Seisdedos y “La Alhambra se adivina”: “Como dibujante tengo un trazo bastante controlado y “racional”, para compensar me gusta introducir un factor caótico, algo que escape a mi voluntad y obedezca solo al capricho del propio material que estoy empleando”

Seisdedos y “La Alhambra se adivina”: “Como dibujante tengo un trazo bastante controlado y “racional”, para compensar me gusta introducir un factor caótico, algo que escape a mi voluntad y obedezca solo al capricho del propio material que estoy empleando”

“Bienvenidos, visitantes a este precioso palacio. Es mi nombre Chorrojumo, soy el Rey de los Gitanos, pasen a mirar la Alhambra, pasen, yo les acompaño con mi catite y mi traje, con mis patillas de esparto”. Así arranca “La Alhambra se adivina”, un trabajo de Manuel M. Mateo que edita Comares e ilustra Seisdedos. Con éste último hemos analizado este proyecto y su trabajo.

¿Cómo nació este proyecto? “Un poco por casualidad y a través de relaciones personales. Manuel M. Mateo es un creador polifacético y llevaba tiempo trabajando el formato de la adivinanza, que él aplica a diversos temas culturales bajo el título genérico de AdivinArte. Realizó una selección de las adivinanzas que tenía escritas sobre la Alhambra y se las pasó a José Antonio García Sánchez, coordinador editorial de Comares. Y éste a su vez me propuso a mí ilustrar estas adivinanzas para darle al conjunto el formato de un álbum. Yo acepté el reto y realicé un par de ilustraciones de prueba que gustaron a la editorial. Y a partir de ahí el proyecto empezó a rodar”.

¿Qué nos vamos a encontrar en “La Alhambra se adivina”? “Cuarenta y dos adivinanzas ilustradas sobre otros tantos espacios de la Alhambra; algunos personajes y situaciones sorprendentes; un prólogo y epílogo en forma de romance y también ilustrados. Y de propina, algo de lo que Manuel M. Mateo y yo estamos muy orgullosos: el retorno de Chorrojumo”.

¿Cómo fue el proceso de elaboración de este libro? ¿Fue divertido? “Lo tuvo todo. Fue a ratos divertido y a ratos angustioso. Para ser mi primer álbum ilustrado, era un encargo muy difícil y complicado, por varias razones. En primer lugar, la gran cantidad de ilustraciones, un total de 45 si sumamos adivinanzas, prólogo y epílogo y portada. A lo largo de todo ese recorrido había que mantener una coherencia gráfica para que el conjunto funcionara”.

“En segundo lugar, dibujar la Alhambra no es dibujar cualquier cosa. Es un espacio complejísimo y muy difícil de resolver gráficamente. Para mí no se trataba de una cuestión de virtuosismo, no pretendía hacer un libro de “postales”: había que sintetizar al máximo, pero consiguiendo al mismo tiempo que los lugares fueran reconocibles. Por último, las adivinanzas eran en su mayor parte “descriptivas”, es decir, se referían a los lugares pero no a lo que sucedía en ellos. Yo tenía claro que para que la ilustración fuera atractiva para los niños y niñas, en ese espacio tenía que suceder algo curioso o sorprendente, ya que si no el libro quedaría reducido a una mera colección de postales más o menos bonitas. Por lo cual tuve que inventarme un montón de situaciones que se complementaran con el texto/adivinanza, que fueran coherentes con el lugar representado y que “sostuvieran” la ilustración. Aunque parezca raro, este fue quizá el mayor esfuerzo que tuve que hacer y hubo momentos de saturación en que ya no se me ocurría nada de nada”.

“La realización de las ilustraciones se prolongó durante todo un año, ya que además de las dificultades señaladas yo tenía que complementarlo con otros trabajos, estudios, etc. Ese año me dio para todo, para exaltarme y para desesperarme. En cierto momento llegué a una situación de total bloqueo creativo, que conseguí resolver viajando a Granada y volviendo a visitar la Alhambra. Ya que, aunque soy de Granada y estoy muy familiarizado desde pequeño con el monumento, en aquella época yo vivía en Barcelona y la mayor parte del trabajo la realicé basándome en fotografías. Terminé agotado y es curioso ver cómo una vez entregado el trabajo lo borré por completo de mi mente. Mis amigos me preguntaban cuándo salía el libro, y yo me quedaba confuso: “¿Qué libro?”

