Entrevistas
«Las cosas que nos mueven» en ‘Cuenta conmigo’

Todo el mundo tiene una pasión. Para algunos, es la música. Para otros, es el arte. Para nuestra heroína son las matemáticas. Cuando mira el mundo, ve matemáticas en todas las cosas hermosas que la rodean: los círculos concéntricos que hace una piedra en un lago, la curva de un tobogán, las formas geométricas en el patio de recreo. Otros no entienden su pasión, pero a ella no le importa. Hay infinitas formas de ver el mundo. Y las matemáticas es uno de ellos. Así nos presenta la Editorial Libre Albedrío ‘Cuenta conmigo‘, «una hermosa oda a algo vital pero raramente celebrado. A los ojos de esta niña, las matemáticas ocupan su lugar junto a la pintura, el dibujo y la música como una forma de reflexionar sobre la belleza del mundo». Un álbum ilustrado de Miguel Tanco, con el que charlamos de este trabajo.

¿Cómo nace este proyecto? Miguel Tanco: «Es una historia curiosa. Durante el año doy clases de ilustración y libros ilustrados a jóvenes estudiantes. La ilustración es un trabajo que tienes que sentir muy adentro, tienes que amarla mucho para no desanimarte porque es un trabajo duro. En una de las clases sentí que algunos de los estudiantes no estaban lo suficientemente motivados (en parte por mi culpa, claro), algunos estaban un poco distraídos y tal vez aburridos, y mientras enseñaba pensé en las muchas veces que dibujaba en los bordes de mi cuaderno de otras asignaturas porque las clases no me interesaban, así que imaginé que tal vez algunos de ellos también estaban soñando despiertos con otras cosas, ya que estábamos en clases de dibujo, tal vez estaban haciendo matemáticas en los bordes de sus dibujos. Me imaginé la ilustración donde la niña está haciendo matemáticas en clase de pintura y la maestra está sorprendida. Y a partir de esa imagen poco a poco creé una narración. Al principio pensé que era un libro sobre cómo las matemáticas y cualquier otra materia son también artísticas, pero luego me di cuenta que se trataba de pasiones, cualquier pasión. Las cosas que nos mueven».

¿Qué encontrarán los lectores en sus páginas? «La visión de una niña del mundo a través de su pasión que son las matemáticas. Sus dudas, su búsqueda y su reafirmación al encontrarla. Las matemáticas para mi son un buen ejemplo porque no son fáciles de transmitir. Si tu pasión es la música es suficiente tocar una melodía para que el resto entiendan y aprecien lo que estás haciendo. Otras áreas o materias no son tan fáciles de comunicar y necesitan de un esfuerzo extra para compartirlas. He intentado que la niña siempre comparta su pasión y no se aísle».
¿Cómo se te dan a ti las mates? «Nunca disfruté mucho las matemáticas, pero tuve un maestro en el instituto que fue muy interesante y me hizo apreciar las matemáticas ese año. Hicimos matemáticas todos los días como un juego y aprecié la belleza y el placer de resolverlas como un puzle -nos cuenta Miguel Tanco-. Creo que tienes que conocer a las personas adecuadas para aumentar tu pasión, por eso los profesores son tan importantes en el desarrollo de tu personalidad y talentos».

¿Cuáles son tus pasiones o qué es lo que más te gusta ahora? «Me gustan muchas cosas pero vivo obsesionado con la construcción de imágenes, la ilustración, los libros ilustrados el arte y la historia y al igual que la niña tengo la tendencia a mirar todo a través de un prisma único».
¿Qué ha cambiado respecto a cuando eras como la protagonista? «Hay personas que saben cual es su camino porque se manifiesta de un modo inequívoco, pero no es lo habitual, es más un susurro que una llamada, una intuición. En mi caso creo que sabía lo que me hubiera gustado hacer, pero no sabía nada de este mundo. La primera vez que conocí a un ilustrador profesional tenía 26 años y ni siquiera había imaginado como podría ser vivir de la ilustración o hacer libros».
¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este proyecto? «Quizás lo que más me ha importado es que fuesen claras, que la narración no se viera interrumpida por un exceso de ruido y que el color estuviera contenido junto a las formas para mostrar las matemáticas y aquello que ve la niña de un modo nítido. Normalmente me autoimpongo esas pocas reglas para la narración, pero dentro de ellas intento hacer una ilustración sin complejos, disfrutando de ese momento -asegura Miguel Tanco-. Para mi es el mejor momento, cuando ya conoces todos los elementos compositivos y los criterios de las imágenes».
¿Con qué técnicas trabajaste? «Son ilustraciones tradicionales hechas con tinta y acuarelas sobre papel Arches».


