Cuando se acerca un invierno tan frío que sus narices se vuelven insensibles y sus estornudos se congelan antes de explotar, la familia de erizos decide que ha llegado el momento de buscar un hogar más cálido. Así que mamá, papá y sus nueves hijos, cada uno provisto de una arrolladora personalidad propia fielmente representada en las ilustraciones, emprenden un viaje a través del bosque. Buscar un hogar no es tarea fácil y la familia de los erizos declinará las propuestas del topo, de la cigüeña, la ardilla y al comadreja. Encontrarán el lugar ideal en una extraña construcción metálica, una casa rodante abandonada por los humanos.
No saben que han ido a parar a un tanque.
“Un cuento en el que destaca el calor de los afectos familiares, frente al fuego destructor de la guerra. Un cuento cuyas palabras, llenas de una ironía a veces entrañable, otras, amarga, adentran al lector en los misterios de la vida, tan bella y tan dura al mismo tiempo”. Con estas palabras nos describe la editorial A buen paso este álbum ilustrado, ‘La casa de los erizos‘, un libro que no te deja indiferente y que engancha. Detrás de él están Ángel Domingo y Mercè López. Con ellos dos hemos charlado sobre este proyecto.
¿Cómo nació esta historia? Ángel Domingo: “La escribí a finales de 2010 y la dejé dormir en el cajón aunque, de vez en cuando, la rescataba para eliminar adjetivos y otros vicios. Me cuesta hacer memoria pero nació de un pálpito en algún momento viendo las noticias, de un golpe en la tripa de mi humanidad. Estamos acostumbrados a engullir los macarrones mientras asistimos, desde el palco de la televisión, a bombardeos sobre mercados, atentados en cafeterías, destrozos por terremotos… sin que el estómago se revuelva. En ocasiones, en un arrebato de lucidez, mis ojos inmunizados recobran la mirada del niño que fui, que despertaba con incomprensión a un mundo maravilloso que se empeñaba en autolastimarse. ¡Cómo empleamos el ingenio para la destrucción propia y ajena! Tenemos un verdadero talento. Conseguimos superar a Ícaro, volar como soñó Leonardo y rápidamente alguien piensa en utilizar esa nueva capacidad para herir a los demás”.
“Todas esas sensaciones maridaron después con la apetencia de escribir un relato con animales como protagonistas, me daban la oportunidad de ponerme otras gafas, desde una miopía inocente preferible a nuestra visión devastadora. De pequeño me encantaban las fábulas y me apetecía mucho construir un cuento con animales. Estuve dando vueltas a varias especies y los erizos me parecieron muy simpáticos. Todavía recuerdo cuando mis vecinos adoptaron a una eriza y sus crías”.
¿Cómo llegó esta historia a tus manos? Mercè López: “Hace un tiempo me encontraba con Arianna en un café de la plaça Rovira. Arianna me hablaba de sus nuevos libros, de suertes en los viajes y dragones de papel y yo le enseñaba imágenes de los últimos que había hecho de entre los cuales remarcó un erizo que se escondía entre los personajes de “La isla de las cartas perdidas”. Recuerdo que ella se lamentaba de que tenía demasiadas publicaciones porque se enamora de las historias y yo de que tenía demasiados pocos encargos en ese momento y de que tenía que ir inventándome cosas para seguir trabajando”.
“A los pocos días me llamó enamorada de una nueva historia con erizos que además desató casualmente una lluvia de encargos para mi que me hizo retrasarme con su libro”.
¿Qué querías transmitir con esta historia? ¿Qué nos cuentas? Ángel: “Eso deberá extraerlo cada lector. Los erizos abandonaron mi casa para buscar otras y, en cada una de ellas, sus nuevos anfitriones extraerán sus propias conclusiones”.