“Uno de los aspectos más positivos ha sido que por parte de la editorial he tenido una total libertad creativa y no he sufrido ninguna presión con respecto a los plazos. Algo que por desgracia no es habitual. Como ilustrador, en este libro he podido hacer lo que me ha dado la gana, e incluso hacer propuestas sobre el formato y otras cuestiones, que en general han sido bien recibidas. También ha facilitado las cosas la gran compenetración alcanzada con el autor del texto, Manuel M. Mateo, siempre flexible y abierto a cualquier sugerencia”.

“Algo que aprendí con “La Alhambra se adivina” es que, independientemente de los nombres que figuren en portada, un libro es un trabajo colectivo que involucra a mucha gente. Aparte de mis ilustraciones y de los textos de Manuel M. Mateo, hay que destacar la excelente obra de diseño y maquetación de Virginia Vílchez Lomas, el cariño de los libreros que por así decirlo han “cuidado” de La Alhambra se adivina, y la habilidad y paciencia del coordinador editorial, José Antonio García Sánchez, a la hora de empujar el proyecto y equilibrar las necesidades de todas las partes implicadas. Por no hablar de las gentes que se volcaron para conseguir unas presentaciones maravillosas: la librería Casa Anita y el ilustrador Ignasi Blanch en Barcelona; y el Museo Casa de Los Tiros y su director Francisco de la Oliva, en Granada. Todos ellos han hecho posible que el libro sea un éxito y esté a punto de alcanzar su segunda edición”.

“Hay otra aportación que quiero destacar, y es la de Vanesa Aguilera y Sergio Arredondo, los dos diseñadores gráficos que desarrollaron la tipografía empleada en el libro. Se trata de la Granaína, un magnífico tipo de letra de uso libre y gratuito, que crearon inspirándose en los letreros de cerámica que indican el nombre de nuestras calles, y que podéis ver en su web www.granadatierrasoñada.es. La elección de esta tipografía fue un acierto de Virginia Vílchez, y ha sido clave para dotar al libro de su aspecto característico”.

¿Qué nos puedes contar de las ilustraciones? ¿Qué tienen de característico? ¿Están en la línea de otros trabajos? “Yo nunca había trabajado orientándome hacia los niños, la ilustración infantil era un terreno novedoso para mí y por el que nunca me había sentido particularmente atraído. Hoy sigo pensando que es uno de los campos más difíciles para un ilustrador, y sentí bastante vértigo a la hora de abordarlo. Espero haberlo logrado, de hecho me llega un buen feed-back de aquellos amigos y conocidos que tienen hijos pequeños. Pero no puedo evitar cierta inseguridad cuando enfrento mi dibujo a la mirada de los niños. Me hubiera venido bien tener críos cerca para someter a su criterio el trabajo que iba haciendo, pero no era el caso. Me marqué la exigencia de no tomar a los niños por idiotas, es decir, que trabajar para niños no puede suponer en ningún caso una “simplificación” o una merma de la calidad de tu trabajo, con la tonta esperanza de que no van a percibir tus limitaciones como ilustrador. También me esforcé por recordar el tipo de ilustraciones que a mí me gustaban de niño, que eran aquellas que, al margen del estilo, contenían una gran cantidad de información visual en la que yo podía recrearme y a las que podía volver una y otra vez”.

“Lo más característico de estas ilustraciones es la textura de papel kraft que empleé para simular el tono rojizo de los muros de la Alhambra. Es un elemento fundamental a la hora de dotar de coherencia a todo el conjunto, y que a la vez contrasta mucho con el resto de recursos gráficos empleados. A mí me fascina el collage, aunque apenas lo practico, y quería que en La Alhambra se adivina estuviera presente ese elemento de ruptura visual que es característico de esta técnica, y que también de pequeño me llamaba mucho la atención. El primer recuerdo que tengo del collage es el Frederick, de Leo Lionni, un libro que de pequeño me impactó muchísimo. Y pensé que a lo mejor podía conseguir aunque fuera una mínima parte de la impresión que allí provocaba el gran Lionni”.

“Por lo demás, no tengo ningún otro trabajo en esta línea, ni lo tendré. Es un estilo gráfico que desarrollé para La Alhambra se adivina y creo que tiene en este álbum su recorrido exacto, su principio y su final. Ahí desarrolla todas sus posibilidades y empieza también a mostrar sus limitaciones, lo que no es raro si tenemos en cuenta la gran cantidad de dibujos que contiene el libro. Pienso que si lo aplicara a un nuevo álbum, este estilo comenzaría a agotarse, y yo a sentirme incómodo con él”.

