Cuando Elisa no puede dormir se aventura con su linterna por ‘Duermevela‘. Es un lugar entre el sueño y la vigilia, una selva oscura y poblada donde los caminos llevan a encuentros esperados. Junto a su amigo Estebaldo, Elisa pasea, escucha, mira las estrellas… Poco a poco se adormece, a la luz de la luna, con un cálido «hasta la próxima». Así nos presenta Ediciones Ekaré este poético relato de Juan Muñoz-Tébar, magníficamente ilustrado por Ramón París, con el que hemos hablado de su trabajo de ilustración.
¿Cómo nace este proyecto? Ramón París: “A partir de una historia que Juan Muñoz-Tévar le dio a Ediciones Ekaré. Después de leerlo pensaron en mí para que lo ilustrara”.
¿Qué se encontrará el lector en sus páginas? “Un viaje, un umbral que cruzamos cada noche, un momento donde realidad y fantasía empiezan a fundirse. Una vuelta a la infancia, a la tranquilidad o la incertidumbre, el gozo a la oscuridad y lo desconocido. Una puerta que cruzamos cada día y que nos lleva a un lugar distinto cada vez. Es difuminar los límites entre el sueño y la realidad. La ausencia del miedo a la noche. Los 8 minutos antes de quedarnos dormidos”.
¿Qué te pareció la historia de Juan la primera vez que la leíste? “La historia como tal me gustó mucho, es un cuento sencillo nacido de una necesidad real. A su hijo le costaba dormirse cuando llegaba la noche, la oscuridad lo intimidaba y de esa necesidad individual Juan creo una historia donde un zorro que no podía dormir salía al bosque a deambular y relajarse en la noche -nos cuenta Ramón París-. Un paseo nocturno con un amigo hasta que el cansancio los puede y vuelven a dormir cada quien a su casa. Es un texto breve que venía con muchas acotaciones y previsualizaciones de parte de Juan. Acostumbrado a narrar ya se había imaginado el cuento completo. De hecho, la primera vez que supe del cuento, no lo leí yo, me lo leyeron para que no viera el guión descriptivo que había realizado Juan y así yo pensara libremente. En ese momento empecé a explorar donde entraba yo en la historia, si debía acompañar el texto como tal al pie de la letra o si aprovechaba la oportunidad narrativa para crear un mundo visual que conversara con el texto y lo complementara. Anclado a la idea del viaje comencé a elaborar los primeros bocetos”.
Háblanos un poco de las ilustraciones. ¿Qué dirías que tienen de característico? “Son ilustraciones con un fuerte contenido de blanco y negro y texturas por sobre imposición de tramas y líneas, aunque al final la presencia del color hace invisible esta primera parte del trabajo -asegura Ramón París-. El color, la noche, la oscuridad y la luz. Este libro es exuberante por la naturaleza que lo rodea, los animales y la relación tan especial que se establece entre los personajes. El color le dio profundidad a la historia y nos ayuda a ubicarnos en un mundo casi irreal”.
¿Con qué técnicas trabajaste? “Con tinta china y pincel realicé todos y cada uno de los elementos que aparecen en las páginas. Me gusta trabajar con pincel y tinta porque siempre me genera un poco de incertidumbre a dónde me llevará la línea, cómo reaccionará con el papel, la cantidad de tinta cargada en el pincel. La mayoría de las veces es un trabajo invisible, las líneas se funden con la oscuridad de las escenas y pasan desapercibidas. El color es digital, nunca pensé en el resultado final de las ilustraciones. Iba entintando cada escena y dejé que la intuición me guiara con el color”.
¿Cómo fue el proceso de elaboración de este libro? “Particular -confiesa Ramón París-. Cuando hago libros álbum me gusta pensarme muy bien lo que voy a desarrollar. Cundo leí la historia por primera vez, más que un viaje físico, me imaginé un mundo onírico, hecho de retazos de realidad y sueños. Es el momento en que te estás quedando dormido y a la cabeza se te vienen todo tipo de pensamientos. Sin orden, uno sobreponiéndose sobre otro tratando de ganar relevancia según tu estado anímico. Son esos 8 minutos que pasas entre el estado de vigilia y caes dormido; todo empieza a perder sentido o a ganarlo según se vea. Pero luego leí las notas de Juan y traté de mantener el espíritu del libro, el viaje físico, la niña que sale de casa cada noche a un bosque”.
