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Entrevistas

Concha Pasamar nos habla de ‘Tiempo de otoño’

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Tiempo de otoño es un álbum atemporal que recorre la belleza de los momentos aparentemente insignificantes y anima a vivirlos desde una mirada atenta al presente. Esa consciencia de lo pequeño que consigue suspender la fugacidad del instante se muestra aquí en un breve itinerario por los estímulos y sensaciones que la llegada del otoño provoca en la protagonista. Los cambios en el entorno y la naturaleza, que modifican también nuestras rutinas diarias, se presentan en un lenguaje poético, con ilustraciones en las que los colores se dosifican y acompañan un dibujo suelto y expresivo a carboncillo. La paleta cálida y la técnica natural refuerzan así el sentido de los textos que, sin mencionarlo, apuntan al hecho de que vivir es un recorrido en el tiempo. Este no es sino una sucesión de pequeños presentes llenos de sentido. Con estas palabras presenta la editorial Bookolia este álbum ilustrado, un trabajo de Concha Pasamar, con la que hemos charlado.

Concha Pasamar

¿Cómo nace este proyecto? Concha Pasamar: “En esto ‘Tiempo de otoño’ no difiere de mi anterior libro como autora: surgió como trabajo personal del curso de álbum ilustrado de Marián Lario y, de hecho, es anterior a ‘Cuando mamá llevaba trenzas’, aunque se haya publicado más tarde. Pasó algo parecido en este caso: dejé preparado texto, storyboard, y algunas definitivas, y ahí quedó todo. La idea de “mover” el proyecto no era entonces prioritaria, y siempre tenía algo más entre manos que me justificaba en la postergación de la tarea de enviarlo a editoriales. En fin, el libro fue también fruto de un proceso de aprendizaje en el que elegí hablar de las sensaciones que esta estación produce y producía en mí. Me apeteció más emprender un álbum íntimo que fabular. Aunque hubo algunos ejercicios más propiamente narrativos e infantiles en aquel curso, elegí como asunto del álbum aquello de lo que me apetecía hablar en ese momento -era otoño, y el cambio me encanta, pero también me pone algo nostálgica-: los momentos sencillos, su belleza y su densidad”.

¿Qué encontrarán los lectores en sus páginas? “Creo que hallarán algunos puntos de conexión en aquello que experimentamos si vivimos en un entorno con estaciones bien marcadas, pero eso es tal vez lo más superficial. Creo que encontrarán, sobre todo, una llamada a vivir con atención al detalle, a dotar de intensidad a lo cotidiano. Esa intensidad, creo, puede compensar lo fugaz del paso del tiempo; al menos, a mí me permite prolongar el tiempo de otra manera, hacia el interior. Creo que el libro puede ser como un pellizquito para que uno se detenga más a menudo a disfrutar de una luz, una sensación, una compañía… Al parecer, encontrarán también algo de poesía en la combinación de imagen y texto, pero eso no lo he dicho yo 😉.”

Concha Pasamar

¿Cómo son y cómo eran tus otoños? “Bueno, eran muy normales, en realidad -nos confiesa Concha Pasamar-. Como para todos, creo, suponían la vuelta a la rutina escolar, que nunca fue un motivo de tristeza para mí: se terminaban algunos privilegios del verano, pero llegaba el reencuentro con los amigos, los cuadernos nuevos, el frío en la cara, los colores cálidos, las salidas a buscar setas, el calor del hogar…; en fin, lo que aparece en el libro. Y no son muy diferentes ahora, la verdad: mi vida ha seguido siempre el ciclo escolar. Primero como alumna y luego como profesora, el año se renueva para mí al llegar el otoño (también literalmente, porque mi cumpleaños a menudo coincide exactamente con el equinoccio)”. 

¿Qué fue lo más difícil en este proyecto? “Desde el punto de vista de la creación, no recuerdo que fuera un proyecto especialmente difícil de sacar adelante…No había ninguna presión y vi la forma que quería que tuviera enseguida. En el texto sí es cierto que hubo una reelaboración, porque primero hice una versión mucho más escueta, algo poética, pero más conceptual y por ello más opaca. Creo que fue bueno que Marián me señalara que podría ganar con mayor carga narrativa -aunque realmente tampoco hay mucha en la versión final-”.