¿Con qué técnica están hechas? ¿Es la que utilizas habitualmente? “Son algunas de mis técnicas usuales -lápiz, acrílico, retoque digital- pero aplicadas de manera inusual, y mezcladas con otras que no suelo emplear -gouache-. El proceso era más o menos el siguiente: cuando ya tenía la idea de cómo iba a ilustrar tal o cual adivinanza, primero realizaba un boceto a lápiz que después calcaba en un papel Basik de 370 gr. Las ilustraciones originales tienen unas medidas de 20×20 cm y en el libro se reproducen a 18×18 cm. Ya sobre el Basik la cosa se empezaba a complicar. Todo lo que fuera arquitectura lo perfilaba y sombreaba con lápiz azul. Los personajes los coloreaba con gouache y los perfilaba y sombreaba con lápices de colores. Todo lo que fuera agua y vegetación, lo coloreaba con acrílicos diluidos en agua, que sobre el Basik dan un efecto próximo a la acuarela, pero no exactamente igual, porque queda más granulado. Además era imposible controlar el resultado final de estos acrílicos cuando se secaban. Debido a que como dibujante tengo un trazo bastante controlado y “racional”, para compensar me gusta introducir siempre que puedo un factor caótico, algo que escape a mi voluntad y obedezca solo al capricho del propio material que estoy empleando. Para este juego suelen ir bien las técnicas húmedas, y en La Alhambra se adivina este papel lo juega el acrílico diluido sobre un papel liso como es el Basik. El último paso era añadir mediante Photoshop la trama de papel kraft que ya he mencionado y hacer los retoques que fueran necesarios. Si os interesa, en esta entrada de mi blog podéis ver los sucesivos pasos de la construcción de estas imágenes: http://seisdedos.org

“Quiero aclarar que elegir un proceso tan complejo fue un pecado de ilustrador novato que vino a complicar mucho la culminación del trabajo. Creo que se hubieran podido obtener resultados iguales o mejores simplificando los pasos, y en particular sustituyendo el gouache de los personajes por color digital. Por otra parte, aunque no tengo nada en contra de las técnicas digitales -yo las utilizo continuamente-, pienso que el paso analógico es necesario y nos “construye” como ilustradores”.

Tratándose de un lugar como la Alhambra, ¿qué rincón te gustó más ilustrar? ¿Cuál es tu favorito? “Las ilustraciones y rincones con los que más disfruté son justamente aquéllos -unos diez o doce- que era incapaz de resolver basándome en fotografías, y que finalmente me obligaron a desplazarme a la Alhambra para “comprender” el espacio in situ. En todos los casos encontré la solución gráfica necesaria al situarme allí físicamente. La ilustración sobre la Puerta de la Justicia es un buen ejemplo de ello”.

“Por otra parte, aunque es evidente que unas ilustraciones “funcionan” mejor que otras, no tengo favoritas. Para mí el logro no es tal o cual dibujo, sino el hecho de haber sido capaz de completar un trabajo tan difícil, y ante todo que el conjunto sea coherente. Las ilustraciones individuales en sí no importan tanto. De algunas estoy muy orgulloso, a otras les daría un simple aprobado, y otras me avergüenzan un poco por sus defectos. Pero todas forman parte de un conjunto que es el que hay que valorar o criticar.
Si lo que me preguntas es cuál es mi rincón preferido de la Alhambra, te señalaría dos. Uno, la torre de la Vela, por la visión panorámica y estratégica que ofrece. Algo que no se hizo para disfrutar de unas bonitas vistas, sino más bien por motivos políticos y militares. Otro, la Puerta de la Justicia, por su majestuosidad y por las leyendas que la acompañan”.

Prueba futuro trabajo sobre la Alhambra

¿Nos puedes adelantar algo de proyectos futuros? “Ahora trabajo sobre varios temas. Por una parte estoy preparando un portafolio orientado a la ilustración de prensa, en un tono muy alejado de La Alhambra se adivina. También estoy trabajando mucho sobre el flamenco, un arte extraordinario que (en mi opinión) no ha tenido la plasmación gráfica que merece. Lo más probable es que este trabajo sobre flamenco acabe teniendo la forma de una exposición itinerante. Y por último, se plantea la posibilidad de ilustrar un nuevo álbum sobre la Alhambra, una vez más con adivinanzas creadas por Manuel M. Mateo. Sin embargo, visualmente este trabajo tendrá muy poca relación con La Alhambra se adivina, y lo que va surgiendo de las ilustraciones de prueba es una Alhambra más próxima al Pop Art que a ninguna otra cosa”.

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