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Entrevistas

Un paseo por un Mazoka de aniversario

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Uno de los rituales que tenemos cuando venimos a Vitoria-Gasteiz para vivir e informar del Mazoka es subir por las rampas mecánicas que parten desde la Iglesia de San Pedro hasta el Palacio de Montehermoso. Ya delante de su fachada, la sustituimos por la fachada blanca del increíble cartel de esta quinta edición del mercado, realizado por Ainara Tavarez. Y de la mano de ese cartel, bajamos la mirada hasta las profundidades, hasta el Depósito de aguas, donde se celebra el Mazoka.

Durante nuestra bajada real, por el camino ya nos encontramos elementos del grafismo y el diseño de esta quinta edición del Mazoka, que nos acompañan hasta esa magnífica sala, cuyas columnas también nos desvelan otros elementos de la imagen de este año. Abrazando esta imponente sala, los puestos de los 40 mazokalaris seleccionados este año.

Mazoka es el trabajo de los 40 mazokalaris, pero también es el buen hacer de todas las chicas que están detrás de la organización, con Marta y Anuska al frente, es el cuidado que ponen en todo el material que sobre el mazoka se edita cada año, desde la chapa más pequeña, hasta las cuidadas libretas de dibujo. Acompañados además este año de la baraja conmemorativa obra de las ilustradoras Yolanda Mosquera, Maite Gurrutxaga, Elena Odriozola y Noemí Villamuza.

Mazoka es el ilustramatón, son las alfombras llenas de niños y niñas jugando, es la gran mesa de dibujo para los más pequeños, que la disfrutan incluso subidos en ella, es el café en grupo de los mazokalaris antes de que Mazoka abra sus puertas, son las miradas cómplices con los y las mazokalaris cuando paseas delante de sus puestos, son los cuadernos llenándose de nuevas ilustraciones en los tiempos muertos, que no son muchos, son las cestas de trabajos que donan los mazokalaris para el sorteo del último día, es el paso del bullicio al absoluto silencio del Depósito de aguas cuando se marcha el público y se apagan las luces, es la música y la canción en euskera, este año en la fiesta del quinto aniversario, y es, también este año, la sorpresa de conocer lo que hace Milimbo, y el disfrute de los más pequeños en los talleres de Tralarí, con Cintia, Yolanda y Julio. Y este año Mazoka también son esos nervios previos a moderar una mesa redonda con las cuatro pedazo de ilustradoras citadas antes y que están detrás de los cuatro palos de la baraja.

Y Mazoka es, como decíamos arriba, el trabajo de los y las 40 mazokalaris. Las ilustraciones sobre comida de Firioss, más pequeñas y más grandes, como la que está llena de pimientos asados; las ilustraciones de Mari Jáuregui, sus pendientes, que se asemejan a la forma de sus tarjetas de presentación; los collages de Blanca Helga y Hopiti Hop! Su robot de cartón y su último proyecto, ‘La ciudad de noche’, un libro-juego, cuyos personajes se convierten en figuras para que los más pequeños jueguen; después nuestra mirada se va inmediatamente a una ilustración enmarcada de Miren Asiain. Es un grupo de jóvenes en el campo, pero enseguida vemos también otra de sus ilustraciones con otro grupo de gente en un nido, o en un libro abierto; a su lado, sobre la mesa, una maleta que contiene cuatro departamentos y en cada uno de ellos, una camiseta ilustrada. Es el trabajo de Pekolejo. El foco de su mesa apunta a una camiseta blanca con un gran corazón rojo.