¿Cómo estás llevando este último año extraño que hemos vivido y que seguimos viviendo? “Bueno, no puedo quejarme, porque he seguido trabajando; con cambios que requieren tiempo y esfuerzo, pero trabajando y en contacto también físico con los alumnos -nos cuenta Concha Pasamar-. Eso es mucho. También me ha acompañado hasta el momento la salud, a mí y a los míos. Y eso es muchísimo. Por lo demás, tengo la paradójica sensación de que el tiempo va a la vez despacio -no hay apenas hitos que despunten en las rutinas- y deprisa -¿ha transcurrido ya un año sin hacer nada especial en todo este tiempo?-. Siento que hay aspectos positivos, que me he refugiado aún más en lo sencillo y en la naturaleza, pero es inevitable el cansancio: echo de menos la compañía de muchas personas queridas, y la sensación de libertad. No es que quiera hacer nada demasiado especial -ahora mismo encuentro especial viajar a más de 50 km de mi casa, ver a mis amigos, asistir a un concierto, celebrar con la familia- ; pero sí me gustaría recuperar esa sensación de saber que si quisiera podría hacer todo eso, que ha ganado en significado, e incluso algo más”. 

Concha Pasamar

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? Nos llama la atención también el uso del color que has hecho… ¿Con qué técnicas trabajaste? “Tal vez su naturalidad y su calidez, en varios sentidos. Creo que dibujé este libro de una manera muy intuitiva; cuando lo hice solo había hecho un curso breve de composición (era toda mi formación en ilustración) y no había abierto nunca un programa de ilustración digital -ni tenía intención de hacerlo, qué ilusa-. El carboncillo es un material que se ajusta bien a mi dibujo suelto, que permite rápidamente contrastes, que llena y que siempre me gustó (mi madre dibujaba con carboncillo a veces y lo probé muy pronto). Este álbum fue mi primer proyecto de ilustración, y me sentía más cómoda en una paleta limitada –sigo estándolo-, así que pensé que la calidez de la estación la podría poner el papel, la expresividad el trazo del carbón y los toques de color el pastel. Me costó mucho más dar con la forma para ‘Cuando mamá llevaba trenzas’. Digamos que en el uso del color me reconozco más aquí”. 

¿Qué hay de diferente respecto a otros trabajos? “Realmente, no lo sé bien. Yo lo siento un trabajo muy muy mío –en la línea de ilustración que luego tuvieron también las imágenes de 9 Lunas (Poemas para esperarte), de Mar Benegas (Litera)-. Como cronológicamente es el primero y no pensaba tampoco en su publicación, desde mi perspectiva diría que lo que este álbum tiene de especial para mí es que fue un acercamiento totalmente libre y personal al género -afirma Concha Pasamar-. Desde ese mismo punto de vista, casi diría que los diferentes son algunos de los que vinieron después, aunque se publicaran antes, sobre todo aquellos en los que utilicé una paleta amplia y viva – digital o manual-. Si hablamos del álbum en su conjunto, podría decirse que tal vez sea más sensorial -aunque igual de íntimo- que ‘Cuando mamá llevaba trenzas’”.

Háblanos un poco del proceso de elaboración de este libro. “Como he comentado, seguí a rajatabla las pautas del curso de álbum durante unas semanas en las que estudié personaje y ambientes, hice y revisé el storyboard y llegué a terminar unas siete u ocho ilustraciones. Luego el libro quedó en barbecho y seguí con mis cosas”. 

“Se lo mostré a Luis Larraza, de bookolia, si no recuerdo mal, mucho después, tras terminar ‘Cuando mamá llevaba trenzas’, y lo quiso publicar –tengo que agradecer esa confianza en estos álbumes de sensaciones-. Así que tuve que retomar las ilustraciones restantes varios años después (en otoño de 2019) -continúa Concha Pasamar-. Temí que mi manera de hacer hubiera cambiado, pero creo que el propio material me condujo enseguida al mismo trazo. Como ya todo estaba planteado, fue rápido –el material se presta también a ello, creo-. A continuación replanteé las guardas, la página de créditos/portada y la cubierta. Además, preparé numerosas sugerencias para enlazar la lectura y la experiencia, que están accesibles a través del QR de la cubierta.

¿Qué dirías que has aprendido con este proyecto? “Lo aprendí casi todo sobre la elaboración de un álbum en cuanto a su estructura y su proceso, también sobre el engarce de texto e imagen en el libro álbum”. 

