Entrevistas
Juan Palomino nos abre esta ‘Cajita de fósforos’
Una cuidada selección de la mejor poesía infantil no rimada en Hispanoamérica, desde Jorge Luis Borges a María José Ferrada, enciende la llama de esta singular ‘Cajita de fósforos’. Así nos presenta la editorial Ekaré este fantástico libro ilustrado por Juan Palomino, con el que charlamos sobre su trabajo en este proyecto.
¿Cómo nace este proyecto? Juan Palomino: “Te puedo contar cómo llegó a mí, porque creo que su historia es muy larga, y empezó con una investigación de Adolfo Córdoba. Para mí comenzó cuando me contactó Pancha Mayobre, de Ekaré. Después de no habernos podido ver durante la FIL de Guadalajara en el 2018, nos encontramos más bien en la Ciudad de México, unos días después. Cuento esto porque creo que desde que nos vimos, en una reunión más bien festiva y cercana que lo que en general se espera de una junta de trabajo, se formó un vínculo íntimo entre nosotros y con el proyecto. Me explicaron ahí de qué iba todo, y me emocionó la noticia por varias razones: era un gusto poder trabajar con Ekaré, que tiene libros muy bonitos y cuidados, se trataba de ilustrar poesía, cosa que a mí me gusta aunque me da inseguridad hacer; era una selección de Adolfo Córdoba, que además de amigo es un gran conocedor de la literatura infantil, poeta él mismo; y, quizá la más importante, el reto era que la imagen, que me tocaba a mí hacer, tenía que generar un vínculo gráfico, entrelazar de algún modo los poemas, que aunque independientes, resuenan unos en otros. Para mí eso era una tarea muy interesante, aunque también difícil”.

¿Qué encontrarán los lectores en sus páginas? “Creo que el título del libro es muy afortunado. Tiene el espíritu de esas cajitas, algunas de fósforos y otras no, en las que de niños guardamos objetos que por alguna razón nos parecen valiosos. Son objetos de naturaleza diversa, pero cada uno es un pequeño universo, una experiencia, un recuerdo. Los une, de un modo misterioso, aunque con una armonía extraña, estar juntos ahí, ser la forma concreta de una red de la memoria, de sensaciones, de la experiencia íntima”.
“Este libro es una selección de poemas no rimados de autores y autoras de 10 países de Iberoamérica, que abarcan un siglo de poesía -continúa Juan Palomino-. Cada uno resuena en el anterior, y cada uno, como los objetos de una cajita de tesoros, es una huella, un fragmento de un mundo mayor que al mismo tiempo que se basta a sí mismo se abre hacia afuera, se expande y se comunica con los otros, del mismo modo en que en una cajita de tesoros los objetos son parte de una red que no se muestra mas que al verlos en conjunto”.
“Las imágenes que los acompañan buscan estar en armonía con el tono de cada uno, al mismo tiempo que conservan y potencian las conexiones sutiles entre ellos, en un juego de significación y resignificación de los objetos que aparecen, reaparecen y se transforman”.

