plan muy bien pensado, muy bien programado, muy planificado, y con una intención a muy largo plazo -continúa Enrique-. Lo que siempre pedimos en las políticas culturales, que no se suele hacer, aquí era una cosa muy a largo plazo, sabiendo que esto no iba a dar un resultado inmediato. Eran semillas. Y lo que contamos nosotros, la misión ha pasado por ese pueblo, ha dejado una semilla, y algo va a pasar ahí, personificado en esta niña, en Lucía, lo que recibe, pero no solo ella, porque el resto de los niños también, al final cambia su vida”.

Vamos con el color, que lo marcan la niña, Lucía, el pelo de María y el fantasma… “Es como una V, porque es Lucía la que se relaciona con las otras dos -nos cuenta Joaquín López Cruces-. Fíjate que ni siquiera en el guión estaba eso, tampoco son exactamente protagonistas, porque María es una más de las misiones. Pero a mí me gustó, ya que teníamos una pelirroja, que es la que da ese color rojo, unirla con las otras, me parecía que era interesante. Al principio, yo pensaba hacerlo en blanco y negro, pero claro, una pelirroja en blanco y negro, cómo se indica, cómo se cuenta, es relevante que sea pelirroja, porque también añade ese punto de extrañeza a los lugareños… Pensé hacerla a dos tintas, hice bastantes pruebas, a ver cómo quedaba, pero en el fondo era como un reto para mí, porque siempre he sido más dibujante de líneas, de blanco y negro. Al final me obligué a trabajar con una paleta pequeña. Que no fuera blanco y negro, pero mitigarlo de manera que el rojo destacara”.

¿Y las técnicas? “Hice bocetos a lápiz, pero en una libreta aparte, y luego las páginas están dibujadas directamente en un iPad. A veces fotografiaba los bocetos con el mismo iPad o escaneaba alguna cosa, si lo tenía muy trabajado prefería escanearlo y lo calcaba”, afirma Joaquín López Cruces.
¿Y el fantasma? “Bueno, esta es una historia de ficción, estamos fabulando, estamos en un mundo donde se van a mezclar elementos mágicos con elementos reales y quería jugar desde el principio en ese terreno, no de la fantasía, pero sí donde, como fabulador, nos permitía hacer cualquier otra cosa. Y si conseguíamos que el lector ya desde el principio entrara en ese juego, pues ya eso nos daba una herramienta. Tenía claro desde el principio que quería mezclar el tema de la magia, quería que aparecieran elementos mágicos y en la Alpujarra eso también estaba muy presente”, asegura Enrique Bonet. “Y en ese mundo pensé rápidamente en este fantasma, que nos permitía, por un lado, tener el contacto con la niña, como la niña era muda, la niña no hablaba, el único personaje con el que mantiene cierto diálogo es con este fantasma, aunque ella no habla, pero hay un diálogo entre las dos, y permitía introducir esas pinceladas de lo que está por venir, del futuro y también esa referencia al pasado sangriento de la Alpujarra. Con todas esas claves se va construyendo ese personaje. Y luego la aportación de Joaquín, que fue fundamental, a la hora de darle forma a ese fantasma, que yo lo había imaginado de una manera totalmente distinta…”.

“Yo, en vez de poner a una señora andando, la envolví en sudarios, me documenté en esculturas griegas, porque era lo que me sugería a mí alguien envuelto así, en vendas, no iba a poner a la momia, pero tampoco a una señora muy bien arreglada. Esta mujer se ha despertado, la han sacado de ahí, pues estará envuelta así… Y luego, no sé, la primera vez que la puse andando, la subí unos centímetros por encima del suelo, y ya la hice que volara y todo. Pero yo pienso que sí, que si eres un fantasma, qué menos que puedas volar, no tienes esas limitaciones que tenemos en vida”, sonríe Joaquín López Cruces.
‘El otro mundo’ cuenta además con un sugerente apéndice de 16 páginas escrito por Enrique Bonet, que incluye diverso material gráfico y ubica lo que fueron las Misiones Pedagógicas que se desarrollaron en la Segunda República española. Un extra sobre el qué, y el quién es quién de aquel proyecto de promoción de la cultura que llegó a miles de pueblos y aldeas de España y que se desmanteló con la instauración de la dictadura franquista al fin de la guerra civil. También en esta parte del libro podemos disfrutar de los bocetos de Joaquín… “Tenía claro que quería meter algún tipo de complemento, de contextualización de las misiones -afirma Enrique Bonet-. Porque eso me permitía, también, no tener que explicar cosas en el tebeo. Habrá gente que se lea esto y quiera saber algo más, pero no se lo voy a contar en la historia”.