En la esquina está el trabajo de Mariangela Artese, que explica sus ilustraciones a los visitantes más madrugadores. Junto a sus carpetas de ilustraciones, unas lámparas ilustradas. Son de una serie limitada, que está numerada, y que hace en colaboración con una diseñadora. A su lado un cómic y los dibujos en los que poder perderse de Miguel Lara, Suburbian52. Él dibuja tras la mesa, y descubrimos que ha aprovechado uno de los programas del Mazoka para tunearlo con una muestra de su trabajo. Nos reciben a continuación las ilustraciones de Irene Bofill, con gatos como protagonistas. Nuestra mirada se va rápidamente a algunos de ellos, dos gatos que emulan un cuadro de Gustav Klimt, o un gato que se convierte en uno de los personajes de La Naranja Mecánica. También hay chapas en la misma línea, una de ellas, un gato a lo David Bowie, ya luce en nuestra solapa…

A Javier Hernández ya le hemos hecho algunas entrevista en el blog, aunque no lo conocíamos personalmente hasta este Mazoka. Él trae aquí sus publicaciones, sus libros. Entre sus últimos proyectos, ‘Como ella me enseñó’, una bonita historia que viene acompañada de un juego de cartas con las ilustraciones del libro. Nos chiflan y nos miran las chicas con casas en la cabeza de Rosa Álamo, y a su lado las ilustraciones en blanco y negro de SAO y algunos elementos de una vajilla ilustrada, en la que sí hay color. También ilustra elementos de una vajilla Laura Montes, platos, y nos deja alucinados uno que hay sobre la mesa, que está vacío, pero en el que una niña en relieve, parece estar sumergida en una sopa que no existe… una pasada.

Alba Flores ha traído a este Mazoka algunas ilustraciones, bolsas de tela y también algunas esculturas. Nos llaman mucho la atención sus imanes de caritas de personas. El lettering es la especialidad de Nerea Lekuona. Y en su puesto, sobre todo libretas. Además las personaliza sobre la marcha, le dices un nombre, y se pone manos a la obra. De vez en cuando se la ve trabajando con los Posca, o con un pequeño secador… Y siempre activa interactuando con la gente Marta Barragán. Muestra en su mesa algunas bolsas de tela, y junto a ella, que parece que le está gritando al oído, una gran ilustración de un gran gorila.

De nuevo estamos en otra de las esquinas del Depósito de Aguas. Y nos encontramos con la explosión de color de Gemammel. Sus ilustraciones, su desplegable con la historia ‘Un día (cualquiera) en el Polo Sur’, o su cuento ‘Erika y Max’; del trabajo de Inés Bermejo nos llama la atención su trabajo en collage, sobre todo en las chapas. Son chapas únicas, hechas con collage, y con alguna palabra o mensaje; y de nuevo explosión de color con el trabajo de Nuppita Pittman, predomina el rojo en sus ilustraciones, y también encontramos algunas figuras de madera; a su lado, los parches, las ilustraciones o el juguete granja de The Ikaro; las ballenas son protagonistas en un soporte diferente. Hablamos de las fundas para cojines de Dudelsea. También tiene ilustraciones y algunas tazas; y de las ballenas en los cojines de Dudelsea a las ballenas o cangrejos en las ilustraciones de Natalia Ros, también, en sus tazas ilustradas a mano.

Dejamos atrás una escalera y nos encontramos con el puesto de Goxoart. Un maniquí con un vestido ilustrado, unas zapatillas ilustradas, una bolsa filtradora y ecológica, algunas ilustraciones, y también unas cajitas para infusiones; el paisaje es cosa de Margashova. El detalle es protagonista en sus ilustraciones de paisajes urbanos, de Vitoria-Gasteiz pero también de otras muchas ciudades. Sobre la mesa dos de sus cuadernos. Nos atrevemos a ojear uno de ellos. Cuando llegamos al puesto de Mattin está dibujando sobre un papel blanco en un improvisado caballete. Dibujos rápidos y desenfadados, junto a alguna de sus publicaciones.