¿Qué tiene de especial o diferente ilustrar poesía? “Ilustrar poesía, para mí, es donde el diálogo posible entre palabra e imagen encuentra su dimensión más rica. No quiero decir con esto que en otros diálogos texto-imagen no pueda darse el mismo juego, pero en el caso de la poesía ilustrada se evidencia su necesidad, y su potencia. Cuando empezaba a explorar este oficio, Fabio Morábito me dio la oportunidad de ilustrar un libro con sus poemas. Yo era muy novato e inexperto, y recuerdo de esa experiencia que él me dijo que un poema solo se puede ilustrar con otro poema. Creo que eso es cierto en la ilustración en general, y más claramente cuando se trata de ilustrar poesía”.
“En un poema el lenguaje se abre, se muestra en su aténtico carácter polisémico, inacabado. Un poema no es unívoco, no tiene un mensaje concreto, definido, qué transmitir -asegura Juan Palomino-. En el poema las palabras y los versos no son solo lo que inmediatamente leemos. En el poema hay juego, ritmo, música. Es al mismo tiempo el abismo que contienen las palabras y su pura superficie, su sonido. La imagen que ilustra un poema tiene que ser fiel a eso. Su pretensión no puede ser la de decodificarlo, traducirlo, explicarlo, completar su sentido. Hacerlo mataría lo que hay vivo en él, su naturaleza abierta, dinámica, floreciente. Para ilustrar un poema es necesario, creo, pensar que la imagen gráfica es también imagen poética. Lo que aparece en ella debe disparar hacia afuera y hacia adentro, no agotarse en lo que vemos. Tampoco puede ser el resultado de una autopsia del texto, ni su punto final. La ilustración de la poesía es más bien un diálogo de sensibilidades, de semillas que germinarán en la lectura. Su papel es el de ser una especie de caja de resonancia de lo que hay en el poema, y también el de generar su propia música, su propio juego”.
¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? “Creo que lo particular fue el proceso de generar una especie de universo compartido para las imágenes que acompañan cada poema, que no fue creado para leerse con los demás de esta antología. La forma que tenía la selección que hizo Adolfo fue un buen punto de partida. Lo que determina el acomodo particular de los poemas es que hay alguna palabra, alguna idea o metáfora que salta de uno a otro, como si la llama de cada fósforo encendiera al que tiene al lado. Lo que hice para pensar en el hilo de las imágenes de este libro fue apropiarme de ese principio, y establecer una serie de objetos que al mismo tiempo que se mantenían, de algún modo, se iban transformando en una especie de secuencia sugerida por los poemas, pero también por la lógica misma de las imágenes, de lo que había acontecido antes -nos cuenta Juan Palomino-. Lo que permitió este camino es que la forma final de las imágenes fuera el resultado de un juego que no estaba totalmente determinado por lo que pasaba en cada poema, que tenía su propio sentido misterioso y oculto incluso para mí. De este modo, había una especie de conjunto de reglas que disparaba las imágenes por fuera de la determinación absoluta que podía esperarse por su convivencia con un poema u otro, al mismo tiempo que, en cada caso, era como si en cada parada los personajes y objetos que aparecen en ellas tuvieran una conversación distinta, como si los poemas alteraran sus formas y significados sin eliminar su propia inercia, su camino futuro y su pasado. Al final, entonces, una misma forma acumula en la secuencia los sentidos que tuvo en las anteriores, en un juego de significados que acompaña el juego de los poemas y de los puentes más o menos arbitrarios entre ellos”.

¿Qué hay de diferente respecto a otros trabajos? “El proceso, totalmente -afirma Juan Palomino-. A pesar de lo que he dicho antes tengo, por personalidad y formación, el hábito perverso de intentar traducir en imagen todo lo contenido en los textos que ilustro. Me cuesta mucho trabajo darle espacio al juego y al accidente, y en general construyo imágenes como si fueran un mecanismo muy planeado de relaciones entre objetos, formas, colores.
En este caso, y dado que la tarea era ilustrar poesía, tenía la responsabilidad y la necesidad personal de enfrentarme con esos hábitos, y para esto, establecer una serie de reglas, un juego con sus reglas, me permitió generar un diálogo más interesante entre los poemas y sus imágenes, al mismo tiempo que era una forma de obligarme a tomar caminos cuyos finales no podía prever”.
“En cuanto a lo plástico, en este libro, como en otros también recientes, he intentado usar cada vez más materiales y técnicas tradicionales, con composiciones que tampoco están determinadas desde el principio, sino que se construyen más orgánicamente a partir de los elementos que sé que van a habitar cada imagen. De este modo hay caminos conceptuales y formales que escapan de mi control y permiten encuentros y valores más complejos”.
¿Con qué técnicas trabajaste? “En general son una mezcla de monotipias con dibujos hechos con distintos materiales. Cuando sabía más o menos qué va a haber en una imagen, hacía muchos dibujos separados que luego digitalizaba y componía para construir la ilustración final”.

