Un famoso criador de caballos envió a su sirviente al mercado a comprar frutas. El sirviente estaba terminando las compras, cuando un terrible escalofrío le recorrió la espalda. Se dio media vuelta y vio una figura encapuchada, alta y delgada, vestida de negro…
Tras “El Rey Oso Blanco y otros cuentos maravillosos”, Tim Bowley y Óscar Villán presentan “No hay escapatoria”, donde el narrador británico afincado en España recopila una nueva selección de sus mejores relatos, ilustrados por Óscar.
Diez historias sobre amores, humores y avaricias, protagonizadas por criaturas mágicas, personajes solitarios y miembros de la realeza; aventuras emocionantes y terroríficas leyendas de la muerte, a las que pone cara el ilustrador Óscar Villán.
Hemos tenido la suerte de navegar por este libro de la mano de Óscar, al que preguntamos cómo habían llegado estas historias a sus manos, o a sus lápices, claro.
“La mayoría de los dibujos que llevaba en la carpeta cuando hace años salí a polinizar editoriales buscando trabajo estaban lejos de la estética habitual del libro infantil. ‘Estética habitual del libro infantil’ es un tópico (diluido cada día más y más gracias a la profusión de ilustradores y editoriales); para entendernos: a varios editores les parecieron imágenes demasiado ‘serias’ y ‘oscuras’ para ese tipo de libros”.
“Con todo, a partir de aquellas visitas salió un primer encargo de álbum ilustrado infantil, en Kalandraka. Y años después ellos mismos me entregaron estos textos de Tim, precisamente recordando el tono de las imágenes de aquella carpeta”.
Para “No hay escapatoria y otros cuentos maravillosos”, Óscar Villán nos cuenta que tendió “a dibujar los personajes poco expresivos, contenidos… sin una personalidad individual marcada… en sintonía con lo que son en el texto: arquetipos. Tampoco Tim se para a elaborar personalidades. Va directo al grano, sin florituras. Apenas nadie tiene nombre en el libro. Son ‘el hombre’, ‘la mujer’, ‘el médico’, ‘la princesa’, etc”.
Sobre la técnica utilizada para estas ilustraciones, nos dice que “el dibujo es lápiz sobre papel, el color digital. Suelo entintar sobre el lápiz, pero ocurre a veces que en el proceso de entintado el dibujo pierde soltura y empeora… y probé esta vez –y en El rey oso blanco, libro hermano de No hay escapatoria– a omitir ese paso”.
Como nos encontramos ante un libro de relatos, se nos ocurre preguntarle a Óscar si es más fácil ilustrar una sola historia con diversas ilustraciones, que varias historias a través de una sola ilustración por cada una.
“En el primer caso tienes que dedicar más tiempo a la estructura, ritmo y trenzado del conjunto. Por otra parte, una vez definidos y montados la estructura y el ritmo, puedes apoyarte en ellos para avanzar en la elaboración de las imágenes quizá titubeando menos que en el segundo caso. No sé. En cualquier caso al final estás delante de un papel en blanco y eso siempre es difícil, porque no tienes ni idea de qué vas a hacer, ni exactamente cómo vas a hacerlo, y maravilloso, por lo mismo: porque no sabes qué ni cómo, pero al final algo acaba saliendo por tu mano”.
Óscar Villán es licenciado en Bellas Artes (especialidad de Pintura.). Con su primer trabajo de ilustración infantil, “El pequeño conejo blanco” (Kalandraka), recibió el Primer Premio Nacional de Ilustración 1999. Obra que, al año siguiente, fue incluida por el Banco del Libro de Venezuela en el catálogo de ‘Los Mejores Libros para Niños’. Ha ilustrado otros títulos -también en Kalandraka- como “El Rey Oso Blanco y otros cuentos maravillosos”, “La cebra Camila”, “La mora” y la colección “De la cuna a la luna”, a los que se suma el álbum “Un bicho extraño” (Faktoría K). Dirige la colección ‘Alfabetos’ de Kalandraka, y actualmente está trabajando en una serie de libros para prelectores y en un proyecto escolar.