“La naturaleza salvaje es un lugar prodigioso. Internarse en ella es cruzar una puerta invisible. El mundo cambia a nuestro alrededor y nuestra identidad se tambalea. Bajo la bóveda celeste algo se desata, un vendaval silencioso, quizás el vínculo con una presencia que siempre habitó en nosotros. Perderse en una montaña, en cualquier montaña, también conlleva perder algo que éramos en nuestra vida anterior. Al regresar, como en un sueño, el mundo conocido se vuelve ignoto por unos instantes. Y nítidamente sentimos que, durante un breve lapso de tiempo, fuimos otro”. Con estas palabras la editorial Fulgencio Pimentel nos presenta ‘Yokai‘. “Manuel Marsol y Carmen Chica vuelven a demostrar que poseen un tempo narrativo único, y nos entregan un álbum que es pura magia sin alardes. Pura sabrosura y 100% hermosura que da gusto loco a los sentidos y al alma”, continúa la editorial.
En marzo de 2017, un jurado concedió a las ilustraciones que fueron el punto de partida de este libro el International Award for Illustration de la Feria del Libro Infantil de Bolonia, el gallardón más prestigioso del mundo en el ámbito de la ilustración infantil. Con Manuel y Carmen hemos charlado sobre este proyecto, que ha visto también la luz en Francia, bajo el nombre de ‘La Montagne‘ y editado por ‘Les Fourmis Rouges‘.
¿Qué supone el premio en Bolonia? Manuel Marsol: “Ha supuesto una alegría muy grande, por supuesto, pero también se ha convertido en una forma de presión, sobre todo auto impuesta. Pensé que no me afectaría así, pero lo cierto es que me ha condicionado a la hora de trabajar. Como si tuviese que demostrar algo, cuando en realidad, si tenía ese reconocimiento sería por algo. La felicidad fue inmensa, pero el grado de responsabilidad también. Un tour de force. A nivel económico, no sé si algún día obtendré un beneficio así por un libro (el que se desarrolla para SM tras ser premiado en Bolonia). Digamos que compensa un poco el trabajo por todos los demás libros mal remunerados, que como sabemos, no son acordes al esfuerzo, la dedicación y, por qué no decirlo, la calidad del trabajo. Pero uno no puede esperar vivir de ganar premios, porque esto son cosas que no son habituales en la vida, no es realista. El álbum ilustrado es una maravilla de formato, para mí el lugar ideal para desarrollarme como artista… si no fuera por las condiciones económicas del sector. Es un problema complejo que da para otra entrevista: creadores cobrando nada o casi nada en algunos casos, impulsados por el conocido entusiasmo y las promesas de futuro que no hacen sino destrozar la profesión; ilustradores que subimos sin querer el listón por nuestro afán de superación, y cada vez ofrecemos más por menos; el reparto de porcentajes por cada ejemplar vendido, que pudo tener sentido cuando las tiradas eran mayores pero que ahora resulta muy injusto para los creadores, etc, etc, etc”.
Y, ¿Cómo nace entonces este proyecto? Carmen Chica: “Hace tiempo que queríamos hacer un álbum sobre una montaña, sobre el misterio de sus bosques. Las palabras montaña y misterio rondaban todo el tiempo, pero solo eso. Para hilar la historia aún teníamos que dar con un concepto y una metáfora visual. Cuando Manu hizo las ilustraciones que presentó a Bolonia, encontró esa metáfora. Era potente y sencilla: una montaña, un espíritu del bosque de ojos rojos (yokai); y un hombre que se transforma al contacto con la naturaleza. Sus sentidos se potencian, sus rasgos también. Las ilustraciones lo tenían todo, porque además de bonitas, contaban una idea universal: la capacidad que tiene la naturaleza de desubicar a la persona, de absorber, también sus preocupaciones y, de alguna forma, despertar nuestro instinto salvaje dormido”.
Manuel Marsol: “Cuando andábamos dando vueltas a la idea de la montaña y del bosque, escuchamos una cita de Heidegger que decía algo como que la única manera de comprender el bosque era perdiéndose en él. Digamos que esto fue una guía a la que nos agarramos, así como a referencias del cine de Miyazaki o Jim Henson, y a la atmósfera cautivadora que desprenden. También, como siempre, a las emociones y recuerdos de la infancia: esos paseos por el pinar en busca de piñas para la chimenea o de musgo para montar el Belén en Navidad. Y más que nada, a la sensación de estar solo en el bosque”.