Háblanos un poco del proceso de elaboración de este libro. “Para mí el peso más importante en el proceso de ilustración de un libro está en la lectura -confiesa Juan Palomino-. En darle la atención y el tiempo necesario para que esa lectura sea profunda, pero sobre todo íntima. Creo que cuando un ilustrador llega a este punto tiene recorrido gran parte del camino, porque las imágenes que surgen de una relación íntima con un texto, en la que se cruzan las sensibilidades de los autores, y no solo sus superficies, es posible crear imágenes que hablen también íntimamente a los lectores, y no se agoten de inmediato. Lo que siguió a eso fue, por un lado, empezar a pensar en una estructura gráfica que conservara y potenciara la lógica existente en la ordenación de los poemas, y que al mismo tiempo permitiera relacionarse con cada uno”.
“A mí me gustaba mucho la relación de los poemas con esos objetos que generalmente dejamos de tener cuando crecemos, pero que son tan importantes y preciados en la infancia. Empecé mi proceso pensando que quería usar en las imágenes objetos que hicieran referencia a los que solemos poner en este tipo de cajitas. Plantear un diálogo entre mis objetos de la infancia y sus significados posibles con lo que había en los poemas. Sin embargo, abandoné parcialmente ese camino cuando, leyendo el poema de María Elena Walsh que le da nombre al libro, tuve una especie de revelación sobre la naturaleza de las cajitas de tesoros, y su relación con la palabra en la poesía -cuenta Juan Palomino-. En él, María Elena dice que los adultos no saben apreciar los objetos que ponemos de niños en esas cajitas. Botones, pelusas, pedazos de hilo no tienen valor por sí mismos. Pero la razón por la que los ponemos ahí no necesariamente está basada en las formas de valoración adultas, consensuales. Son valiosos para nosotros porque encontramos en ellos algo particular, porque podemos verlos por sí mismos, pero también porque señalan otras cosas, nos gusta una canica porque es un pequeño mundo, un pedazo de hilo porque nos remite al lugar o la circunstancia en la que lo encontramos. De este mismo modo, creo, funcionan las palabras en los poemas, y los poemas mismos. En un poema las palabras y los versos se abren hacia afuera y hacia adentro de sí mismos. No son solo lo que inmediatamente nos parece que son, al mismo tiempo que un poema nos permite apreciarlas en su forma, en su sonido, en su superficie. La poesía las sacude y las vuelve a la vida”.
“A partir de esto, y de la lógica interna de la antología, en la que una palabra salta de un poema al otro, pensé en un juego gráfico posible en el que una serie de formas aparecieran y reaparecieran a lo largo de los poemas conservando a veces su significado, a veces transformándose. Así, el círculo que sugiere un globo es también la undulación que produce un objeto al caer al agua, y también es estrella, luciérnaga, ojo, fósforo apagado. Con este dispositivo podía dialogar de forma específica con los poemas, y también conservar algo de lo que había pasado en imágenes anteriores, o anunciar transformaciones futuras. Así, las formas y las imágenes serían como las palabras en los poemas, y también como los objetos en una cajita de tesoros”.
“A esta lógica le sumé un par de personajes, una niña y un niño, que interactuarían con las formas y con los poemas para tener un sentido más narrativo a lo largo del libro, una especie de hilo formal, conceptual, y también una especie de historia, un vaivén entre lo que hacía la niña y el niño, entre la noche y el día, entre lo claro y lo oscuro, entre el fósforo prendido y apagado. Al final son estas formas, y los poemas, los objetos dentro de la cajita, y el libro la cajita misma”.

¿Qué dirías que has aprendido con este proyecto? “Para mí, lo más interesante en el proceso que seguí con este libro, es que una vez que se encuentra o se determina una serie de reglas del juego que determinará el funcionamiento de la narrativa gráfica, es que lo que sigue es más una tarea de escucha, de obediencia y de cuidado de lo que está sucediendo, que un camino trazado conscientemente por uno mismo hacia un fin que aunque no conocemos se puede prever, y controlar. Creo que esto fue lo más valioso en mi aprendizaje. Por un lado, dejar de pensar, de una forma más radical y profunda, que una imagen tiene que decir lo mismo que dice el texto. Pensar en otras formas de acompañarlo, de dialogar con él, de plantear tensiones y armonías. Y por otro, encontrar maneras, trucos, trampas que se puede poner uno mismo y que permiten tomar esa distancia, recorrer el camino de la ilustración más como una exploración en la que vamos encontrando cosas, y en la que la tarea es más cercana a estar atentos a lo que sucede más que a construir con un plan, a pesar de lo que encontramos”.
“Últimamente pienso que dibujar, ilustrar, crear, es más una cuestión de establecer condiciones que permitan un acontecimiento que diseñar y llevar a cabo un camino preestablecido -firma Juan Palomino-. No creo estar todavía a la altura de mis propias ideas, pero ha sido revelador pensar mi trabajo desde ese lugar, que es bastante distante del que solía ser mi punto de partida”.
¿Con qué versos te quedas de los que aparecen en esta selección? “Me quedo con el poema de María Elena Walsh. Fue el que abrió la posibilidad de una relación íntima con el libro, y también el que inspiró el juego que determinó la forma en la que funcionarían las imágenes”.
¿En qué estás trabajando ahora? “Estoy trabajando en un par de libros álbum para niños. La pandemia ha volteado todo de cabeza, y ha sido complicado retomar ordenadamente los proyectos, pero espero terminarlos pronto. Por otro lado, doy clases en una universidad, lo cual es una dimensión importante de mi experiencia de la profesión. Lo que me interesa en estos momentos es tomarme un tiempo para asentar y poner en práctica las cosas que he aprendido teóricamente en los últimos años. Nunca he sentido que soy dibujante, y me gustaría aprender a dibujar más, sin la necesidad de textos o narraciones. También quisiera hacer un libro o una serie de libros que exploren las posibilidades del diálogo texto-imagen. Me interesa mucho el libro álbum como formato y como género, creo que hay muchas posibilidades por explorar ahí”, concluye Juan Palomino.
Álbum Ilustrado
Matthias Picard y las tres dimensiones de ‘Pataslargas’
Ponte las gafas 3D y sigue a ‘Pataslargas’ en su viaje al interior de la tierra, recorriendo simas calcáreas y bosques de cristal y enfrentándote a murciélagos, tormentas abisales y la inagotable belleza del inframundo. Una cuerda sobresale de la superficie del agua. En su bote, un misterioso ser, llamémoslo Pataslargas, lo agarra para ver adónde lo lleva: a una isla. Atraca y sigue ese hilo de Ariadna, que lo conduce a las profundidades de la tierra. ¡Cuántas maravillas! ¡Qué espectáculo! Matthias Picard nos ofrece una nueva y espléndida aventura en 3D, esta vez fotografiando los sublimes paisajes que se esconden bajo nuestros pies, en un libro que edita Fulgencio Pimentel.

