Los protagonistas de esta historia son dos niños –el narrador y Jacob–, un lugar –un pueblo encajado entre una colina y el mar– y el tiempo. El tiempo de los juegos, donde cada uno se da cuenta de que ha encontrado un compañero con el que compartir sueños, desafíos, esperanzas, miedos. Y el tiempo del recuerdo y de la nostalgia, porque un día la familia de Jacob se va sin decir nada. ¿Qué le queda entonces a la persona que no se ha ido? ¿El dolor del abandono, grande como una montaña? ¿Un recuerdo que es una esperanza? ¿Una sorpresa escondida que es seguridad? Con estas palabras la editorial A buen paso nos presenta ‘Los días felices‘, “un cuento explicado como una elegía, a través de unas palabras que fluyen como los recuerdos y de unas imágenes realistas que contienen algunos elementos simbólicos que invitan el lector a contemplar la belleza del arte y la literatura, que nos hablan de lo que realmente importan en la vida”. Nosotros hemos charlado con su autor, Bernat Cormand, y esto es lo que nos ha contado.
¿Cómo nace esta historia? Bernat Cormand: “Hacía tiempo que me rondaba por la cabeza la idea de contar una historia de amor entre dos chicos y seguir explorando la temática LGBTQ+. En un principio quería hacer una novela infantil; incluso llegué a escribir algunas páginas. Hace tres veranos, pasé un mes en San Francisco: asistía, como alumno, a dos talleres de pintura al óleo y, además, exponía unos originales en una galería de arte. Los fines de semana iba a ver a mi hermano, también artista, que estaba en un pueblo a una hora de la ciudad. Se llama Pacifica. Empieza en una colina y acaba en una playa de surfistas, o al revés. Las casas son de una sola planta y hay ciervos y colibrís. Pensé: tengo el escenario, es de cuento; solo he de colocar la historia. O sea que lo que era una novela creció en imágenes y se convirtió en un libro ilustrado, con los protagonistas más pequeños”.
¿Qué encontrarán los lectores en sus páginas? “Hace años publiqué El niño perfecto, que cuenta la historia de Daniel, un niño que se traviste. De pequeños aprendemos a ser niño o niña siguiendo unos patrones muy marcados, pero el abanico de posibilidades es muy amplio: se puede ser niño o niña de mil maneras. A diferencia de este primer álbum que acabo de describir, en el que el mensaje es directo, en Los días felices es más sutil, y tiene algunos matices. Hablo de un primer amor, un amor (inocente, porque son pequeños) entre dos niños: niño y niño. Pensad que no fue hasta los años 2000 cuando la literatura infantil empezó a tratar de forma explícita cuestiones LGBTQ+. Hay algunos referentes anteriores, como La historia de Julia, la niña que tenía sombra de niño o Oliver Button es una nena, pero nada más. De todos modos, los libros tienen diferentes lecturas, o diferentes niveles de lectura (en función de la edad o de los conocimientos), y cada uno lo lleva a su terreno. Los prejuicios también están, claro -nos cuenta Bernat Cormand-. A medida que avanzaba el proyecto, la historia también tomó otras formas, como la importancia del recuerdo, que es un retorno a la infancia: creo que esta idea tiene mucho peso aquí. Se puede ver en algunos elementos narrativos, como ese amigo que hacemos cuando somos pequeños y de golpe, sin saber por qué, se lo traga la tierra. A los niños no les llega toda la información, y hay cosas que no pueden entender. Otro elemento son los juegos y los objetos que comparten; para ello me inspiré en una novela (y película) que me encanta: Matar a un ruiseñor. Boo, el chico que nunca sale de su casa, deja objetos en un árbol para comunicarse con unos niños del pueblo. Pero también recurrí a imágenes o momentos que recordaba de mi infancia”.
¿Qué hay de autobiográfico en este libro? “En algún sentido, contemos lo que contemos, nuestras historias siempre contienen elementos autobiográficos, como los que acabo de describir. Luego hay otros elementos con un sentido más simbólico, pero que también forman parte de nuestro yo. Por ejemplo, yo de pequeño no me travestía como Daniel, pero sí que jugaba con muñecas, otra manera de seguir un camino que no es el que dictaba (o dicta) la tradición. Este personaje, pues, podría ser mi alter ego. En el caso de Los días felices, el primer amor no es autobiográfico, aunque me habría encantado que lo fuera: quienes somos hijos de los años setenta no teníamos referentes en este sentido, o sea que nunca hubo primer amor. Sin embargo, los artistas tenemos un pequeño poder: cada año participo en una exposición benéfica que se celebra en Nueva York para luchar contra el sida. En una ocasión, envié el retrato de un chico (imaginario) y titulé la pieza Boyfriend. Se podría decir que en este álbum he hecho lo mismo, que es contar una historia que a mí me habría gustado vivir, como dibujar al novio que no tengo”.
¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este proyecto? “Uno de los objetivos (u obsesiones) de muchos ilustradores es hacerlo cada día mejor, evolucionar como artista. Yo llevaba bastante tiempo sin publicar, tiempo que, además de trabajar para (sobre)vivir, he dedicado a dibujar y mejorar la técnica. Desde mi punto de vista, respecto a otros trabajos anteriores, en Los días felices el trazo es más firme y las composiciones más complejas, sin abandonar mi registro habitual, que es la línea suave, sin estridencias cromáticas. De todos modos, más allá de la madurez artística (o de lo que hemos aprendido), en cada proyecto la historia puede llevarte a una forma u otra y el ilustrador toma este camino de manera casi instintiva”, asegura Bernat Cormand.
¿Con qué técnicas trabajaste? “Básicamente uso grafito y lápices de colores sobre papeles de tonos diferentes. A veces tengo la sensación de que utilizar siempre la misma técnica (es lo que hago) reduce el abanico de posibilidades plásticas, pero en la técnica hay algo muy instintivo: se puede decir que no la elige el artista, sino que es ella la que lo elige a él. Además, con el lápiz cada día aprendo cosas nuevas, otras formas de dibujar con la misma herramienta, como si cada vez fuera una técnica distinta”.
Háblanos un poco del proceso de elaboración de este álbum ilustrado. “Empecé Los días felices en mi estudio de Barcelona, donde vivo. Con algunos dibujos ya terminados (pocos), me apetecía seguir trabajando en otro entorno. Acabo de leer un libro, Piensa como un artista, que habla de eso: para encontrar inspiración, hay que cambiar de escenario, o algo así. Y es lo que hice: fui tres meses a Canadá, a una residencia de artistas, donde trabajé en el proyecto hasta acabarlo. Además, dicen que la soledad es la clave para la creatividad, y eso es lo que encontré en la residencia, en medio del campo. Hacía vida de ermitaño: dibujar, comer, dormir, y algo de deporte. Una vez en mi ciudad de nuevo, dejé descansar los originales y los retomé meses más tarde para hacer algunas rectificaciones y darlos por definitivos”.
¿Qué dirías que has aprendido con este libro? “Es difícil responder a esto, pero lo que sí puedo decir es que cada libro que publicas te da más fuerza para seguir creando, como si fuera una inyección de energía”.
¿En qué estás trabajando ahora? ¿Algún proyecto nuevo? “Acabo de retomar una historia que lleva tiempo cociéndose. Será un álbum infantil, con un punto filosófico, o esta es la idea. ¡Y hasta aquí puedo leer!”