Háblanos un poco del proceso de elaboración de este libro. «La historia cambiaba mientras desarrollaba la personalidad y las emociones de la niña tratando de comprender un poco mejor su visión del mundo. Por lo general, los niños no son tan seguros de sí mismos, pero pensé que era interesante ver cómo no se desanimaba incluso cuando su propia familia no la comprendía del todo. Las imágenes también ayudaron mucho; puedo imaginar una situación interesante o un entorno visual atractivo y escribir sobre ello el texto. Con las matemáticas fue un desafío porque pueden llegar a ser muy abstractas y no visualmente atractivas, me concentré en las matemáticas que se pudieran apreciar visualmente, como curvas, fractales, trayectorias, conjuntos o polígonos».


«Una vez que tengo la historia, viene la parte divertida, cuando juegas y desarrollas el libro ilustrado como una unidad. Después estudio los personajes, el estado de ánimo y la secuencia de la imágenes. El flujo del libro también es muy importante, te da la respiración a través del texto y las imágenes. También estudio las paletas asociadas con el estado de ánimo y las cosas que quiero reflejar en el arte final. En este caso, la paleta es limitada, quería dar prioridad a toda la geometría en las imágenes del libro».
¿Qué dirías que has aprendido con este proyecto? «Que las pasiones son un motor muy importante de tu motivación diaria -afirma Miguel Tanco-. Hay determinadas pasiones que tienen mejor nombre pero lo importante es la motivación. Llamamos talento a la búsqueda de una obsesión ya que nadie es talentoso en algo que no le gusta hacer, hay un compromiso y espero que los lectores jóvenes puedan encontrar esa sensación en el área donde se sientan llamados. A veces sabes lo que te gustaría hacer y otras no, por eso tienes que ejercitar para escucharte a ti mismo, para escuchar esa pequeña voz que hay dentro de ti, que a veces no te grita, solo te habla en susurros».
¿En qué estás trabajando ahora? ¿Algún proyecto nuevo? «Trabajo en varios proyectos a la vez y nunca sé el libro que verá la luz, quizás sea un libro sobre la relación de los niños con los perros que acabo de terminar. También acabo de publicar un divertido libro con ilustraciones de Miguel Pang que yo extrañamente he escrito llamado «Benvenue Chez Moi» en Francia y próximamente saldrá, también en Francia, un libro escrito por Davide Calí que he ilustrado llamado «El Tigre» sobre la lucha libre…. y el amor».
Álbum Ilustrado
Kike Ibáñez y su trabajo en ‘El diablo sobre ruedas’

Lucía Fernanda es una niña lista e intrépida que ama con locura su bicicleta. ¿Tiene algún problema? Lucía Fernanda no sabe lo que es la paciencia, sobre todo si el tráfico de la ciudad le impide llegar a tiempo a la fiesta de carnaval. Y si además una furgoneta cargada de mercancía peligrosamente radioactiva está a punto de chocar con ella y su madre… No veas el pandemonio que es capaz de desatar. Kike Ibáñez en ‘El diablo sobre ruedas’ celebra la lucidez del pensamiento infantil dando vida a un personaje provisto de una personalidad irresistible que le ha llevado a ganar el premio del Concurso Internacional de la Biblioteca Insular de Gran Canaria. Un álbum ilustrado editado por A buen paso sobre el que hablamos con su autor.

¿Dónde está el origen de este libro? “El diablo sobre ruedas nace de un enfado. A mí me gusta moverme en bicicleta, me desplazo diariamente al estudio en bici, es una media hora de trayecto y la mitad es por carril bici. Un día iba yo tan tranquilo por el carril cuando de repente aparece un coche circulando por el carril bici hacia mí. Yo me quedé sorprendido, no porque hubiera un coche invadiendo el carril sino porque es un carril segregado, es decir, está aislado de la carretera y es difícil meterse en él si eres un coche -nos cuenta Kike Ibáñez-. Bien, pues yo me bajo de la bici y salgo del carril para que el coche pueda pasar y el conductor, un tipo muy calvo, muy gordo y con un enorme puro al llegar a mi altura me dice un insulto que no puedo reproducir, pero imagínate el insulto más asqueroso que hayas oído, yo me quedo más sorprendido aún, el tipo encuentra un hueco, da la vuelta y se incorpora a la carretera, y al volver a pasar a mi altura me vuelve a decir el insulto más repugnante que hayas podido imaginar. Yo aluciné y de la alucinación pasé al enfado, y del cabreo empecé a imaginar diferentes maneras de venganza. Cuando llegué al estudio empecé a dibujar El diablo sobre ruedas”.