¿En qué estás trabajando ahora? “He entregado ya las ilustraciones para un álbum de Paula Merlán con Cuento de Luz y estoy terminando de dar forma con Luis Larraza, de bookolia, a un romancero de Paloma Díaz-Mas; ambos libros verán la luz a principios de este otoño. Dos trabajos muy ilusionantes y diferentes que me han hecho disfrutar mucho, de maneras muy distintas. También estoy en fase de documentación y planificación de un libro de no ficción para A Fin de Cuentos sobre un tema apasionante -tiene que ver precisamente con el poder transformador de la palabra escrita-, y retomando un proyecto precioso -ya encauzado- con texto de Pablo Echart, que saldrá con Triqueta en 2022”. 

“Y sin preverlo, resulta que de otro curso fantástico de Marián Lario ha salido una nueva idea a la que he conseguido poner palabras y un primer storyboard, y parece que ya ha encontrado casa -afirma Concha Pasamar-. Voy escribiendo también otras cosas, sin prisa…Veo con claridad que, si se riega y se cultiva con constancia, la creatividad no deja de dar brotes, aunque haya estado en letargo mucho tiempo, como en mi caso”.

“Y recibo otras propuestas interesantes e ilusionantes, pero una llega a lo que llega y debo dosificar. Mi trabajo me impone muchas limitaciones porque la docencia y la investigación –actividades que tienen también sus dosis de creatividad- terminan siempre robando espacio al tiempo libre, especialmente en estos dos últimos cursos tan extraños y demandantes, así que iremos poco a poco con unas cosas y otras, porque sencillamente vivir también es importante”.

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Álbum Ilustrado

Kike Ibáñez y su trabajo en ‘El diablo sobre ruedas’

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Kike Ibáñez

Lucía Fernanda es una niña lista e intrépida que ama con locura su bicicleta. ¿Tiene algún problema? Lucía Fernanda no sabe lo que es la paciencia, sobre todo si el tráfico de la ciudad le impide llegar a tiempo a la fiesta de carnaval. Y si además una furgoneta cargada de mercancía peligrosamente radioactiva está a punto de chocar con ella y su madre… No veas el pandemonio que es capaz de desatar. Kike Ibáñez en ‘El diablo sobre ruedas’ celebra la lucidez del pensamiento infantil dando vida a un personaje provisto de una personalidad irresistible que le ha llevado a ganar el premio del Concurso Internacional de la Biblioteca Insular de Gran Canaria. Un álbum ilustrado editado por A buen paso sobre el que hablamos con su autor.

Kike Ibáñez

¿Dónde está el origen de este libro? “El diablo sobre ruedas nace de un enfado. A mí me gusta moverme en bicicleta, me desplazo diariamente al estudio en bici, es una media hora de trayecto y la mitad es por carril bici. Un día iba yo tan tranquilo por el carril cuando de repente aparece un coche circulando por el carril bici hacia mí. Yo me quedé sorprendido, no porque hubiera un coche invadiendo el carril sino porque es un carril segregado, es decir, está aislado de la carretera y es difícil meterse en él si eres un coche -nos cuenta Kike Ibáñez-. Bien, pues yo me bajo de la bici y salgo del carril para que el coche pueda pasar y el conductor, un tipo muy calvo, muy gordo y con un enorme puro al llegar a mi altura me dice un insulto que no puedo reproducir, pero imagínate el insulto más asqueroso que hayas oído, yo me quedo más sorprendido aún, el tipo encuentra un hueco, da la vuelta y se incorpora a la carretera, y al volver a pasar a mi altura me vuelve a decir el insulto más repugnante que hayas podido imaginar. Yo aluciné y de la alucinación pasé al enfado, y del cabreo empecé a imaginar diferentes maneras de venganza. Cuando llegué al estudio empecé a dibujar El diablo sobre ruedas”.

Kike Ibáñez

¿Qué encontrarán los lectores en sus páginas? “Los lectores se encontrarán una historia que está pensada para divertir, hice este libro para los niños, no sé qué les parecerá a los padres que la madre muera al principio y ese no sea el tema del libro, pero estoy seguro que a los niños les encantará porque aunque parece un disparate, en realidad todo tiene sentido”.

¿Qué nos dices del humor como herramienta de denuncia social? “La denuncia social es necesaria pero también es aburrida. Si cuentas lo mismo pero con gracia probablemente te escuchen más -asegura Kike Ibáñez-. Y no solo me refiero al humor, el arte como medio de comunicación y de entretenimiento llega más lejos que cualquier queja en una reunión familiar, en una cola de supermercado o en un atasco”.