En el puesto de Ester García encontramos algunos de sus libros, y también ilustraciones algo más grandes de uno de sus últimos trabajos, ‘La selección natural’. Nos llama mucho la atención uno de sus originales en acrílico, de un conejo que viste de amarillo con estampado… A su lado Juan Díaz-Faes nos confiesa que ha traído un poco de todo lo que tiene, desde ilustraciones, a publicaciones, objetos e incluso anillos, algo en lo que está empezando a trabajar. En la pared que hay detrás de Aran Santamaría cuelgan varios de sus personajes hechos con collage. Y lo que más nos llama la atención sobre su mesa son partituras musicales de las que nacen flores, en pop-up.

La fantasía es protagonista de las ilustraciones y los trabajos que ha traído a Mazoka Xelkis; en la mesa de al lado, el trabajo de Mar Blanco: estuches, colgadores y lámparas ilustradas. Es el último proyecto en el que se ha embarcado. Pilar Serrano mezcla en su rinconcito del mercado ilustraciones y piezas como tazas con algunos de sus personajes. Preside uno que nos encanta, y cuya cabeza es una casita con la nariz como Pinocho. El trabajo de Irene Villalba nos sorprende, como sorprende también al público que se acerca a su puesto. Ella utiliza mapas antiguos y sobre ellos hace retratos con bolígrafo. Unos retratos muy realistas, inspirados en fotógrafos a los que sigue. Contrastan con el colorido rincón de Pixelbox, con libretas, pegatinas, postales en las que el tigre como personaje aparece bastante, y un faro, que nos gusta mucho, y que ilustra un calendario para el próximo año, un faro que nos puede guiar hacia ese nuevo año.

Unai Zoco ha traído al Mazoka el trabajo de estudio sobre el Martín Pescador, y aborda esa imagen en diferentes formatos. El azul y el naranja, aletean por todo su puesto. Contrasta también con el dibujo a lápiz de Ale Díaz Bouza. Ilustraciones, algunos cuadernos, espejos, chapas y su libro, recién salido del horno, ‘Trece días para arreglar a papá’. Las mujeres que ilustra Neka nos encantan. Son mujeres incompletas, que se insinúan con las líneas, como inacabadas… Y las chicas serias en digital de Nuri Ann posan a su lado, junto a su álbum ilustrado, ‘Pulgarcita’. De la seriedad de estas niñas al desenfado y el colorido intenso del trabajo de Oskar Benas, y a las ilustraciones que se plasman en pañuelos de 90×90 de Begoña Fumero. Nos encanta el de la chica boxeando.

Y a la vuelta de la esquina se despliega un mundo de fantasía con el trabajo de Max Hierro, con sus láminas y sus bocetos, y al que descubrimos, en uno de nuestros paseos, dibujando con acuarela en su cuaderno. A su lado, el trabajo de Mabel Esteban, con sus ilustraciones un poco grotescas, como define ella misma, con un aire japonés.

Y todo esto, y mucho más, es lo que os vais a perder, si no vais mañana, domingo 22 de diciembre, a la última jornada del Mazoka 2019. Para los que estéis lejos, tomad nota de los y las artistas que han venido este año a Vitoria-Gasteiz. Os invitamos a conocer su trabajo. Ahora, con las nuevas tecnologías, es bastante fácil. ¡Nos vemos en Mazoka 2020!

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Álbum Ilustrado

Kike Ibáñez y su trabajo en ‘El diablo sobre ruedas’

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Kike Ibáñez

Lucía Fernanda es una niña lista e intrépida que ama con locura su bicicleta. ¿Tiene algún problema? Lucía Fernanda no sabe lo que es la paciencia, sobre todo si el tráfico de la ciudad le impide llegar a tiempo a la fiesta de carnaval. Y si además una furgoneta cargada de mercancía peligrosamente radioactiva está a punto de chocar con ella y su madre… No veas el pandemonio que es capaz de desatar. Kike Ibáñez en ‘El diablo sobre ruedas’ celebra la lucidez del pensamiento infantil dando vida a un personaje provisto de una personalidad irresistible que le ha llevado a ganar el premio del Concurso Internacional de la Biblioteca Insular de Gran Canaria. Un álbum ilustrado editado por A buen paso sobre el que hablamos con su autor.