¿Qué encontrarán los lectores en sus páginas? “Los lectores se encontrarán una historia que está pensada para divertir, hice este libro para los niños, no sé qué les parecerá a los padres que la madre muera al principio y ese no sea el tema del libro, pero estoy seguro que a los niños les encantará porque aunque parece un disparate, en realidad todo tiene sentido”.
¿Qué nos dices del humor como herramienta de denuncia social? “La denuncia social es necesaria pero también es aburrida. Si cuentas lo mismo pero con gracia probablemente te escuchen más -asegura Kike Ibáñez-. Y no solo me refiero al humor, el arte como medio de comunicación y de entretenimiento llega más lejos que cualquier queja en una reunión familiar, en una cola de supermercado o en un atasco”.

¿Qué hay de Kike en la protagonista de esta historia? “La historia nace de mi experiencia personal y de cómo digiero esa vivencia, pero también el estilo gráfico bebe de mi mirada más limpia, es decir, de aquellas cosas que me gustaban cuando era niño, y muchos de esos referentes se pueden encontrar literalmente en las ilustraciones del libro: Superman, Pipi Calzaslargas, Mortadelo y Filemón, Bola de dragón, Wally…”.
¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? ¿Qué hay de nuevo o diferente con respecto a otros trabajos? “Estoy en mi momento profesional más sólido, siempre he variado el estilo en función del proyecto porque me parecía coherente, pero ahora he dado con una manera de dibujar con la que me siento muy identificado, las imágenes del diablo son lo más Kike que he hecho hasta ahora, inspirado por esa mirada infantil y sobre todo por una mirada a mi yo más profundo. Puede que mirar dentro de uno mismo parezca dramático, pero en realidad es bastante divertido”, confiesa Kike Ibáñez.

¿Con qué técnicas trabajaste? “Todas las imágenes las hice sobre una cuadrícula, construyendo a partir de formas geométricas muy básicas, con un software de dibujo vectorial que no controlo demasiado, por que pensé que esa limitación podría dar un resultado interesante, al final trabajar así fue un infierno, ideal para esta historia”.

Cuéntanos un poco más sobre el proceso de elaboración de este libro. “Algo que me parece interesante de este proyecto es que primero fueron las imágenes, hice tres dibujos que no sabía si se convertirían en unas pinturas, unas láminas o una historia; ni siquiera sabía si esa historia sería un cómic o el álbum que al final salió -afirma Kike Ibáñez-. Y fue un álbum porque me quise presentar al Concurso de Álbum Ilustrado de la Biblioteca Insular de Gran Canaria, y entre todos los proyectos que tenía, generar una historia sobre ese diablo me parecía que era lo que mejor encajaba con A Buen Paso que es quién edita el libro si ganas el premio. La historia que envié al concurso era un delirio, en algunas fases un sin sentido, pero gustó mucho al jurado y con la ayuda de Arianna (A Buen Paso) mantuvimos el delirio pero creamos un libro”.


¿En qué estás trabajando ahora? ¿Algún proyecto nuevo? “Estoy trabajando en varios proyectos muy diferentes: una serie de cuadros, un libro para niños muy pequeños, un ABC book, un libro informativo y unas ilustraciones para un juego de cartas”.
Álbum Ilustrado
Luciano Lozano nos invita a seguir ‘La línea amarilla’

Mientras pasea, una niña descubre una línea amarilla y decide seguir su rastro. Sin saberlo, está a punto de recibir un regalo único que la acompañará para siempre. Con estas palabras la editorial Tres Tigres Tristes nos presenta ‘La línea amarilla’, un álbum ilustrado de Fernanda de Oliveira y Luciano Lozano. Con éste último hemos charlado un poco más sobre este libro.

¿Dónde está el origen de este proyecto? “Parte de un texto de Fernanda. Habíamos trabajado en otro proyecto con Véronique Kirchhoff para Brasil y me lo enseñó. Se lo enviamos a Tres tigres tristes y les gustó y nos propuso editarlo”.
¿Qué encontrarán los lectores en sus páginas? “Un viaje de conocimiento y aprendizaje con un texto corto y profundo como un haiku”, afirma Luciano Lozano.