“La mayoría de bocetos son de la libreta, claro. Así es como yo trabajo, subo aquí las paginitas que hago antes de meterme en faena. Primero los hago sin páginas ni nada para ver si funciona la lectura de las viñetas, luego ver cómo encajan en la página… Tiene una parte que siempre es más rica el boceto”, añade Joaquín López Cruces.
Cómic
Marina Velasco y su trabajo en ‘Mientras sea verano’

El verano es una época de oportunidades, capaz de crear situaciones que en ningún otro momento se darían. En Almajadilla, un pequeño pueblo ficticio que aúna la cultura mudéjar aragonesa y la herencia andalusí del sur, coinciden dos mujeres de generaciones y vidas muy distintas. Lejos de chocar, crean un fuerte vínculo gracias a la búsqueda conjunta del amor propio: Fina, vecina y trabajadora del pueblo, nunca lo ha conocido; a Berta, recién llegada de la ciudad, se le ha arrebatado a la fuerza. ‘Mientras sea verano’, editado por Salamandra Graphic, es una historia que homenajea la cultura popular, celebra la diversidad y pone en valor el conocimiento transmitido entre mujeres. Con su autora, Marina Velasco, hablamos en las siguientes líneas.

¿Dónde está el origen de este proyecto? “El proyecto surge de las ganas de reflexionar sobre las posibles relaciones que se darían si nos detuviéramos a conocer verdaderamente a las personas de nuestro entorno (compañeras de trabajo, vecinas, etc…). Personas con las que compartimos gran parte de nuestro día y, sin embargo, apenas conocemos”.
¿Qué encontrarán los lectores en sus páginas? “Encontrarán dos historias de crecimiento. Dos mujeres, totalmente opuestas, que coinciden en un pueblo recóndito de España. Movidas por su necesidad mutua de compañía, entablan una relación que les hace reflexionar y aprender sobre el cuidado. Todo ello contado desde la cotidianeidad y el humor. Acompañado de las sorpresas, el color y la magia que una DragQueen inesperada trae a sus mundos”, nos cuenta Marina Velasco.

¿Cómo fue el trabajo previo al libro? Me refiero a esa fase de investigación, de pruebas, no sé si de dibujos en algún cuaderno… “Esta obra se aleja del carácter documental de «Que no se olvide«, introduciéndose en la ficción. Por ello el inicio del proceso tuvo que ser muy diferente. El primer trabajo era dar vida y personalidad a los personajes. Algo que, para mí, empieza en mi mente: creé tres personajes que dejé habitar mis pensamientos a su modo; observando la manera en que interactuarían unos con otros en la vida real y planteando situaciones ficticias con las que ir desarrollando su personalidad y su forma de expresarse -continúa Marina Velasco-. Una vez tuve los personajes y las motivaciones de la historia claras, llegó la hora de materializarlo. Para ello tengo un cuaderno, reservado exclusivamente a esta obra, que fui llenando de bocetos, ilustraciones, anotaciones de guion, etc.”.
Háblanos un poco más sobre cómo nacen estos personajes. “A pesar de ser personajes o historias ficticias, me gusta que mi trabajo nazca siempre de la realidad y de mi percepción del mundo. Observo el entorno, buscando detalles y fragmentos de historias que llamen mi atención y las anoto en mi cuaderno. Los personajes de «Mientras sea verano» nacieron de una de esas observaciones. Una breve situación en la que pude ver cómo el mundo de una mujer rural, que apenas conocía lugares fuera de su pueblo, se puso patas arriba al chocar, de manera inocente y genuina, con la comunidad LGTB”

¿Con cuál te identificas más? o ¿Qué hay de Marina en estos personajes? “Por edad, me es más fácil identificarme con Berta. Pero tengo un cariño enorme a Fina. Podría afirmar que Fina ha ido absorbiendo su ternura desbordante de mujeres imprescindibles en mi vida. Creo que es imposible descubrir a Fina y no quererla”, confiesa Marina Velasco.
¿Qué relación tienes (si la hay) con ese mundo rural que se muestra en el cómic? “Los veranos de mi infancia han trascurrido en un pequeño pueblo aragonés. Un lugar perdido en el monte, en el que la vida sucede ajena a la velocidad y la locura de las ciudades. Conforme crecí, mi vida se desplazó a Madrid y ninguno de los pueblos que yo veía a su alrededor se parecía a los pueblos de mi memoria. Eran grandes, con carreteras recorriendo sus calles y con tantos habitantes que no podían conocerse todos entre ellos. Por trabajo, me marché una temporada a la zona rural de Almería. Y para mi sorpresa, allí, en la otra punta de la península, los pueblos eran iguales a los que tanto conocía. Pueblos pequeñitos, llenos de cuestas, de rincones en los que ni los coches ni las prisas pueden entrar, con una historia propia en la que todos sus habitantes son protagonistas. De esa gran sorpresa surge el pueblo de esta historia, Almajadilla. En el que se mezcla la herencia Andalusí con la Mudéjar, el sur con el norte y nos da como resultado un lugar que podría estar en todos y en ningún sitio de España”.