Kike Ibáñez

¿Dónde está el origen de este libro? “El diablo sobre ruedas nace de un enfado. A mí me gusta moverme en bicicleta, me desplazo diariamente al estudio en bici, es una media hora de trayecto y la mitad es por carril bici. Un día iba yo tan tranquilo por el carril cuando de repente aparece un coche circulando por el carril bici hacia mí. Yo me quedé sorprendido, no porque hubiera un coche invadiendo el carril sino porque es un carril segregado, es decir, está aislado de la carretera y es difícil meterse en él si eres un coche -nos cuenta Kike Ibáñez-. Bien, pues yo me bajo de la bici y salgo del carril para que el coche pueda pasar y el conductor, un tipo muy calvo, muy gordo y con un enorme puro al llegar a mi altura me dice un insulto que no puedo reproducir, pero imagínate el insulto más asqueroso que hayas oído, yo me quedo más sorprendido aún, el tipo encuentra un hueco, da la vuelta y se incorpora a la carretera, y al volver a pasar a mi altura me vuelve a decir el insulto más repugnante que hayas podido imaginar. Yo aluciné y de la alucinación pasé al enfado, y del cabreo empecé a imaginar diferentes maneras de venganza. Cuando llegué al estudio empecé a dibujar El diablo sobre ruedas”.

Kike Ibáñez

¿Qué encontrarán los lectores en sus páginas? “Los lectores se encontrarán una historia que está pensada para divertir, hice este libro para los niños, no sé qué les parecerá a los padres que la madre muera al principio y ese no sea el tema del libro, pero estoy seguro que a los niños les encantará porque aunque parece un disparate, en realidad todo tiene sentido”.

¿Qué nos dices del humor como herramienta de denuncia social? “La denuncia social es necesaria pero también es aburrida. Si cuentas lo mismo pero con gracia probablemente te escuchen más -asegura Kike Ibáñez-. Y no solo me refiero al humor, el arte como medio de comunicación y de entretenimiento llega más lejos que cualquier queja en una reunión familiar, en una cola de supermercado o en un atasco”.

Kike Ibáñez

¿Qué hay de Kike en la protagonista de esta historia? “La historia nace de mi experiencia personal y de cómo digiero esa vivencia, pero también el estilo gráfico bebe de mi mirada más limpia, es decir, de aquellas cosas que me gustaban cuando era niño, y muchos de esos referentes se pueden encontrar literalmente en las ilustraciones del libro: Superman, Pipi Calzaslargas, Mortadelo y Filemón, Bola de dragón, Wally…”.

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? ¿Qué hay de nuevo o diferente con respecto a otros trabajos? “Estoy en mi momento profesional más sólido, siempre he variado el estilo en función del proyecto porque me parecía coherente, pero ahora he dado con una manera de dibujar con la que me siento muy identificado, las imágenes del diablo son lo más Kike que he hecho hasta ahora, inspirado por esa mirada infantil y sobre todo por una mirada a mi yo más profundo. Puede que mirar dentro de uno mismo parezca dramático, pero en realidad es bastante divertido”, confiesa Kike Ibáñez.

Kike Ibáñez

¿Con qué técnicas trabajaste? “Todas las imágenes las hice sobre una cuadrícula, construyendo a partir de formas geométricas muy básicas, con un software de dibujo vectorial que no controlo demasiado, por que pensé que esa limitación podría dar un resultado interesante, al final trabajar así fue un infierno, ideal para esta historia”.