¿Qué te pareció la historia de Fernanda la primera vez que la leíste? “Me encantó. Me pareció muy profunda. El texto que explicaba lo que pasaba en la historia era mucho más largo que el texto que aparece escrito. Me encantan estos proyectos, que dejan mucho peso a la imagen, y el texto está reducido al mínimo. Se parecen mucho a los proyectos que hago como autor”.
¿Cómo ha sido el trabajo previo al libro? Me refiero a esa fase de investigación, de pruebas, no sé si de dibujos en algún cuaderno… “Ha sido un proceso diferente al de otras veces. Más orgánico. Como el texto explicativo era tan largo, lo hice directamente casi sin bocetos para ver cómo funcionaban las imágenes -continúa Luciano Lozano-. A Tres Tigres Tristes les envié el libro hecho sin bocetos. Luego limamos algunas cosas, sobre todo la portada, y una vez que teníamos la narrativa en imágenes y se entendía bien, rehice los personajes, pero el resto se mantuvo más o menos como lo hice al principio”.

Esta línea amarilla, ¿es una especie de camino de baldosas amarillas? “Bueno, es algo más cotidiano. Es como la típica frase de Cavafis que dice que lo más importante no es la meta sino el camino. Es poner el foco en el camino personal de cada uno. Aunque es verdad que la imaginación también tiene un papel importante. Ahora que lo pienso, el tema sería conocerse a uno mismo a través del otro, que la verdad, es un tema muy profundo para un libro infantil. Aunque el libro es divertido, no es un ladrillo. Tiene muchas lecturas”.

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? ¿Qué hay de nuevo o diferente con respecto a otros trabajos? “Tiene un aire retro, que es muy mío. Es un poco atemporal, aunque está muy despojado de elementos superfluos. Es un poco más gráfico porque he jugado con la línea para que no fuera una línea fina homogénea de principio a fin, sino que se deformara, que se acercara y se alejara -confiesa Luciano Lozano-. Al principio lo visualicé todo en blanco y negro y con colores neutros para que la línea amarilla resaltara, pero luego fui añadiendo colores, aunque tampoco muchos. Creo que estoy en una etapa personal más colorista”.

¿Con qué técnicas trabajaste? “Este libro es 100% digital. Últimamente todos los libros los hago así. Aunque elijo pinceles que tengan afinidad con mi trazo y que sean irregulares para que tengan un aire más artesanal. Me gusta usar lo digital como una herramienta y no como un fin”.

Cuéntanos un poco más sobre el trabajo de elaboración de este libro. “Ha sido un proceso muy fluido. Los editores veían muy claro el formato, que me encantó -asegura Luciano Lozano-. Y hablando con ellos por Skype se nos ocurrió la trama para la cubierta y las guardas. Fernanda ha sido muy flexible, y tanto ella como los editores y yo hemos aportado nuestra visión. Ha sido un trabajo en equipo muy enriquecedor. Me encanta trabajar así. Creo que es como mejor salen las cosas. Aunque para eso tienes que tener afinidad con la gente con la que trabajas y confiar en su criterio. Si eso coincide, el libro sale solo. Al final, los libros son como los hijos, cada uno tiene su propia personalidad. No hay dos libros iguales”.
Álbum Ilustrado
Elena Val y la espera de ‘El hijo del astronauta’

‘El hijo del astronauta’ hace tiempo que no ve a su papá: está en una misión espacial. «Cuando papá regrese, habrá una gran fiesta. La gente orbitará a su alrededor para decir: “¡Bienvenido a casa! ¡Bienvenido a casa!”. Solo yo diré casa de verdad». Con estas palabras la editorial Ekaré nos presenta este álbum ilustrado, un trabajo de Elena Val, con la que hemos charlado sobre este proyecto.
¿Cómo nace este proyecto? “Nace de pequeñas ideas que van germinando, se van sumando, solapando, empujando, ¡también boicoteando! Hasta que, por suerte, todo encaja. Una de ellas sería el trasfondo de la figura del héroe -nos cuenta Elena Val-. Me refiero a lo que hay detrás de ese momento de valentía en el que el héroe (ficticio o real) lleva a cabo su cometido, el acto heroico en sí, en el que es capaz de sacrificarse por los demás. Y como que suele tratarse de unos “demás” genéricos, me pregunté por cómo viven esa heroicidad sus seres queridos, que inevitablemente quedan relegados por debajo del rango de prioridades y responsabilidades del héroe”.

“Eso por un lado. Otras ideas surgen de todo un background personal. Un chup-chup de fondo que se fue cocinando entre tantos amigos y conocidos hijos de padres ausentes de mi generación y que a su vez crecimos alucinando con las noticias sobre alunizajes y la fantasía de los viajes interestelares. Y así un buen día, pum, apareció el astronauta como un heroico profesional y como la figura paterna más alejada del planeta. Y a partir de ahí, un boceto de un sofá flotando en la nada y un niño sentado junto a un traje vacío”.