Habladnos un poco de lo que vamos a encontrar en el interior de este libro. Carmen Chica: “El libro empieza en las guardas, de hecho, son muy importantes para la historia. Nada más empezar, vemos una montaña imponente entre dos ciudades. Un camino que sale de una de ellas, desaparece tras la montaña, y reaparece a su derecha, indicándonos el final del camino, el mismo que lleva a la otra ciudad. La montaña aquí representa el paréntesis, la pausa entre el caos del tráfico y el día a día. También nos enseña el recorrido que vamos a hacer a lo largo del álbum. En la página siguiente, la de los créditos, encontramos un camión detenido en un semáforo. No pasan coches. No pasa nada. Pero el semáforo está en rojo, hay que respetarlo. A partir de aquí seguiremos al camión. El repartidor atraviesa la montaña cada día. Pero hoy se le presenta un contratiempo. El señor, tímido, se introduce en la montaña un momentín para resolver el asunto, pero acaba perdiéndose en la frondosidad del monte. Y ahí empieza la aventura. Hay momentos de tensión; de soledad; de exploración; transformación; esplendor, como nosotros los llamamos; y ya, que si no contamos toda la historia… :)”
“Antes hemos dicho que el libro empieza en las guardas, por lo que es de entender que termina en las guardas traseras, y así es. Sin embargo, y aunque parezca absurdo, para nosotros termina en la cubierta. Primero, porque fue lo último que hicimos :); y segundo, y más importante, porque aunque no necesites leer la historia para entender la ilustración (un hombre contemplando el paisaje sobre una montaña), aporta mucho a la historia. Sobre todo, si la miras después de haber leído el libro un par de veces. La idea de la cubierta fue una de las aportaciones de la editorial Fulgencio Pimentel, que a listos ( y arriesgados – Manu) nos les gana nadie”.
Manuel Marsol: “Esperamos que una experiencia (artística) placentera. Ojalá los lectores puedan ver el álbum con tiempo, solos o acompañados, pero sin ruido ni distracciones. Con un poco de suerte, conseguiremos que sientan que acaban de entrar a un bosque que les maravilla y que estimula su imaginación. Que les lleve a contemplar la belleza y el misterio de la naturaleza, y por último, a hacerse algunas preguntas. Poquita cosa”.
¿Qué nos cuentas de las ilustraciones? ¿Qué hay de diferente respecto a otros proyectos? Manuel Marsol: “Cuando realicé las primeras ilustraciones del proyecto, con idea de presentarlas al concurso, mi propósito era aunar lo mejor de mis trabajos previos de álbum ilustrado. Por un lado, quería las atmósferas y las calidades plásticas de Ahab y la Ballena Blanca. Por otro, la concisión gráfica y compositiva de El Tiempo del Gigante, menos barroco pero más equilibrado. Hay otro proyecto, Western Scenes, que aún está en desarrollo pero que es anterior a Yokai, del que sale parte de la paleta de colores y esa idea de dibujar en un formato más o menos pequeño para conservar la espontaneidad y la frescura del trazo. En común tiene el interés por los espacios naturales, por habitar un paisaje como si fuera un teatrillo por el que entran y salen personajes”.
¿Con qué técnicas trabajaste? Manuel Marsol: “Con todo lo que había encima de la mesa. Hay acrílico, acuarela, gouache, ceras, lápices, tinta, rotuladores tipo Posca, incluso pintura plástica y algo de óleo para algunas texturas, todo sobre madera, que da una calidez especial. Me guío más por los colores. Si hay un rosa que me gusta en acrílico, pero el rojo me funciona mejor con acuarela, y el negro con tinta china, no tengo problema”.
¿Qué habéis aprendido con este proyecto? Carmen Chica: “Que no tenemos por qué ser literales o muy descriptivos a la hora de poner títulos. Al principio, el libro se iba a llamar Montaña, pero vimos que ya había varios álbumes que se llamaban así, entre ellos uno de la propia editorial en la que íbamos a editarlo, Montañas, de Antonio Ladrillo. Sacar el nombre fue de las cosas más complicadas. Pasamos por muchos, desde La llamada de la naturaleza, a Nocilla, en plan coña. Desvariamos bastante… Atendiendo a las referencias que Manu había usado para la ilustración del “monstruo”, vimos que era un kappa, una variedad de yōkai perteneciente al folclore japonés que habita en los ríos o lagos. Los yōkais son espíritus, apariciones, guías,… Unos son malos, otros buenos. Buenos, como nuestro bicho de ojos rojos, el espíritu de la montaña que no es mencionado en todo el libro. Así que entre César, Berni, Joana, Manu y yo, decidimos que ese sería el nombre del libro. No era comercial (aún no conocíamos los Yo-Kai Watch), y cuando lo dices un par de veces, se te queda, y hasta le coges cariño”.