¿Cómo surgió este proyecto? «Todo comenzó en otoño de 2020. Realicé una residencia artística en Pont-du-Fossé, en la región de los Altos Alpes, rodeado de árboles y montañas. Justo después de la pandemia de COVID-19, me emocionó poder ir a investigar en la naturaleza. Al pasear libremente, me fascinaron las setas que brotaban del suelo y las diminutas cosas que veía a mis pies. Esto me inspiró a explorar este mundo macroscópico en 3D. En la biblioteca me prestaron una cámara digital y, utilizando las imágenes que tomé durante mis paseos, incorporé a mis fotografías a este personaje, que ya existía en mis cuadernos. Al mismo tiempo, sentía un gran deseo de recrear una cueva y comencé a hacer maquetas de yeso. De vuelta de la residencia, continué el proyecto sin tener ni idea de la historia, y me equipé comprando una cámara y un objetivo macro. También encontré un taller, un lugar ideal para hacer maquetas».

¿Qué encontraremos en las páginas de este libro? «Morfológicamente, ‘Pataslargas’ (Jeanjambe) es el opuesto de Jim Curious, el protagonista de mis primeros libros en 3D. Le puse ese apodo porque era una figura de alambre, con dos piernas largas, dos brazos largos y una cabeza muy pequeña. Jim Curious, en cambio, es todo curvas, mucho más detallado, pero está creado principalmente con la técnica del raspado y se mueve dentro de un entorno dibujado donde los planos están recortados. En los volúmenes de un entorno fotográfico, parecería completamente plano. El dibujo de alambre se integra fácilmente en cualquier entorno. Con una línea, puedes recorrer cualquier espacio y crear una ilusión. La silueta de Pataslargas surge de esta idea de reducir una forma a la mínima expresión, de dejar que el dibujo emerja a través de la experiencia sin un plan predefinido. Con Pataslargas descubro el proceso al mismo tiempo que él, y veo adónde nos lleva», nos cuenta Matthias Picard.

¿Cómo fue el trabajo previo al libro? Me refiero a la fase de investigación, la documentación, las pruebas, incluso los bocetos en una libreta… «No hay una fase de investigación seguida de una fase de producción. Como en Pataslargas, se trata de exploración. Con Pataslargas, por primera vez, también me interesé por los videojuegos. Juegos como Heart of Darkness, Limbo, Inside y Another World influyeron en mi concepción del movimiento y la circulación, especialmente en las ilustraciones a doble página. Adopté la idea de avanzar sin poder retroceder. Al darle este ritmo, la trama se sustituye por el viaje a través de diferentes atmósferas», continúa Matthias Picard.
«Las secuencias de escenarios crean la historia, pero para imaginar el significado de esta exploración, también necesitaba anticipar la puesta en escena de las fotografías. Dado que había realizado todos mis experimentos de forma independiente, imagen por imagen, finalmente decidí descartar todas las imágenes que había tomado en la naturaleza y crear todas mis fotografías en el estudio, diseñando mis instalaciones como lo había hecho para la maqueta de yeso de la cueva. Así que pasé a otra fase».