Kike Ibáñez

Cuéntanos un poco más sobre el proceso de elaboración de este libro. “Algo que me parece interesante de este proyecto es que primero fueron las imágenes, hice tres dibujos que no sabía si se convertirían en unas pinturas, unas láminas o una historia; ni siquiera sabía si esa historia sería un cómic o el álbum que al final salió -afirma Kike Ibáñez-. Y fue un álbum porque me quise presentar al Concurso de Álbum Ilustrado de la Biblioteca Insular de Gran Canaria, y entre todos los proyectos que tenía, generar una historia sobre ese diablo me parecía que era lo que mejor encajaba con A Buen Paso que es quién edita el libro si ganas el premio. La historia que envié al concurso era un delirio, en algunas fases un sin sentido, pero gustó mucho al jurado y con la ayuda de Arianna (A Buen Paso) mantuvimos el delirio pero creamos un libro”.

Kike Ibáñez
Kike Ibáñez

¿En qué estás trabajando ahora? ¿Algún proyecto nuevo? “Estoy trabajando en varios proyectos muy diferentes: una serie de cuadros, un libro para niños muy pequeños, un ABC book, un libro informativo y unas ilustraciones para un juego de cartas”.

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Álbum Ilustrado

Luciano Lozano nos invita a seguir ‘La línea amarilla’

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Luciano Lozano

Mientras pasea, una niña descubre una línea amarilla y decide seguir su rastro. Sin saberlo, está a punto de recibir un regalo único que la acompañará para siempre. Con estas palabras la editorial Tres Tigres Tristes nos presenta ‘La línea amarilla’, un álbum ilustrado de Fernanda de Oliveira y Luciano Lozano. Con éste último hemos charlado un poco más sobre este libro.

Luciano Lozano

¿Dónde está el origen de este proyecto? “Parte de un texto de Fernanda. Habíamos trabajado en otro proyecto con Véronique Kirchhoff para Brasil y me lo enseñó. Se lo enviamos a Tres tigres tristes y les gustó y nos propuso editarlo”.

¿Qué encontrarán los lectores en sus páginas? “Un viaje de conocimiento y aprendizaje con un texto corto y profundo como un haiku”, afirma Luciano Lozano.

Luciano Lozano

¿Qué te pareció la historia de Fernanda la primera vez que la leíste? “Me encantó. Me pareció muy profunda. El texto que explicaba lo que pasaba en la historia era mucho más largo que el texto que aparece escrito. Me encantan estos proyectos, que dejan mucho peso a la imagen, y el texto está reducido al mínimo. Se parecen mucho a los proyectos que hago como autor”.

¿Cómo ha sido el trabajo previo al libro? Me refiero a esa fase de investigación, de pruebas, no sé si de dibujos en algún cuaderno… “Ha sido un proceso diferente al de otras veces. Más orgánico. Como el texto explicativo era tan largo, lo hice directamente casi sin bocetos para ver cómo funcionaban las imágenes -continúa Luciano Lozano-. A Tres Tigres Tristes les envié el libro hecho sin bocetos. Luego limamos algunas cosas, sobre todo la portada, y una vez que teníamos la narrativa en imágenes y se entendía bien, rehice los personajes, pero el resto se mantuvo más o menos como lo hice al principio”.

Luciano Lozano

Esta línea amarilla, ¿es una especie de camino de baldosas amarillas? “Bueno, es algo más cotidiano. Es como la típica frase de Cavafis que dice que lo más importante no es la meta sino el camino. Es poner el foco en el camino personal de cada uno. Aunque es verdad que la imaginación también tiene un papel importante. Ahora que lo pienso, el tema sería conocerse a uno mismo a través del otro, que la verdad, es un tema muy profundo para un libro infantil. Aunque el libro es divertido, no es un ladrillo. Tiene muchas lecturas”.

