Maya vive en un poblado de la Amazonía. Allí poseen algo único que les proporciona entretenimiento. Cuando Maya cumple cuatro años, algo ocurre que hace cambiar por completo la manera de divertirse de los niños y niñas de su poblado. Las máquinas nos facilitan la vida en muchas ocasiones, pero en otras merma capacidades que debemos ejercitar y conservar. Este cuento habla del valor de la imaginación y la palabra hablada, de la narración oral, frente a la actitud pasiva y acomodaticia que en ocasiones nos ofrece el uso de las máquinas. Así nos presenta la editorial Bookolia este trabajo de Indy García Acedo y Zuriñe Aguirre. Con ésta última hemos charlado sobre este álbum ilustrado.

¿Cómo nace este proyecto? Zuriñe Aguirre: “Nace de la necesidad de mostrar a los pequeños y no tan pequeños que, a pesar de vivir rodeados de máquinas que hacen que tengamos una actitud pasiva y acomodaticia no olvidemos el valor de la imaginación y la palabra hablada. Ubicar la acción en un lugar insospechado refuerza el mensaje, el propio misterio del origen de esa máquina, su soledad artificial frente a la colectividad humana conforman unos valores que deben señalarse a la hora de afrontar la lectura de este álbum”.

¿Qué se encontrarán los lectores en sus páginas? “Se adentrarán en un lugar recóndito situado en la Amazonía. Un poblado lleno de niños y animales autóctonos y una vegetación frondosa y colorida.
Encontrarán un curioso artilugio que apareció en un claro de la selva, de la nada, de un día para otro. Una máquina extraña que inventa historias a partir de palabras elegidas por los niños. Encontrarán mucho color, los colores de la selva. Personajes de una tribu de la Amazonía con sus vestimentas habituales. Encontrarán la sorpresa, la alegría, la ilusión, la decepción y nuevamente la alegría”.

¿Qué te pareció la historia de Indy la primera vez que la leíste? “Dejando a un lado los condicionantes, me encantó. El condicionante principal en este caso era Luis M. Larraza, editor de Bookolia. Ya había trabajado con él y conozco su gusto, así que tenía un condicionante positivo porque él siempre me propone historias preciosas. Desde el punto de vista ilustrativo, la historia presentaba una riqueza tremenda para jugar con colores, texturas y composición. Y la narrativa me resultó delicada y a la vez divertida. Juntando todos los ingredientes tenía claro que podíamos conseguir un buen álbum ilustrado”, afirma Zuriñe Aguirre.

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este proyecto? ¿Qué hay de diferente respecto a otros libros? “Creo que tienen una paleta de colores muy personal. Desde el primer momento tenía muy claro cuáles eran los colores que quería utilizar. No utilizo los colores porque sí, son mi forma de expresar, de sentir. Siempre que imagino escenas, personajes o historias, cada uno tiene su color, el color que acompaña su personalidad y su forma de actuar, cada uno tiene sus texturas. Es algo que me sirve para representar lo que veo en mi cabeza cuando leo e imagino”.

“Hice bastantes muestras antes de ponerme de lleno con las ilustraciones definitivas -continúa Zuriñe Aguirre-. Incluso trabajé la portada en un inicio, algo que no suelo hacer hasta el final y no cuajó. Luis y yo encontramos un muro entre nosotros debido precisamente a los colores. Él había imaginado una selva más verde y yo quería una selva colorida. La selva que ven mis ojos. ¿Sabes? Siempre hay una cosa que me alucina y es ver cómo una misma imagen es concebida de infinitas maneras según los ojos que la miren…
Finalmente encontramos un punto intermedio, que nos gustó a los dos y éste es el resultado, un álbum con una paleta dominante verde salpicada de pequeños toques brillantes y saturados”.

“La diferencia respecto a otros libros ha sido la mezcla de técnicas que he utilizado. Otra diferencia fue que me costó más de lo habitual encontrar la forma definitiva y gustosa de uno de los personajes principales, la máquina. No acababa de moldearla como la veía en mi imaginación…”.

¿Con qué técnicas trabajaste? “Para este álbum he introducido muchísimo más la técnica manual -nos confiesa Zuriñe Aguirre-. Los personajes están dibujados a lápiz y coloreados después en digital pero ayudados de texturas que pinté previamente con distintas técnicas: acuarela, gouache, lápices de colores… al igual que la selva, todas las hojas son recortes de texturas pintadas a mano. Me ha gustado mucho introducir técnicas manuales porque veo el resultado más compacto, más empastado, más real. Y esta combinación de ambas técnicas me parece perfecta para dotar de versatilidad al proyecto. En este álbum ha habido bastantes correcciones de composición y utilizar ambas técnicas me permitía corregir con más facilidad”.

El libro habla de la narración oral, ¿cuál es tu experiencia contando los cuentos que ilustras? “Después de tantos años ilustrando no he podido escaparme en multitud de ocasiones a interpretar oralmente mis cuentos, algo que todavía sigue haciéndome sentir un poco inquieta. Me encanta contar historias pero digamos que… en petit-comité. No soy amante de grandes multitudes para presumir de dotes oratorias, ni mucho menos. Mi lugar preferido es detrás de bambalinas, dibujando o ensuciando un lienzo. Pero aunque sigue sin apasionarme, como te decía antes lo he superado y en cuanto un editor me dice cuenta, ¡yo cuento! (jajajaja)”.

¿Cómo fue el proceso de elaboración de este libro? “Ha sido un baile lento, con un estribillo un poco movido. Como un sofá nuevo al que el tienes que hacer el hueco confortable y calentito… costó encontrar el equilibrio de estilo y composición pero después nos gustó a todos; a Luis, a Indy y a mi -afirma Zuriñe Aguirre-. En cuanto a ilustración he disfrutado mucho probando nuevas técnicas. Haciendo superficies de color y texturas que después probaba en hojas y flores. Y ver que el resultado es agradable cuando comienzas algo nuevo es muy gratificante”.

¿En qué trabajas ahora? ¿Algún proyecto nuevo? “Acabo de terminar otros tres libros. “El día que mariquita dibujó una pelusa gigante” una maravillosa historia de mi querido amigo José Carlos Román, bajo la batuta de Ana Eulate de Cuento de luz. Ha sido maravilloso y súper divertido trabajar con ellos. He ilustrado un clásico genial: “Alicia en el país de las maravillas” para la editorial Alma, con Cristina Vilella, editora con la que he compartido muchos proyectos más y con la que es un verdadero lujo trabajar”.

“Y un proyecto personal que tenía unas ganas infinitas de ver publicado, “¡Adiós capitán!” que está en máquinas bajo la dirección de Abresueños editorial. Una historia que habla de la pérdida de un ser cercano y amado, pintada totalmente a acuarela, fruto en parte de un lejano Inktober… Ahora mismo estoy trabajando en dos cuentos escritos por mi. Quiero centrarme solamente en mis historias hasta que algún maravilloso satélite vuelva a tentarme con historias estupendas a las que no pueda negarme…”.