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? ¿Qué hay de nuevo o diferente con respecto a otros trabajos? “Mis ilustraciones están siempre marcadas por la búsqueda de la expresividad. No pretenden ser anatómicamente correctas o fieles a la realidad, sino que deforman la perspectiva y las proporciones para ganar expresividad y narrar a través de los cuerpos. En esta obra, busco además explorar con mayor profundidad el lenguaje del cómic. Parto de las composiciones de viñetas más clásicas y juego con ellas para crear páginas dinámicas llenas de color y movimiento”, afirma Marina Velasco.
¿Con qué técnicas trabajaste? “Al igual que en mi obra anterior, parto del dibujo analógico. Me gusta mucho la fuerza y la expresividad que los materiales dejan sobre el papel. Creo todas las ilustraciones en papel, empleando lápiz y manchas de tinta. Seguidamente escaneo los dibujos y les añado el color de manera digital”.

Nos ha llamado mucho la atención y nos ha encantado ese recurso que has utilizado en algunas viñetas para describir algunas acciones o movimientos, a través de flechas discontinuas, y nos gustaría que nos hablaras un poco de este recurso. “Ese recurso viene de mi pasión por el movimiento. Me encanta jugar con las diferentes maneras de representarlo -comenta Marina Velasco-. Por ello, en la obra podemos ver figuras que se duplican, como si se superpusieran los fotogramas de una animación tradicional. O cuerpos de los que salen numerosos brazos, siguiendo el movimiento que realizan cuando gesticulan al hablar. Las flechas acompañan estas estrategias. En algunos casos enfatizan el dinamismo y guían el movimiento de la propia ilustración. En otros, adquieren un valor más irónico, recalcando detalles que ya son obvios para el espectador”.

¿En qué trabajas ahora? ¿Algún proyecto nuevo? “Después de haber publicado dos libros en 2025 («Mientras sea verano» y «Luna por encima de todo«), ahora estoy tomándome un pequeño descanso antes de ponerme manos a la obra con los siguientes proyectos editoriales que tengo en mente. Mientras tanto, sigo trabajando en proyectos artísticos de otra índole, como mi colaboración con La Pulpería, espectáculo de la DragQueen Lucy Octopussy, que dibujo en directo y para el que realizo toda la cartelería; el diseño del cartel del XXIV Salón del Cómic de Zaragoza; o intervenciones artísticas para el Festival Asalto de arte urbano”.
Álbum Ilustrado
David Lorenzo y Lucía Belarte nos abren las puertas de ‘La panadería’

‘La panadería’ es una historia de tolerancia y solidaridad con unas sorprendentes ilustraciones que invitan a disfrutar de hasta el más mínimo detalle. Frente a los recelos y la desconfianza hacia quien es diferente o de procedencia foránea, esta fábula actual promueve la tolerancia, la diversidad, la integración y la ayuda mutua en aras de una sociedad mejor. Así nos presenta la editorial Kalandraka este álbum ilustrado de David Lorenzo y Lucía Belarte.
Buscando un lugar donde desarrollar su oficio como panaderos y formar parte de la comunidad, una familia de lobos deja la ciudad -un espacio hostil habitado por distintas especies de fauna salvaje que deambulan con rostro serio- para instalarse a las afueras de un pueblo cuyo vecindario está formado por animales domésticos. Aunque allí tampoco son bien recibidos, los protagonistas tratan de ganarse la confianza de la población. Ante un gran temporal que inunda las calles y las casas, la familia de lobos se une a todo el pueblo para colaborar en la limpieza del lodo, un gesto solidario que cambia la consideración negativa que les tenían.