Kike Ibáñez

¿Qué hay de Kike en la protagonista de esta historia? “La historia nace de mi experiencia personal y de cómo digiero esa vivencia, pero también el estilo gráfico bebe de mi mirada más limpia, es decir, de aquellas cosas que me gustaban cuando era niño, y muchos de esos referentes se pueden encontrar literalmente en las ilustraciones del libro: Superman, Pipi Calzaslargas, Mortadelo y Filemón, Bola de dragón, Wally…”.

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? ¿Qué hay de nuevo o diferente con respecto a otros trabajos? “Estoy en mi momento profesional más sólido, siempre he variado el estilo en función del proyecto porque me parecía coherente, pero ahora he dado con una manera de dibujar con la que me siento muy identificado, las imágenes del diablo son lo más Kike que he hecho hasta ahora, inspirado por esa mirada infantil y sobre todo por una mirada a mi yo más profundo. Puede que mirar dentro de uno mismo parezca dramático, pero en realidad es bastante divertido”, confiesa Kike Ibáñez.

Kike Ibáñez

¿Con qué técnicas trabajaste? “Todas las imágenes las hice sobre una cuadrícula, construyendo a partir de formas geométricas muy básicas, con un software de dibujo vectorial que no controlo demasiado, por que pensé que esa limitación podría dar un resultado interesante, al final trabajar así fue un infierno, ideal para esta historia”.

Kike Ibáñez

Cuéntanos un poco más sobre el proceso de elaboración de este libro. “Algo que me parece interesante de este proyecto es que primero fueron las imágenes, hice tres dibujos que no sabía si se convertirían en unas pinturas, unas láminas o una historia; ni siquiera sabía si esa historia sería un cómic o el álbum que al final salió -afirma Kike Ibáñez-. Y fue un álbum porque me quise presentar al Concurso de Álbum Ilustrado de la Biblioteca Insular de Gran Canaria, y entre todos los proyectos que tenía, generar una historia sobre ese diablo me parecía que era lo que mejor encajaba con A Buen Paso que es quién edita el libro si ganas el premio. La historia que envié al concurso era un delirio, en algunas fases un sin sentido, pero gustó mucho al jurado y con la ayuda de Arianna (A Buen Paso) mantuvimos el delirio pero creamos un libro”.

Kike Ibáñez
Kike Ibáñez

¿En qué estás trabajando ahora? ¿Algún proyecto nuevo? “Estoy trabajando en varios proyectos muy diferentes: una serie de cuadros, un libro para niños muy pequeños, un ABC book, un libro informativo y unas ilustraciones para un juego de cartas”.

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Álbum Ilustrado

Luciano Lozano nos invita a seguir ‘La línea amarilla’

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Luciano Lozano

Mientras pasea, una niña descubre una línea amarilla y decide seguir su rastro. Sin saberlo, está a punto de recibir un regalo único que la acompañará para siempre. Con estas palabras la editorial Tres Tigres Tristes nos presenta ‘La línea amarilla’, un álbum ilustrado de Fernanda de Oliveira y Luciano Lozano. Con éste último hemos charlado un poco más sobre este libro.

Luciano Lozano

¿Dónde está el origen de este proyecto? “Parte de un texto de Fernanda. Habíamos trabajado en otro proyecto con Véronique Kirchhoff para Brasil y me lo enseñó. Se lo enviamos a Tres tigres tristes y les gustó y nos propuso editarlo”.

¿Qué encontrarán los lectores en sus páginas? “Un viaje de conocimiento y aprendizaje con un texto corto y profundo como un haiku”, afirma Luciano Lozano.

Luciano Lozano

¿Qué te pareció la historia de Fernanda la primera vez que la leíste? “Me encantó. Me pareció muy profunda. El texto que explicaba lo que pasaba en la historia era mucho más largo que el texto que aparece escrito. Me encantan estos proyectos, que dejan mucho peso a la imagen, y el texto está reducido al mínimo. Se parecen mucho a los proyectos que hago como autor”.

¿Cómo ha sido el trabajo previo al libro? Me refiero a esa fase de investigación, de pruebas, no sé si de dibujos en algún cuaderno… “Ha sido un proceso diferente al de otras veces. Más orgánico. Como el texto explicativo era tan largo, lo hice directamente casi sin bocetos para ver cómo funcionaban las imágenes -continúa Luciano Lozano-. A Tres Tigres Tristes les envié el libro hecho sin bocetos. Luego limamos algunas cosas, sobre todo la portada, y una vez que teníamos la narrativa en imágenes y se entendía bien, rehice los personajes, pero el resto se mantuvo más o menos como lo hice al principio”.

