Gustavo Roldán nos habla de su último libro, “Juan Hormiga”: “Para mí la ilustración es parte de la escritura y la lectura de un libro. Busco que no se separen en ningún momento”

Gustavo Roldán nos habla de su último libro, “Juan Hormiga”: “Para mí la ilustración es parte de la escritura y la lectura de un libro. Busco que no se separen en ningún momento”

Juan Hormiga es el mejor narrador en todo el hormiguero, es tan bueno contando las increíbles aventuras de su abuelo, que todos paran de trabajar para escucharle. Un día Juan Hormiga decide que ha llegado el momento de vivir sus propias aventuras y abandona el hormiguero para explorar el mundo. Entonces se desatada una terrible tempestad. Las hormigas, convencidas de que a Juan se lo han llevado las corrientes del río, cuando vuelve el sol, salen para plantar una flor en memoria de su amigo. Pero se llevarán una sorpresa…

La editorial A Buen Paso nos trae esta historia cuyo autor es Gustavo Roldán. Con él hemos hablado de este libro, y de sus ilustraciones. Lo primero que le preguntamos: ¿cómo nació esta historia? “Supongo que, como siempre: es un cúmulo de cosas que te van pasando y que has vivido en persona, a las que uno después le da una vuelta de tuerca, mezclándolas con vivencias ajenas, de esas que uno va observando y robando de a poco, casi sin darte cuenta –nos cuenta Gustavo-“.

“Siempre me fascinaron las personas que cuentan historias oralmente, reales o inventadas, chistes o dramas. Si alguien sabe contar con buen ritmo, me captura la cabeza inmediatamente. Juan Hormiga es uno de esos personajes. Por otro lado es alguien a quien le gusta ir a su bola. Mi padre era un poco así. En casa no hubo televisión hasta que yo tuve diez años, entonces, los viernes y los sábados a la noche, nos sentaba a mi hermana y a mí, a los pies de la cama, y comenzaba a improvisar historias sobre animales del monte chaqueño, en el norte de Argentina, donde él se había criado. Y nosotros flipábamos margaritas”.

“Eso se multiplicó en los viajes a las sierras cordobesas (de la Córdoba argentina), donde acampábamos en medio de la nada, sin ninguna infraestructura turística rodeados de ríos cristalinos, zorros y lechuzas. En ese precioso ambiente, hacíamos una fogata cada noche y, delante del fuego, mi madre nos leía las historias de Tom Sawyer, y Huckleberry Finn. Un capítulo por noche. Así nos tirábamos un mes entero cada verano”.

“El saber ser perezoso, disfrutar de la pereza, es un tema que manejo a la perfección. Para mí, la pereza, bien usada, es un caldo de cultivo maravilloso, un momento en el que puedo dejar que las ideas sedimenten y florezcan. Y después están los viajes. He viajado mucho toda la vida, sin plan. Me gusta ir a un lugar, cerca o lejos, e ir viendo con qué me encuentro. Normalmente, las ideas me vienen en las largas caminatas, que hago cada día, sin rumbo. De golpe, cuando la cabeza está oxigenada, van cayendo algunas ideas para dibujos, para historias o para resolver problemas con hacienda. Las apunto rápido en un cuaderno y sigo caminando. Soy muy desordenado, pero esos apuntes me sirven para no olvidarme y así poder hilvanar historias. Dentro de estas experiencias, entre otras, nació la historia de Juan Hormiga”.

¿Qué nos cuentas en este libro? “La historia de un personaje al que le gusta vivir su vida a su manera y pone en ello todas sus energías”.

¿Por qué una hormiga y no otro insecto u otro animal? “Me divierte reinventar a los animales, suelo hacerlo, ahí están “El erizo” o “Historias de conejo y elefante”. Pero con las hormigas tenía una deuda pendiente, porque, cada tanto, las utilicé como complemento de algunas ilustraciones, siempre como personajes secundarios. Cada vez que las dibujaba, sencillamente me divertía hacerlo, por el movimiento de las patitas, que trato de hacer ver que realmente parezca que se mueven, por los picos, una mezcla de pico de loro con serrucho, hacerlas pararse en dos patas, saltar, o mostrar entusiasmo. Y por la dificultad que conlleva eso. Hacer moverse a una hormiga en un dibujo es tremendamente difícil”.

“Además, las hormigas, siempre me llamaron la atención. Una vez, siendo chico, estábamos con mi hermana sentados en el borde de una piscina con las patas metidas en el agua. Entre medio de los dos apareció una hormiga negra, de esas grandes, cargando una hoja de roble que, evidentemente le venía enorme para su tamaño. Llegó al borde de la piscina y un vientito que pasó en ese segundo la tiró al agua. La hoja de roble quedó flotando y la hormiga se subió encima y se salvó del abismo. La piscina tenía dos metros de profundidad. Yo le dije a mi hermana: “cuanto serán dos metros para una hormiga? Mi hermana con toda sabiduría de hermana mayor me contestó: ¡dos metros!”

¿Cómo son las ilustraciones? “Una, te lleva a la otra. Es lo que busco en todos mis libros: que al ver una página quieras pasar rápido a ver lo que pasa en la siguiente, para seguir leyendo. Para mí la ilustración es parte de la escritura y la lectura de un libro. Busco que no se separen en ningún momento. Eso es lo que más trabajo me da: diseñar la arquitectura total del libro para que el lector quiera avanzar en la lectura de lo que se está contando. Si alguien quiere volver atrás para ver de nuevo los dibujos, bienvenido, y me alegra, pero lo que más me interesa es que la historia se comprenda leyendo al mismo tiempo el texto y la imagen”.

“Tardo muchísimo tiempo en hacer ilustraciones que parecen hechas en dos minutos y a mano suelta. Las hago y las rehago infinidad de veces hasta que me quedo más o menos a gusto. Como no utilizo el ordenador, si falla el espacio en el que tenga que estar ubicado el personaje, el color adecuado, o se te hace una mancha inesperada, hay que hacerlo todo de nuevo. No me quejo, es mi elección”.

¿Con qué técnica están hechas? “Tinta china, bolígrafo rojo, verde y naranja, y algún que otro toque de lápiz de color amarillo, sobre papel”.

¿Qué tiene Gustavo Roldán de Juan Hormiga o viceversa? “La siesta. Solo de media hora, pero que nunca falte”.