Cuéntanos algo sobre las ilustraciones. «La naturaleza sigue siendo mi principal fuente de inspiración. El erizo de mar, por ejemplo, fue uno de mis primeros experimentos. Al fotografiarlo, descubrí unas columnas gigantescas, imposibles de ver a simple vista. En las rodillas, añadí unos pequeños ojos al estilo de Miyazaki e imaginé seres diminutos e inmóviles, como los juguetes de la máquina de garras de Toy Story, que veneran la garra y celebran al elegido cada vez que uno de los suyos es atrapado. Todos nos detenemos frente a un árbol, un trozo de corteza, una nube, una piedra donde creemos reconocer un rostro, una forma. El dibujo comienza ahí, y muchas de mis imágenes juegan con este fenómeno de la pareidolia, que consiste en ver un símbolo en una imagen de la realidad -asegura Matthias Picard-. La fotografía captura estos efectos. Inicialmente, quería crear este libro con estas fotos tomadas en la naturaleza a escala de conejo, pero técnicamente es muy complicado homogeneizar el procesamiento y la iluminación. No logré establecer una conexión entre un mundo y otro, encontrar una lógica para organizar las imágenes. En el estudio, al tener control sobre lo que veo, me siento más cómodo como artista que crea sus imágenes y paisajes. Sin embargo, desde mis primeros modelos de yeso para la cueva, trabajé con bicarbonato de sodio para que el material adquiriera cierta elasticidad, permitiendo así cierta libertad creativa; no buscaba un efecto esculpido, un modelado demasiado liso».

Cuéntanos algo sobre la técnica utilizada en este libro. «El 3D mediante anaglifos es una técnica antigua, que data del siglo XIX. La conozco bastante bien porque ya he creado dos libros con este método: ‘Jim Curious: Viaje al corazón del océano’ y ‘Jim Curious: Viaje a través de la selva’. Hay que separar los planos, construyendo una imagen para el ojo izquierdo y otra para el derecho. Para este libro, añadí muchas otras técnicas, que fui aprendiendo sobre la marcha. Fotografía, escultura, modelado, …».
¿Cómo fue el proceso de creación de este libro? «El proceso fue muy empírico. Experimenté mucho acompañando a Pataslargas en sus exploraciones y descubrimientos. Al principio, sentía una gran fascinación por las setas, las cuevas y la exploración subterránea. Para la ocasión, leí Viaje al centro de la Tierra de Julio Verne, que me encantó. También me regalaron el libro del diseñador gráfico italiano Bruno Munari, «Desde lejos parecía una isla», que juega con la percepción en torno a un guijarro que, visto de cerca, se convierte en una montaña, una ciudad, una isla. Esto resonó con mi intuición y empecé a fotografiar los guijarros que tengo en casa -afirma Matthias Picard-. Después creé esta isla de guijarros con un mar de silicona. Para mí, un libro siempre es un poco como una isla esperando ser explorada. Partiendo de esta premisa, inicialmente quise agotar la imaginación colectiva, evocando la isla misteriosa, el volcán, la cueva, las calaveras que sugerían una presencia humana, el vuelo de los murciélagos, la escalera que conducía a un reino más fantástico con los cristales. Jugando con estos clichés, el lector se siente lo suficientemente seguro como para continuar el viaje».

«Siempre había soñado con crear cristales, pero al llevar a cabo este experimento, me topé con las limitaciones del proceso artificial. En la naturaleza, las rocas y los cristales son el resultado de procesos complejos, entrelazados y fascinantes. Necesitaba encontrar ejemplares reales. Serge Darpeix, organizador de los Rencontres du 9ème art (Encuentros del Cómic) en Aix-en-Provence, me había hablado de las colecciones del Museo de Historia Natural de la ciudad, que cerró en 2014. Me puso en contacto con el equipo de paleontólogos que aún trabaja en los depósitos, y me encontré ante esas colecciones almacenadas en cientos de cajas. Había minerales, conchas, corales. Con las conchas, se abrió una nueva puerta, trazando un nuevo camino. Imaginé un viaje que partiría de un entorno artificial, modelado con materia inerte, hacia la materia natural, cada vez más animada y viva, hasta llegar finalmente a la realidad. También juego con los materiales para crear sensaciones de aventura», asegura Matthias Picard.
«Lo que me interesa es ver aparecer imágenes que me sorprenden, no necesariamente crear las que tengo en mente. En Jim Curious, proyecté principalmente imágenes mentales. Con la fotografía, es todo lo contrario; soy el primero en ver los resultados, y eso a veces es engañoso: lo que conmueve a simple vista no necesariamente se traduce bien en una fotografía. Trabajo alternando entre la fotografía y el dibujo, entablando un diálogo entre ambos. Un reflejo en una roca inspiró la secuencia de relámpagos. Partiendo de las formas florales de la calcita, añadí pistilos. Lo importante es percibir cómo reaccionan los objetos y los materiales a la luz. Con el yeso, es obvio: demasiada luz y no se ve absolutamente nada. Para obtener fotos convincentes y poder reutilizarlas, hay que perfeccionar el juego de luces y sombras. La iluminación lleva casi más tiempo que la construcción de los decorados. Para crear mis paisajes, también hago montajes. En el ordenador, no me limito a superponer dos imágenes en azul y rojo para crear profundidad; combino varias fotos, añado un cielo…».