“En principio, como diría Iban Barrenetxea, mi intención era simplemente contar una historia. Sin más pretensiones. Pero se inspiró en ese sentimiento de denuncia de nuestra loca capacidad de destrucción, lo mal que aprovechamos nuestra inteligencia enfocándola para hacernos la puñeta unos a otros, cómo primamos el odio y buscamos las siete diferencias respecto al vecino… pero tampoco quería regodearme en una moralina buenista o lanzar un panfleto. Detesto ese tipo de libros convertidos en sermones y no quería engrosar la lista de sus perpetradores. Espero que no haya sido así. Escribí desde la inocencia de mi incomprensión del mundo como peatón despistado, poniéndome en el pellejo de una familia de erizos”.
“No faltó alguna amiga que, leyendo el borrador, me dijo que era una crítica afilada sobre la precariedad de la vivienda… Me encantan las interpretaciones de cada uno”.
¿Qué te parece la historia de Ángel? Mercè: “No tengo palabras para la historia de Ángel. Hay varias cosas que encuentro maravillosas. Por un lado, la personalidad de los personajes. Ángel consigue tejer unos caracteres que es imposible que no enamoraran a Arianna, como hicieron también conmigo. También me encanta ese tono de fábula clásica llena de pinceladas postmodernas, pero además tiene ese giro desconcertante a la mitad que hace que la historia tome un cariz muy muy especial. Me gusta cómo pasa del amable libro de animales humanizados a otro estado de realidad donde los animales vuelven a ser animales en medio de un mundo de humanos que no logran entender. Me parece que, en lo inquietante que tiene ese giro, Ángel consigue abrir la puerta a una potente reflexión para los niños y para los adultos que les acompañen en la lectura. Me fascina por su sencillez y su complejidad”.
¿Qué opinas del resultado final de este proyecto? Ángel: “Qué puedo decir. No me corresponde valorar porque no soy objetivo. Estoy enamorado de las ilustraciones de Mercè y la edición de Arianna. Por mi parte, seguiría reescribiendo hasta el final de los días”.
¿Cómo ha sido trabajar en este libro? Mercè: “Igual que la historia, me ha resultado a la vez sencillo y complejo darle forma a este libro. La primera parte la tuve muy clara desde el principio pero la segunda estuvo en blanco durante bastante tiempo. Sabía que las dos debían ser muy distintas narrativamente. Al principio estuve intentando trabajar esta segunda parte secuenciada y eso me tuvo bloqueada durante un tiempo, pero de golpe empecé a trabajar las imágenes desde la pintura y una vez encontré el camino todo salió del tirón”.
¿Qué te parece el trabajo de Mercè? ¿Cómo ha sido trabajar con ella? Ángel: “La admiro hace muchos años, que ya vamos teniendo una edad. Cuando Arianna me preguntó qué me parecía que lo ilustrara ella, salté de emoción. Cuando nos conocimos, al poco hablamos de hacer algo juntos pero no nos habíamos puesto con ello así que me pareció una coincidencia afortunada. A Mercè el texto ya le llegó prácticamente terminado, por lo que no trabajamos mano a mano como en un proyecto que partiera de cero. Sin embargo, mantuvimos un diálogo constante con plena libertad para su labor”.
Háblanos un poco de las ilustraciones que has trabajado para ese libro. ¿Qué tienen de característico? Mercè: “Lo especial de estas imágenes en relación con trabajos anteriores es que están llenas de detalles cuando habitualmente suelo ser bastante minimalista. Quería acompañar esa primera parte de fábula clásica de una composición estable con un aire casi de friso continuo lleno de personajes que se rompiera en el momento de la aparición del amigo caracol. La segunda parte en la que el papá erizo está solo es mucho más pictórica y gestual y la composición toma mucho más protagonismo que el detalle”.
¿Con qué técnica has trabajado? “Con acrílico y grafito”.
Háblanos un poco también del uso del color. Mercè: “Intenté caminar con los erizos a través del color. El blanco del invierno da paso al verde de la búsqueda en el bosque y el tono metálico oxidado de la casa que va a ser su nuevo hogar se extiende para dar paso al rojo de esa segunda parte más “bélica”. Verde para el mundo de los erizos, rojo para el mundo de los humanos. De hecho hay una ilustración concreta (que es una de mis favoritas) en la que el papá erizo consigue salir huyendo de ese rojo para volver a la calma de su verde”.