“En menos de 15 días elaboré toda la historia, los personajes y el viaje. Pero completamente diferente al libro que está impreso. Verás, la idea original versaba sobre animales, la niña como tal no existía y los personajes eran animales más bien del hemisferio norte: zorros, jabalíes, etc. Lo que imaginé fue un bosque del norte, un poco más de cuentos de hadas, de fantasía, de esos que guardamos en nuestra cabeza como bosque arquetípico. De hecho, investigué un poco sobre bosques europeos para encajar la historia con cierta verosimilitud, pero no salía natural. Después de presentar el story a la editorial y a la directora de arte, éste se aprobó para empezar el proceso de realización. Pero entonces empecé a trabajar en un proyecto personal, a contar una historia corta en 5 imágenes sin pensarlo demasiado. Y la selva se apoderó de la historia. Siendo de origen venezolano se me hizo natural dibujar el nuevo entorno y el viaje de Elisa. Eran los viajes de mi infancia por selvas y el llano. Así empezó a ganar espacio la exuberancia y el caos selvático. Los personajes cambiaron y empecé a contar la historia otra vez”.
Háblanos un poco del uso del color y de la luz en estas ilustraciones. “Uno de los problemas fundamentales a la hora de poner el color era que no tenía idea de cómo lo iba hacer -afirma Ramón París-. El proyecto personal en el que me había inspirado, lo hice con rotuladores pero había algo que aún no me convencía. La línea negra hecha a pincel tenía tanta presencia, tanta trama, que se me hacía difícil encontrar una solución que me convenciera. Sabía que quería algo denso, con muchos claros oscuros. Así que deseché el uso de sólo colores planos, aunque fue el punto de partida. Me decidí por lo digital porque podría variar los colores si al final no me convencían del todo. Lo que hice fue crear unas brochas digitales con una textura similar a la de los pinceles con que trabajé. Y a cada elemento le “dibujé” línea a línea los tonos medios de sombras y luces”.
“Quería emular algunas de mis experiencias de infancia. Salíamos a pescar en un río cerca de una parcela que tenían mis padres, donde no llegaba la luz eléctrica (por lo que no había contaminación lumínica). En Barinas, una provincia de Venezuela. Para llegar al río teníamos que atravesar una pequeña selva, un camino de unos 40 minutos. Salíamos antes del amanecer y lo que recuerdo era la intensidad del cielo en la noche, la selva era una mancha caótica negra y sobre ella el cielo gris plomizo era más claro por el resplandor de las estrellas y luna. Aquí y allá entraban lenguas de luz que daban forma a la estrecha vereda que debíamos seguir. Unas pequeñas lámparas hechas con latas de aceite de tractor llenas de ‘kerosene’ y con una mecha de un trozo de tela vieja, iluminaban el camino con el continuo serpenteo de las llamas sobre el follaje y el sonido de los pasos de los perros guiando el camino -cuenta Ramón París-. Ese fue el punto de partida y la meta. Hubo variaciones de colores en el camino pero el ambiente lumínico general lo tenía sobreimpreso en la memoria”.
¿Qué dirías que has aprendido con este proyecto? “Por más que en algún momento pude llegar a desesperarme, buscarle la voz particular a cada cuento me apasiona. Cada historia me habla desde una voz distinta y particular y cada libro me ha hecho explorar maneras diferentes de encontrar soluciones. El color en este, fue todo un aprendizaje. En los libros que había realizado anteriormente, el uso del color siempre fue limitado porque no encontraba un lenguaje cromático en el que pudiera convivir con la línea negra y las tramas del pincel. En ‘Duermevela’ conseguí equilibrarlo sin que uno compitiera con el otro”.
¿Cómo se presenta este año en cuanto a proyectos nuevos? “Ahora mismo estoy trabajando en varios proyectos editoriales (libros) al mismo tiempo. A ver qué logro acabar, soy lento y no dejo de ilustrar para las animaciones que realizo. Pero esa es otra historia, casi otro ilustrador”.
También podéis leer en el blog las entrevistas con Ramón París sobre ‘Un perro en casa‘ y ‘Estaba la rana‘.