No es solo un libro, creemos que leerlo es una experiencia, un viaje… ¿Qué opinas? «El fenómeno de los espejismos siempre me ha fascinado; debí de descubrirlo en mi infancia con Tintín y el cangrejo de las pinzas de oro. La imagen del capitán Haddock creyendo ver una botella de champán en el desierto. ¡Impresionante! Cuestionar el espejismo significa, ante todo, intentar comprender cómo la imaginación proyecta significado sobre los fenómenos reales, cómo se crean los mitos y las historias a partir de la percepción de los fenómenos físicos. El espejismo sugiere esta ambivalencia entre realidad e imaginación, el placer de la ilusión óptica y la promesa de una decepción que quería superar. Pensé mucho en el final. Al llevar a Pataslargas a descubrir la otra cara de la moneda con un efecto similar al de «El show de Truman», el viaje adquiere una dimensión más filosófica sin resultar moralizante -asegura Matthias Picard-. Cuando el sol se revela como iluminación artificial, como un foco de escenario, el personaje dibujado se percata gradualmente de los efectos del resplandor al descubrir el trasfondo de su viaje. Proyecto el shock existencial producido por este viaje a través del espejo. ¿Entonces, todo fue solo un decorado? ¿Soy solo un personaje de cómic, una ilusión de mí mismo? El espejismo es tanto la idea que Pataslargas tiene de su identidad, su viaje y sus experiencias, como la imagen que percibe en el mundo real de las representaciones de lo imaginario sobre la mesa del creador. Al concluir con la figura de pie sobre la mano del artista, reconectando con la realidad, quise reafirmar la existencia de dos mundos, borrar la frontera que supuestamente separa lo real de lo imaginario».

¿En qué estás trabajando ahora? ¿Algún proyecto nuevo? «Ahora mismo acabo de tener un bebé y estoy en plena hibernación, encerrado en casa; así que cualquier proyecto tendrá que esperar hasta la primavera».
Cómic
Jérémie Almanza nos guía a ‘Los reinos silenciosos’
Con un toque de humor, este cómic de inspiración gótica con grandes tintes de Tim Burton invita a un fabuloso viaje a ‘Los reinos silenciosos’. Perséfone parece que murió un jueves a los doce años. Era el día del velatorio de su vecino, Víctor Columbaria, al que solo lo conocerá de verdad después de su muerte, cuando se encuentre cara a cara con su fantasma. Charles y Théophile, coleccionistas de suspiros, llegan con dos días de retraso. Así, Perséfone no duda en cruzar el umbral del más allá para ir en busca del último aliento de Víctor. Pero ¿por qué puede ver a los muertos? ¿Podrá regresar al mundo de los vivos? Así nos presenta la editorial Nuevo Nueve este cómic de Sévernie Gauthier y Jérémie Almanza. Con éste último hemos charlado un poquito más sobre su trabajo en este cómic.
¿Cómo nace este proyecto? “Este proyecto surgió de una conversación con la guionista de cómics Séverine Gauthier, quien guardaba en sus cajones una historia con esqueletos. Debo admitir que todo lo relacionado con esqueletos me atrae. Al examinar su historia con más detenimiento, descubrí un universo fascinante para explorar y crear desde cero. Crear un universo entero es, sin duda, la parte más interesante de dar vida a un proyecto, así que decidí formar parte de él”.

¿Qué encontrarán los lectores en este libro? “Descubrimos la historia de una joven aparentemente normal que descubre por accidente que puede viajar entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Esta habilidad es un misterio que intentaremos desentrañar a medida que avancen los volúmenes. Nos ponemos en la piel de la protagonista para descubrir el mundo de los muertos, una especie de distopía burocrática y fantástica gobernada por la mismísima Muerte”, nos cuenta Jérémie Almanza.