Manuel Marsol: “A trabajar siempre el story board con post its. Parece una tontería, pero antes, que lo hacía a veces dibujando las escenas en un papel, suponía una limitación. No es tan fácil descartar o recolocar páginas. Con los post it es todo más fácil, la estructura es muy sencilla de modificar, y las buenas sorpresas narrativas ocurren con mucha más frecuencia”.
Habladme un poco del proceso de elaboración de este proyecto. Carmen Chica: “Puesto que las cinco ilustraciones que teníamos ya hablaban por sí mismas, les hicimos unas cuantas preguntas: ¿quién es ese camionero? ¿tiene prisa? ¿cómo acaba dentro de la montaña? ¿se le estropea el camión?, y si se le estropea el camión, ¿por qué se introduce en la montaña, no debería esperar en el arcén a esperar la grúa? Vale, no se le estropea el camión. Entonces, ¿qué le ocurre? A lo mejor atiende a la llamada de la naturaleza, es algo muy humano. A nosotros nos pasó más de una vez cuando éramos pequeños. Ok. El repartidor no puede aguantarse las ganas de ir al baño. Es lógico que se quiera refugiar dentro del bosque y, además, es divertido. Ya tenemos la excusa, la introducción. Para el desarrollo, nos dejamos llevar por la transformación física del personaje de las ilustraciones. Pensamos en la idea de que la naturaleza despierta los sentidos, por lo tanto había que añadir algunas escenas en las que el repartidor sufriese mutaciones también en la nariz y las orejas gracias al olor de las flores y el chillido de las águilas”.
“Sabíamos que el personaje se iba a transformar completamente desde el principio, la ilustración del caballo-unicornio lo mostraba, así que pensamos que debía haber un momento de esplendor, y la cima de la montaña era el mejor enclave. Ya arriba, al repartidor no le queda ni un pelo de repartidor. Este es un momento de inflexión en el que el narrador se calla. Solo hay sitio para la contemplación y el sonido de lo silvestre. Nos parecía una buena forma de marcar un antes y un después. Al pensar en el desarrollo del momento de esplendor, nos venían a la mente las secuencias musicales de montaje que aparecen en muchas películas. Secuencias en las que no hay diálogo, en las que van apareciendo distintas escenas en las que los protagonistas viven experiencias dispares, anécdotas, y que en su conjunto representan el paso del tiempo. La escena de la bicicleta de Dos hombres y un destino al son de Drops keep falling on my head de Burt Bacharach. Wouldn’t it be nice de los Beach Boys era otra canción recurrente que sonaba de manera casi instantánea al pensar en las aventuras que el protagonista viviría durante esta parte del libro. Perdido, salvaje y feliz”.
Manuel Marsol: “Pensamos juntos la narración gráfica y escribimos juntos el texto. Por eso parece que está hecho por una sola persona, porque estamos dispuestos a cambiar los elementos a lo largo del proceso, de una manera natural y cómplice, en favor del libro. Hay frases que aparecieron antes, y otras después de dar con ciertas imágenes. Por contra, hubieron ilustraciones y escenas que fueron concebidas después de hallazgos con el texto”.
¿En qué andáis ahora? ¿Algún proyecto nuevo? Manuel Marsol: “Tengo un álbum ilustrado con Javier Sáez-Castán, que me hace una ilusión especial (la concepción del álbum es suya, y yo me encargo de las ilustraciones) y que será el primero de una colaboración a largo plazo, tenemos idea de hacer unos cuantos álbumes juntos. Se llamará MVSEO, es un álbum mudo, y el trabajo está bastante avanzado pero tuve que pararlo con lo del premio de Bolonia y ahora he vuelto a ponerme con él. Con Carmen también tenemos varias cosas rondando, un álbum muy desarrollado pero que hay que re-trabajar, y algunas ideas para otros nuevos. También esperamos hacer muchos libros juntos”.
También podéis leer en el blog las entrevistas con Manuel Marsol sobre ‘Metamorfosis‘ de Kafka, ‘El tiempo del gigante‘ y ‘Ahab y la Ballena Blanca‘.