Y también un poco más sobre los detalles… Mercè: “Desde que leí la historia sabía que mi papel consistía en acompañar, y a poder ser potenciar, esa personalidad que Ángel había conseguido construir para los papás erizos. Y que el camino que tenía libre para ello era el de crear unos ericitos con fuertes personalidades y que llenaran con su presencia cada una de las imágenes. También pensando en que los lectores podrían entretenerse en buscar a los personajes en cada escena. Así, hay un ericito que siempre duerme, uno que construye instrumentos con cosas que se encuentra, un land-artista seguidor de Goldsworthy, un lector despistado, uno que recoge flores, uno que siempre hace tonterías, el gordito que a menudo está cerca de su mamá y un par de erizos deportistas que siempre están practicando. Creo que no me dejo a nadie”.
“Además tuve la suerte de poder estar en un entorno muy campestre cuando le di la última vuelta a los bocetos y también en el momento de pintar los originales y eso enriqueció las imágenes con detalles vegetales y animales”.
“¡Ah! Hay otro detalle que desvelo aquí en primicia con permiso de Riki Blanco. Ocurrió que en el momento en que Arianna me propuso ‘La casa de los erizos’, él empezó a trabajar en su libro ‘El Deshielo‘ también para A buen paso. Cuando nos enteramos decidimos hacernos un guiño mutuo en nuestros libros sin decirle nada a Arianna. Ella ya los descubrió. Y yo prefiero no contar más para no quitarle la gracia a la búsqueda”.
Tengo una curiosidad, que igual son imaginaciones mías pero, hay uno de los erizos por ahí en el libro que lleva gafas y no si es sugestión o qué, pero cuando lo veo me recuerda a ti… ¿Tiene esto algo que ver con la realidad? Ángel: “Es lo que tienen estas gafas redondas. Marcan carácter, al parecer. Eso deberías preguntárselo a Mercè. Si se inspiró o fue casualidad completa. Mi ego no llega a tanto como para sugerirle un alter Espinete”.
¿Eres más como el que lleva una especie de gorrito y no para de leer? Ángel: “La idea de Mercè de dotar de una personalidad tan marcada y simpática a los ericitos es genial. Les ha dado piel, huesos, ropas, personalidad. ¡Les ha dotado de vida! Son bichos de una gran ternura. Captó lo que estaba tras el texto. Es un claro ejemplo de cómo el álbum es una obra compleja y cómplice por igual entre escritor e ilustrador. Ambos autores contribuyen a que la historia crezca e incluso se desparrame. Sin enrollarme, quizá me identificaría más con el erizo dormilón o el señor topo. En todo caso, tras ver las imágenes, nos gustaría que los erizos corrieran nuevas aventuras o lo que ellos consideren aventura”.
Y sobre el formato, en concreto de las sorpresas que te encuentras en su interior con la distribución de algunas escenas… ¿de quién fue la idea? Mercè: “Trabajar con Arianna es siempre un placer y un reto porque siempre te da la oportunidad de experimentar con el formato. Se me ocurrió la idea de “entrar” en las casas de los animales que van ofreciendo su hogar a los erizos a través de solapas que se desplegaban. Me parece un bonito recurso porque por un lado me permite dar esta sensación de “entrada” a través de la página y por otro de mantener el friso que acompaña el caminar de los erizos. Después de sopesar las posibilidades técnicas con Arianna, llegamos a la idea de desplegar cada pestaña en la dirección más lógica según los personajes. Bueno, creo que he desvelado algunas de las sorpresas, pero creo que la más fuerte se la lleva el papá erizo inspirado por su amigo caracol”.
¿Qué crees que aporta este formato al libro? Ángel: “Ya no concibo el cuento sin las ilustraciones de Mercé. Es algo que suele ocurrir con los grandes ilustradores. Ella ha redondeado la historia. El cambio de registro entre las dos partes del relato, del más tierno al expresionista, es brutal y refuerza la narración hasta unos límites insuperables. Su idea de los desplegables ha dado otra dimensión al libro”.