Luciano Lozano

Esta línea amarilla, ¿es una especie de camino de baldosas amarillas? “Bueno, es algo más cotidiano. Es como la típica frase de Cavafis que dice que lo más importante no es la meta sino el camino. Es poner el foco en el camino personal de cada uno. Aunque es verdad que la imaginación también tiene un papel importante. Ahora que lo pienso, el tema sería conocerse a uno mismo a través del otro, que la verdad, es un tema muy profundo para un libro infantil. Aunque el libro es divertido, no es un ladrillo. Tiene muchas lecturas”.

Luciano Lozano

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? ¿Qué hay de nuevo o diferente con respecto a otros trabajos? “Tiene un aire retro, que es muy mío. Es un poco atemporal, aunque está muy despojado de elementos superfluos. Es un poco más gráfico porque he jugado con la línea para que no fuera una línea fina homogénea de principio a fin, sino que se deformara, que se acercara y se alejara -confiesa Luciano Lozano-. Al principio lo visualicé todo en blanco y negro y con colores neutros para que la línea amarilla resaltara, pero luego fui añadiendo colores, aunque tampoco muchos. Creo que estoy en una etapa personal más colorista”.

Luciano Lozano

¿Con qué técnicas trabajaste? “Este libro es 100% digital. Últimamente todos los libros los hago así. Aunque elijo pinceles que tengan afinidad con mi trazo y que sean irregulares para que tengan un aire más artesanal. Me gusta usar lo digital como una herramienta y no como un fin”.

Luciano Lozano

Cuéntanos un poco más sobre el trabajo de elaboración de este libro. “Ha sido un proceso muy fluido. Los editores veían muy claro el formato, que me encantó -asegura Luciano Lozano-. Y hablando con ellos por Skype se nos ocurrió la trama para la cubierta y las guardas. Fernanda ha sido muy flexible, y tanto ella como los editores y yo hemos aportado nuestra visión. Ha sido un trabajo en equipo muy enriquecedor. Me encanta trabajar así. Creo que es como mejor salen las cosas. Aunque para eso tienes que tener afinidad con la gente con la que trabajas y confiar en su criterio. Si eso coincide, el libro sale solo. Al final, los libros son como los hijos, cada uno tiene su propia personalidad. No hay dos libros iguales”.

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Elena Val y la espera de ‘El hijo del astronauta’

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Elena Val

El hijo del astronauta’ hace tiempo que no ve a su papá: está en una misión espacial. «Cuando papá regrese, habrá una gran fiesta. La gente orbitará a su alrededor para decir: “¡Bienvenido a casa! ¡Bienvenido a casa!”. Solo yo diré casa de verdad». Con estas palabras la editorial Ekaré nos presenta este álbum ilustrado, un trabajo de Elena Val, con la que hemos charlado sobre este proyecto.

¿Cómo nace este proyecto? “Nace de pequeñas ideas que van germinando, se van sumando, solapando, empujando, ¡también boicoteando! Hasta que, por suerte, todo encaja. Una de ellas sería el trasfondo de la figura del héroe -nos cuenta Elena Val-. Me refiero a lo que hay detrás de ese momento de valentía en el que el héroe (ficticio o real) lleva a cabo su cometido, el acto heroico en sí, en el que es capaz de sacrificarse por los demás. Y como que suele tratarse de unos “demás” genéricos, me pregunté por cómo viven esa heroicidad sus seres queridos, que inevitablemente quedan relegados por debajo del rango de prioridades y responsabilidades del héroe”.

Elena Val

“Eso por un lado. Otras ideas surgen de todo un background personal. Un chup-chup de fondo que se fue cocinando entre tantos amigos y conocidos hijos de padres ausentes de mi generación y que a su vez crecimos alucinando con las noticias sobre alunizajes y la fantasía de los viajes interestelares. Y así un buen día, pum, apareció el astronauta como un heroico profesional y como la figura paterna más alejada del planeta. Y a partir de ahí, un boceto de un sofá flotando en la nada y un niño sentado junto a un traje vacío”.