Luciano Lozano

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? ¿Qué hay de nuevo o diferente con respecto a otros trabajos? “Tiene un aire retro, que es muy mío. Es un poco atemporal, aunque está muy despojado de elementos superfluos. Es un poco más gráfico porque he jugado con la línea para que no fuera una línea fina homogénea de principio a fin, sino que se deformara, que se acercara y se alejara -confiesa Luciano Lozano-. Al principio lo visualicé todo en blanco y negro y con colores neutros para que la línea amarilla resaltara, pero luego fui añadiendo colores, aunque tampoco muchos. Creo que estoy en una etapa personal más colorista”.

Luciano Lozano

¿Con qué técnicas trabajaste? “Este libro es 100% digital. Últimamente todos los libros los hago así. Aunque elijo pinceles que tengan afinidad con mi trazo y que sean irregulares para que tengan un aire más artesanal. Me gusta usar lo digital como una herramienta y no como un fin”.

Luciano Lozano

Cuéntanos un poco más sobre el trabajo de elaboración de este libro. “Ha sido un proceso muy fluido. Los editores veían muy claro el formato, que me encantó -asegura Luciano Lozano-. Y hablando con ellos por Skype se nos ocurrió la trama para la cubierta y las guardas. Fernanda ha sido muy flexible, y tanto ella como los editores y yo hemos aportado nuestra visión. Ha sido un trabajo en equipo muy enriquecedor. Me encanta trabajar así. Creo que es como mejor salen las cosas. Aunque para eso tienes que tener afinidad con la gente con la que trabajas y confiar en su criterio. Si eso coincide, el libro sale solo. Al final, los libros son como los hijos, cada uno tiene su propia personalidad. No hay dos libros iguales”.

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Álbum Ilustrado

Elena Val y la espera de ‘El hijo del astronauta’

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Elena Val

El hijo del astronauta’ hace tiempo que no ve a su papá: está en una misión espacial. «Cuando papá regrese, habrá una gran fiesta. La gente orbitará a su alrededor para decir: “¡Bienvenido a casa! ¡Bienvenido a casa!”. Solo yo diré casa de verdad». Con estas palabras la editorial Ekaré nos presenta este álbum ilustrado, un trabajo de Elena Val, con la que hemos charlado sobre este proyecto.

¿Cómo nace este proyecto? “Nace de pequeñas ideas que van germinando, se van sumando, solapando, empujando, ¡también boicoteando! Hasta que, por suerte, todo encaja. Una de ellas sería el trasfondo de la figura del héroe -nos cuenta Elena Val-. Me refiero a lo que hay detrás de ese momento de valentía en el que el héroe (ficticio o real) lleva a cabo su cometido, el acto heroico en sí, en el que es capaz de sacrificarse por los demás. Y como que suele tratarse de unos “demás” genéricos, me pregunté por cómo viven esa heroicidad sus seres queridos, que inevitablemente quedan relegados por debajo del rango de prioridades y responsabilidades del héroe”.

Elena Val

“Eso por un lado. Otras ideas surgen de todo un background personal. Un chup-chup de fondo que se fue cocinando entre tantos amigos y conocidos hijos de padres ausentes de mi generación y que a su vez crecimos alucinando con las noticias sobre alunizajes y la fantasía de los viajes interestelares. Y así un buen día, pum, apareció el astronauta como un heroico profesional y como la figura paterna más alejada del planeta. Y a partir de ahí, un boceto de un sofá flotando en la nada y un niño sentado junto a un traje vacío”.

Elena Val

¿Qué encontrarán los lectores en sus páginas? “Puede haber diferentes interpretaciones, pero en cualquier caso los lectores compartirán la espera larga, entretenida y paciente de un niño que imagina, planea, proyecta, se hace preguntas y sueña despierto, pendiente del regreso de su papá -asegura Elena Val-. El niño vive en esa especie de paréntesis temporal continuo sin ser muy consciente de la soledad que siente, y tampoco de lo bien acompañado que está”.