¿Cómo fue el trabajo con Séverine? “Trabajamos de una forma bastante dinámica. Séverine me propone una historia, yo le doy mi opinión y ella la adapta un poco. Luego, cuando paso a la versión gráfica, Séverine también me da su opinión, lo que modifica ligeramente el mundo que he imaginado. Todo esto es el resultado de numerosas conversaciones e intercambios de correos electrónicos. A veces hacemos pequeñas concesiones mutuas para que las ideas de los autores puedan tomar forma”.
¿Cómo fue el trabajo previo al libro? Me refiero a la fase de investigación, la documentación, las pruebas, incluso los bocetos en la libreta… “El comienzo de la creación de un libro suele ser la parte más emocionante. Hice muchos bocetos y pensé en los escenarios -continúa Jérémie Almanza-. Hubo muchísima investigación, ensayo y error que dieron como resultado el libro tal como es hoy. Por ejemplo, al principio, el cómic estaba más influenciado por el Día de Muertos mexicano, pero esta referencia se descartó en favor de una estética gótica más europea. Dicho esto, esta ligera influencia aún se puede apreciar en algunos escenarios y en algunos esqueletos”.

“Al final, resultó que el Reino de los Muertos era una especie de infierno burocrático, y pensé que sería interesante que los esqueletos llevaran trajes de oficina, como funcionarios públicos”.

“Se realizaron las mismas pruebas con los fondos. Me llevó mucho tiempo encontrar la forma adecuada de abordar el universo gráfico; lo más difícil fue distanciarme un poco de las cosas que más me inspiran. En este caso, fue el juego Grim Fandango el que me cautivó cuando salió”, asegura Jérémie Almanza.


¿Cómo nació el personaje de Perséfone? “Creo que hay varias pequeñas inspiraciones gráficas, pero diría que la más obvia es el personaje Me-Mow de Hora de Aventuras. Claro que lo he transformado por completo, pero cuando ya no sé cómo dibujar a Perséfone, miro a Me-Mow y la inspiración vuelve a mí. Al mismo tiempo, mientras veía vídeos en YouTube, me impactó un vídeo en blanco y negro de Miércoles Addams. Ella también fue una gran fuente de inspiración”.



Cuéntanos algo sobre las ilustraciones. “Al principio, me interesaba más la ilustración que el cómic. Por eso, siempre que puedo, me gusta crear viñetas muy ilustrativas que muestren los escenarios. Creo que esto me permite experimentar con un tipo diferente de narrativa: la narrativa ambiental, que me fascina, tanto en películas como en videojuegos. Por eso tardo tanto en hacer mis viñetas: quiero que cada pequeño detalle contribuya a la inmersión en el universo”, afirma Jérémie Almanza. «Normalmente, cada detalle es coherente, e imagino que hay una pequeña historia detrás de él. Este es el caso, por ejemplo, de las pequeñas imágenes que se encuentran a lo largo de la tira cómica”.

Cuéntanos algo sobre la técnica utilizada en este libro. “Utilizo tinte de nogal, pluma y tinta, y aguada. También puedo usar rotuladores Rotring. Trabajo en formatos muy grandes; algunas ilustraciones están en papel A2. Como solo tengo un escáner A4, tengo que trabajar en dos hojas A3 colocadas una tras otra, lo cual es terrible. Luego escaneo todo y añado el color en Photoshop. El objetivo es crear una colorización minimalista que deje respirar el dibujo”.
¿Cómo fue el proceso de creación de este libro? “Hubo muchos intentos fallidos, muchos ensayos y errores, pero también fue un libro que me permitió disfrutar mucho del aspecto gráfico. El universo creado por Séverine permite mucha interpretación gráfica, así que no me sentí limitado por su visión. Por otro lado, tardé muchísimo en terminarlo, principalmente por el gran formato de mis dibujos, y no le recomendaría a nadie trabajar en estas condiciones”, sonríe Jérémie Almanza.
¿En qué estás trabajando ahora? ¿Algún proyecto nuevo? “Tras una breve incursión en el mundo de Greenwood bajo la dirección de Barbara Canepa, actualmente estoy trabajando en el volumen 2 de ‘Los reinos silenciosos’. Aunque me prometí a mí misma que no volvería a trabajar en formatos tan grandes, sigo trabajando en formatos demasiado grandes, pero esto permite una inmersión total. Descubriremos nuevas capas de este universo, incluyendo un nivel -2 poblado por esqueletos de una clase completamente distinta a la de los funcionarios».

«Pronto empezaré a trabajar en cosas nuevas, pero aún no puedo adelantar mucho. Sin embargo, me permitirá explorar muchos mundos gráficos nuevos y más contenido para adultos”.