Elena Val

¿Qué encontrarán los lectores en sus páginas? “Puede haber diferentes interpretaciones, pero en cualquier caso los lectores compartirán la espera larga, entretenida y paciente de un niño que imagina, planea, proyecta, se hace preguntas y sueña despierto, pendiente del regreso de su papá -asegura Elena Val-. El niño vive en esa especie de paréntesis temporal continuo sin ser muy consciente de la soledad que siente, y tampoco de lo bien acompañado que está”.

Elena Val
Elena Val

En ‘Nubes en la cabeza‘ ya abordabas un tema de calado como la demencia. ¿Qué importancia tiene para ti el álbum ilustrado para abordar cualquier tema posible? “Si vemos los libros ilustrados como pequeñas ventanas por las que se asoma el mundo (bajo unas reglas determinadas), me parece lógico que contengan toda una gran variedad de temas propios del pensamiento humano con sus infinitos modos de enfocarlos. Pueden mostrar situaciones más o menos reconocibles o también sorprendentes, muy extrañas o completamente ajenas. Como formato es genial porque, entre otras cosas, la relectura tiene el súper poder de convertir lo extraño en reconocible. Aunque “reconocer” no tiene porqué significar “entender”. 

“A mí, en particular, me parece interesante que la puerta de la interpretación quede entreabierta. De hecho, me gusta mucho pensar en la lectura del álbum ilustrado como un viaje a través del tiempo y el espacio, en el que simplemente nos dejamos seducir por la forma y el contenido tanto de la imagen como del texto. Pienso que hay mucho potencial en todo ese juego, tanto para los lectores como para los autores”, afirma Elena Val.

Elena Val

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? ¿Qué hay de nuevo o diferente con respecto a otros trabajos? “Para este libro usé una gama cromática un poco distinta con predominio de colores primarios tradicionales (sobre todo el azul). Además de ser una paleta sencilla típica de los juegos infantiles, son tonos que me recuerdan a los colores corporativos de la carrera espacial (los símbolos, los logos, las banderas, las naves, también el cielo y el sistema solar). Combinados con grises y negros generan un contraste que me encaja con el tono del argumento, con las luces y las sombras del espacio y de alguna manera también con el contraste de conceptos opuestos que se pueden encontrar entre líneas como por ejemplo el héroe y el padre ausente, lo cotidiano y lo excepcional, la fama y la familia, la admiración y la confusión, el pensamiento y la realidad, la celebración y el silencio… También es verdad que en este álbum en concreto, el color destaca en todas las páginas como mancha plana y simplifica bastante las formas si se compara con otras ilustraciones en las que empleo más lápiz o tinta y juego más con gradientes y volúmenes. Pero aunque el resultado pueda parecer algo distinto a trabajos anteriores, siempre me ha gustado alternar las dos cosas”.

Elena Val

¿Con qué técnicas trabajaste? “Gouache y algo de lápiz. Un par de ilustraciones tienen algún ajuste de color o algún retoque de fondo digital. El rojo es acrílico mate”, relata Elena Val.

Cuéntanos un poco más sobre el trabajo de elaboración de este libro. “Igual que en “Nubes en la cabeza”, después de la primera imagen (la del sofá), fueron surgiendo otras ideas encadenadas, sobretodo visuales, que describían el día a día y el contraste social en la vida de un niño con un padre astronauta. Ahí ya tenía claro de qué iba a hablar y también el tono que quería utilizar. Encontrar un orden y un propósito para unir todos los puntos me resultó más difícil».

Elena Val
Elena Val

«Recuerdo investigar mucho sobre la vida en el espacio y encontrarme dándoles vueltas a pensamientos en principio inútiles como “Y en el espacio ¿se sentirá agorafobia o claustrofobia?” En esa fase mis proyectos suelen ser muy caóticos, pero preguntas como ésta son las que después me sirvieron para decidir explicar la historia a través del diálogo interior del protagonista. Me encantó trabajar en equipo con Cecilia Silva-Díaz e Irene Sabino de Ekaré que me hicieron tomar consciencia de mi forma de narrar y me ayudaron a ajustar y pulir el texto. Guardaré muy buen recuerdo del proceso de este libro”.

Elena Val

¿En qué trabajas ahora? ¿Algún proyecto nuevo? “Ahora mismo acabo de entregar unas páginas para una revista infantil. Es fantástico investigar y aprender mientras se ilustra. En breve empiezo con un trabajo colaborativo de no ficción. Pero aún está todo muy verde. Por cierto, un color difícil de encontrar este libro”.

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