Elena Val
Elena Val

En ‘Nubes en la cabeza‘ ya abordabas un tema de calado como la demencia. ¿Qué importancia tiene para ti el álbum ilustrado para abordar cualquier tema posible? “Si vemos los libros ilustrados como pequeñas ventanas por las que se asoma el mundo (bajo unas reglas determinadas), me parece lógico que contengan toda una gran variedad de temas propios del pensamiento humano con sus infinitos modos de enfocarlos. Pueden mostrar situaciones más o menos reconocibles o también sorprendentes, muy extrañas o completamente ajenas. Como formato es genial porque, entre otras cosas, la relectura tiene el súper poder de convertir lo extraño en reconocible. Aunque “reconocer” no tiene porqué significar “entender”. 

“A mí, en particular, me parece interesante que la puerta de la interpretación quede entreabierta. De hecho, me gusta mucho pensar en la lectura del álbum ilustrado como un viaje a través del tiempo y el espacio, en el que simplemente nos dejamos seducir por la forma y el contenido tanto de la imagen como del texto. Pienso que hay mucho potencial en todo ese juego, tanto para los lectores como para los autores”, afirma Elena Val.

Elena Val

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? ¿Qué hay de nuevo o diferente con respecto a otros trabajos? “Para este libro usé una gama cromática un poco distinta con predominio de colores primarios tradicionales (sobre todo el azul). Además de ser una paleta sencilla típica de los juegos infantiles, son tonos que me recuerdan a los colores corporativos de la carrera espacial (los símbolos, los logos, las banderas, las naves, también el cielo y el sistema solar). Combinados con grises y negros generan un contraste que me encaja con el tono del argumento, con las luces y las sombras del espacio y de alguna manera también con el contraste de conceptos opuestos que se pueden encontrar entre líneas como por ejemplo el héroe y el padre ausente, lo cotidiano y lo excepcional, la fama y la familia, la admiración y la confusión, el pensamiento y la realidad, la celebración y el silencio… También es verdad que en este álbum en concreto, el color destaca en todas las páginas como mancha plana y simplifica bastante las formas si se compara con otras ilustraciones en las que empleo más lápiz o tinta y juego más con gradientes y volúmenes. Pero aunque el resultado pueda parecer algo distinto a trabajos anteriores, siempre me ha gustado alternar las dos cosas”.

Elena Val

¿Con qué técnicas trabajaste? “Gouache y algo de lápiz. Un par de ilustraciones tienen algún ajuste de color o algún retoque de fondo digital. El rojo es acrílico mate”, relata Elena Val.

Cuéntanos un poco más sobre el trabajo de elaboración de este libro. “Igual que en “Nubes en la cabeza”, después de la primera imagen (la del sofá), fueron surgiendo otras ideas encadenadas, sobretodo visuales, que describían el día a día y el contraste social en la vida de un niño con un padre astronauta. Ahí ya tenía claro de qué iba a hablar y también el tono que quería utilizar. Encontrar un orden y un propósito para unir todos los puntos me resultó más difícil».

Elena Val
Elena Val

«Recuerdo investigar mucho sobre la vida en el espacio y encontrarme dándoles vueltas a pensamientos en principio inútiles como “Y en el espacio ¿se sentirá agorafobia o claustrofobia?” En esa fase mis proyectos suelen ser muy caóticos, pero preguntas como ésta son las que después me sirvieron para decidir explicar la historia a través del diálogo interior del protagonista. Me encantó trabajar en equipo con Cecilia Silva-Díaz e Irene Sabino de Ekaré que me hicieron tomar consciencia de mi forma de narrar y me ayudaron a ajustar y pulir el texto. Guardaré muy buen recuerdo del proceso de este libro”.

Elena Val

¿En qué trabajas ahora? ¿Algún proyecto nuevo? “Ahora mismo acabo de entregar unas páginas para una revista infantil. Es fantástico investigar y aprender mientras se ilustra. En breve empiezo con un trabajo colaborativo de no ficción. Pero aún está todo muy verde. Por cierto, un color difícil de encontrar este libro”.

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