‘La panadería’ se presentó al XVII Premio Internacional Compostela de Álbum Ilustrado y su creación fue muy anterior a la trágica Dana de 2024 en Valencia. Desde un prisma infantil, el hijo mayor es el narrador de este relato emotivo que, a modo de flashback, describe las peripecias de la familia para salir adelante.
Lo primero, contadnos cómo nace este proyecto. Lucía Belarte: “Hace unos años surgió una idea en común con David sobre la historia de una familia de lobos que se debía mudar a una villa habitada por animales domésticos, en la que, al principio, no eran bienvenidos. En 2024 decidimos presentar el proyecto al Premio Compostela para álbumes ilustrados bajo el título de ‘La panadería’. Cuando salió el fallo del jurado y pedimos cita para ir a recoger los originales, nos informaron de que los tenía la editorial Kalandraka en su sede en Pontevedra. En una reunión con los editores nos dijeron que podrían estar interesados en publicarlo”.
¿Qué encontrarán los lectores en las páginas de este libro? Lucía Belarte: “Es una fábula sobre la tolerancia y la aceptación del diferente, una invitación a no dejarnos llevar por los prejuicios. Una muestra de la solidaridad humana cuando se produce un desastre natural y también un homenaje a todas esas personas autónomas que saben lo difícil que es sacar un negocio pequeño adelante”.

David Lorenzo: “Respecto a la ilustración quiero indicar que he incluido muchos ‘easter eggs’ escondidos en las páginas, para que los más curiosos hagan descubrimientos en cada nueva lectura. Es algo que me encanta hacer, creo que se debe a mi pasión por el cine”.
¿Cómo fue el trabajo previo al libro? Me refiero a esa fase de investigación, de pruebas, no sé si de dibujos en algún cuaderno… “Mi investigación fue sobre la labor de los panaderos, sus horarios, vocabulario preciso de la profesión, etc.”, nos cuenta Lucía. Para David Lorenzo “el proceso de creación de personajes fue bastante rápido, ya que Lucía y yo teníamos la misma idea en relación a la familia lobo. Traté de reflejar la ternura y el amor entre padres e hijos, el dolor y la nostalgia del viaje, el empezar de cero en un lugar diferente, la esperanza de un nuevo comienzo hacia un futuro mejor… Quería darle un trasfondo mayor a este relato, así que incluí pequeños retazos en las ilustraciones de la obra de Keith Haring. Meterme de lleno en su universo me sirvió para ahondar aún más en la idea de la tolerancia y la aceptación de lo distinto”.

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? “Creo que me decantaría por lo que me parecía todo un reto, que era darles vida a los protagonistas. Quería conseguir que, a pesar de ser animales antropomorfos, cualquiera de nosotros pudiese sentir el calor de esa familia e identificarse con las cosas que les ocurren”, asegura David Lorenzo.
¿Qué hay de nuevo o diferente con respecto a otros trabajos? “Diría que realizar un álbum completo a grafito. -continúa David Lorenzo-. Es algo que he disfrutado a pesar de la cantidad de trabajo que supuso, debido a las dimensiones de las dobles páginas, así como a la cantidad de escenarios, personajes, textura del pelo/plumaje de los animales, etc. Había trabajado esta técnica con anterioridad, pero en ilustraciones independientes, nunca durante tanto tiempo seguido”.

¿Con qué técnicas trabajaste entonces? “Está elaborado íntegramente a lápiz de grafito y podéis creerme que he gastado unos cuantos lápices. Elegí el grafito porque siento que dota a las ilustraciones de cierta ambientación y nostalgia. Me gusta cambiar de técnica pictórica según el proyecto, porque creo que cada obra pide su propio medio. La historia, los personajes, el contexto… me condicionan mucho a la hora de decantarme por una u otra. Concibo la creación como un juego que despierta a ese niño interior que todos tenemos, y ¿a qué niño no le gusta jugar?”

Dadnos algunas pinceladas sobre el proceso de realización de este libro. “Primero me centré en diseñar los personajes. Una vez que los tuve, creé el storyboard, donde Lucía participó activamente. Después de varias versiones y revisiones, amplié las imágenes de este storyboard para pasarlo al papel. Me gusta pasar las imágenes directamente del storyborad porque considero que conservan mayor frescura y espontaneidad. Ya en grande, detallé el dibujo, planteé la iluminación de cada escena y aquí comenzaría el proceso de sombreado a grafito”, asegura David Lorenzo.

¿En qué trabajáis ahora? ¿Algún proyecto nuevo? Lucía: “Sigo formándome, experimentando y escribiendo nuevas historias. Espero que alguna vea la luz el próximo año”.
David: “Estoy trabajando en un cómic/trilogía que verá la luz como obra completa y en un nuevo proyecto personal con Lucía del que todavía no podemos hablar”.
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