¿Qué encontrarán los lectores en sus páginas? “Puede haber diferentes interpretaciones, pero en cualquier caso los lectores compartirán la espera larga, entretenida y paciente de un niño que imagina, planea, proyecta, se hace preguntas y sueña despierto, pendiente del regreso de su papá -asegura Elena Val-. El niño vive en esa especie de paréntesis temporal continuo sin ser muy consciente de la soledad que siente, y tampoco de lo bien acompañado que está”.


En ‘Nubes en la cabeza‘ ya abordabas un tema de calado como la demencia. ¿Qué importancia tiene para ti el álbum ilustrado para abordar cualquier tema posible? “Si vemos los libros ilustrados como pequeñas ventanas por las que se asoma el mundo (bajo unas reglas determinadas), me parece lógico que contengan toda una gran variedad de temas propios del pensamiento humano con sus infinitos modos de enfocarlos. Pueden mostrar situaciones más o menos reconocibles o también sorprendentes, muy extrañas o completamente ajenas. Como formato es genial porque, entre otras cosas, la relectura tiene el súper poder de convertir lo extraño en reconocible. Aunque “reconocer” no tiene porqué significar “entender”.
“A mí, en particular, me parece interesante que la puerta de la interpretación quede entreabierta. De hecho, me gusta mucho pensar en la lectura del álbum ilustrado como un viaje a través del tiempo y el espacio, en el que simplemente nos dejamos seducir por la forma y el contenido tanto de la imagen como del texto. Pienso que hay mucho potencial en todo ese juego, tanto para los lectores como para los autores”, afirma Elena Val.

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? ¿Qué hay de nuevo o diferente con respecto a otros trabajos? “Para este libro usé una gama cromática un poco distinta con predominio de colores primarios tradicionales (sobre todo el azul). Además de ser una paleta sencilla típica de los juegos infantiles, son tonos que me recuerdan a los colores corporativos de la carrera espacial (los símbolos, los logos, las banderas, las naves, también el cielo y el sistema solar). Combinados con grises y negros generan un contraste que me encaja con el tono del argumento, con las luces y las sombras del espacio y de alguna manera también con el contraste de conceptos opuestos que se pueden encontrar entre líneas como por ejemplo el héroe y el padre ausente, lo cotidiano y lo excepcional, la fama y la familia, la admiración y la confusión, el pensamiento y la realidad, la celebración y el silencio… También es verdad que en este álbum en concreto, el color destaca en todas las páginas como mancha plana y simplifica bastante las formas si se compara con otras ilustraciones en las que empleo más lápiz o tinta y juego más con gradientes y volúmenes. Pero aunque el resultado pueda parecer algo distinto a trabajos anteriores, siempre me ha gustado alternar las dos cosas”.

¿Con qué técnicas trabajaste? “Gouache y algo de lápiz. Un par de ilustraciones tienen algún ajuste de color o algún retoque de fondo digital. El rojo es acrílico mate”, relata Elena Val.
Cuéntanos un poco más sobre el trabajo de elaboración de este libro. “Igual que en “Nubes en la cabeza”, después de la primera imagen (la del sofá), fueron surgiendo otras ideas encadenadas, sobretodo visuales, que describían el día a día y el contraste social en la vida de un niño con un padre astronauta. Ahí ya tenía claro de qué iba a hablar y también el tono que quería utilizar. Encontrar un orden y un propósito para unir todos los puntos me resultó más difícil».


«Recuerdo investigar mucho sobre la vida en el espacio y encontrarme dándoles vueltas a pensamientos en principio inútiles como “Y en el espacio ¿se sentirá agorafobia o claustrofobia?” En esa fase mis proyectos suelen ser muy caóticos, pero preguntas como ésta son las que después me sirvieron para decidir explicar la historia a través del diálogo interior del protagonista. Me encantó trabajar en equipo con Cecilia Silva-Díaz e Irene Sabino de Ekaré que me hicieron tomar consciencia de mi forma de narrar y me ayudaron a ajustar y pulir el texto. Guardaré muy buen recuerdo del proceso de este libro”.

¿En qué trabajas ahora? ¿Algún proyecto nuevo? “Ahora mismo acabo de entregar unas páginas para una revista infantil. Es fantástico investigar y aprender mientras se ilustra. En breve empiezo con un trabajo colaborativo de no ficción. Pero aún está todo muy verde. Por cierto, un color difícil de encontrar este libro”.
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