Álbum Ilustrado
Irene Bofill y su trabajo en ‘¡Ana, dónde vas!’
Ana es una niña con un oído muy fino. Los ruidos le molestan tanto que se pone a correr sin parar cuando oye las bocinas de los coches, gritos en una película de cine… Y sus padres ¡tienen que perseguirla! Pero, ¡Ana, dónde vas! Y es que Ana sabe muy bien dónde quiere estar de verdad, el lugar del mundo en el que mejor se siente. ¿Cuál será el refugio de Ana? Con estas palabras La Estrella Azul, la editorial de Autismo Ávila, nos presenta este álbum ilustrado de David Gómez (padre de un niño con autismo y es autor de varios álbumes infantiles) e Irene Bofill. Con ella hemos charlado un poquito más sobre su trabajo en este libro.
¿Dónde está el origen de este proyecto? “Entré a formar parte de este proyecto cuando Autismo Ávila y su editorial La Estrella Azul me propusieron ilustrar un cuento escrito por David Gómez sobre Ana, una entrañable niña con autismo. El objetivo de esta y demás publicaciones de su editorial es dar a conocer y acercar el TEA (trastorno del espectro autista) a los lectores y lectoras de todas las edades”.

¿Qué encontrarán los lectores en sus páginas? “Se encontrarán con la historia de Ana, una niña con hipersensibilidad auditiva debido a su TEA. En el cuento se nos muestra cómo Ana sufre mucho viviendo en la ciudad con sus padres por la cantidad y variedad de ruidos a su alrededor que no puede soportar y le hacen salir huyendo siempre. Esta hipersensibilidad se convierte en un don cuando Ana va a casa de su abuela en la montaña, allí conecta con todos los sonidos de la naturaleza y se funde con ellos, se siente en paz”, nos cuenta Irene Bofill.
¿Qué te pareció el texto de David la primera vez que lo leíste? “Me enamoré de Ana, la comprendí perfectamente. La verdad es que conecté muy bien con su personaje porque me sentí muy reflejada. Justo empecé el proyecto en el momento en que acababa de dejar todo para iniciar un viaje en furgoneta por las isla canarias, de alguna manera también huía de ese ruido de la ciudad buscando refugio en la naturaleza. Fue una sincronía muy bonita”.

¿Cómo ha sido el trabajo previo al libro? Me refiero a esa fase de investigación, de pruebas, no sé si de dibujos en algún cuaderno… “Lo que más me gustó de la fase de investigación fue adentrarme en el mundo de las personas con TEA, aprender sobre el tema y poder comprenderles un poquito más -continúa Irene Bofill-. Aprendí que tienen dificultades a la hora de procesar los estímulos sensoriales, los sentidos del movimiento y la propiocepción, con diferentes grados de hiper o hiposensibilidad y esta es la razón por la que rechazan o evitan determinados estímulos. Su percepción es muy diferente a la estándar y esto me pareció fascinante… Tanto David como Gerardo y Cristina de Autismo Ávila me proporcionaron mucho material valioso para hacer el estudio del personaje de Ana y el tono del cuento”.

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? ¿Qué hay de nuevo o diferente con respecto a otros trabajos? “Algo característico en este libro fue captar y representar con imagen la sensación que causaban en Ana esos sonidos tan intensos. Intenté transmitir lo que ella sentía con cada uno de los estímulos auditivos, cómo se transformaba su realidad a través de los sonidos que entraban en su campo de percepción”.
¿Con qué técnicas trabajaste? “Técnica digital, trabajé todo en el iPad con Procreate”, afirma Irene Bofill.

Cuéntanos un poco más sobre el trabajo de elaboración de este libro. “En la creación tanto de las ilustraciones como de los personajes fue de gran ayuda todos los comentarios de David y del resto del equipo, que me ayudaron a ajustar cada detalle para que se comprendiera mejor el mensaje que se quería transmitir”.

¿En qué trabajas ahora? ¿Algún proyecto nuevo? “En este viaje que inicié por las islas canarias acabé grabando un disco muy vinculado a la naturaleza y ahora estoy terminando unas ilustraciones que acompañarán a cada uno de los cantos. Como Ana, yo también encontré refugio en la Naturaleza”.
-
Álbum Ilustrado4 semanas agoDavid Lorenzo y Lucía Belarte nos abren las puertas de ‘La panadería’
-
Cómic3 semanas agoJoaquín López Cruces, Enrique Bonet y ‘El otro mundo’
-
Álbum Ilustrado1 mes agoAlbert Asensio nos presenta a ‘La hija luminosa’
-
Álbum Ilustrado2 semanas agoGiulia Landonio y ‘El hombre que perdió la cabeza’
-
Cómic3 semanas agoPROFESIONALES 4 reunirá a referentes del cómic y la ilustración en Madrid
-
Cómic4 semanas agoMarina Velasco y su trabajo en ‘Mientras sea verano’
-
Cómic3 semanas agoElva Lombardía nos habla de su trabajo en ‘Roncas’
-
Cómic1 mes agoKen Niimura habla de la vida en Tokio en ‘Henshin’

