Ana y Luna Baldallo nos hablan de ‘Trece’: “La poesía tiene una musicalidad, una sonoridad con la que también se puede jugar en las ilustraciones, por supuesto”

Ana y Luna Baldallo nos hablan de ‘Trece’: “La poesía tiene una musicalidad, una sonoridad con la que también se puede jugar en las ilustraciones, por supuesto”

Ediciones en Huida nos presenta ‘Trece‘, un poemario con textos de Luna Baldallo que ilustra Ana Baldallo. Tras hablar con ellas hace tiempo a raíz de otra publicación, ‘Canción a lo Dagoberto‘, hemos querido una vez más que nos cuenten un poquito de los entresijos de este libro y de cómo fue cobrando vida. En las siguientes líneas, el resultado.

¿Cómo surgió este proyecto? Luna Baldallo: “En este caso lo primero fue la gata, tan negra ella, tan digna y… ¡Llamándose Trece! La inspiración se nos plantó delante a cuatro patas. Pronto saltaron algunos poemas, en principio deslavazados, al papel y el esbozo de una historia que podría ser contada… Así que empezó a definirse el poemario y, como Ana y yo hemos trabajado juntas en nuestro primer álbum y seguimos haciéndolo en otros proyectos relacionados con la LIJ, era inevitable que fueran tomando forma y color la niña, su gata… y todo lo demás. En esas estábamos cuando conocimos la nueva colección ‘Bilonguis’ de poesía infantil ilustrada bilingüe que acababa de sacar Ediciones en Huida. Les hicimos la propuesta y… ¡Voilà! Qué bueno que les gustó. Ha sido un placer trabajar con ellos, además de con Lawrence Schimel, que ha realizado un delicado y bellísimo trabajo de traducción de las composiciones al inglés, en nuestra opinión, brillante”.

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¿Qué nos vamos a encontrar en sus páginas? Luna: “La historia de una niña que espera ansiosa que le regalen un perrito o, en todo caso, un acuario, un pato… hasta una tortuga. Pero no un gato, porque ya se sabe que los gatos pasan de todo, y encima una gata negra que se llama Trece ¡menudo pronóstico! Este es el arranque catastrófico de la obrita, que va avanzando a través de diversas composiciones sencillamente tituladas ‘UNO’, ‘DOS’, TRES’… hasta la última –sin título– pero cuya palabra final… Bueno, hay que leerlo. Lo cierto es que a lo largo de los poemas se verá que efectivamente no es cosa fácil tener a una gata por compañera de juegos, y sin embargo, algo puede empezar a cambiar esas circunstancias; que los gatos también tienen su corazoncito… ¿o no?”

¿Qué tienen de característico las ilustraciones? Ana Baldallo: “Juegan con el texto y con el lector, pretenden ser eclécticas y directas y llegar a los filamentos sensitivos a través de los vivos colores y de las composiciones, que responden a un esquematismo práctico. En este caso, el plantearnos unos colores dominantes junto con el negro de la gata nos parecía un recurso estimulante para acompañar el lenguaje del texto, lleno de matices. Además, en este libro hay varios niveles de interpretación de las ilustraciones, se puede observar cada ilustración por separado aportando peculiaridades al texto y también se puede observar cómo cada una de ellas forma parte de un todo, de una historia que va un poquito más allá…”

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“El libro comienza con la portada, donde aún no se sabe bien qué tipo de animal está ‘al acecho’, se intuye que es un felino pero, ¿cuál? Poco a poco, la negrura espesa de esos ojos azabaches va recomponiéndose en la forma, va pasando de ser una mancha a definirse, a medida que avanza la trama y que, paralelamente, ese animal va acercándose emocionalmente a la niña. Se puede hacer un símil con algo que nos habrá pasado a todos, la ‘decodificación’ emocional que muchas veces pasamos las personas, ese proceso de conocimiento y acercamiento al otro, que es siempre, en principio, un extraño. Es sólo al final del libro cuando por fin, aparece la gata claramente, descaradamente y haciendo gala de sí misma, justo cuando ha logrado que la niña la conozca, tal y como es”.

¿Es más difícil ilustrar poesía que narrativa? Ana: “No en mi caso -y quizás a diferencia de un tendencia general (ya que la poesía infantil no es el género más editado en LIJ)- ya que empecé ilustrando poesía y lo he seguido haciendo con varios títulos que han salido a la luz. No ha sido precisamente hasta hace poco que he ilustrado un álbum en prosa (poética, por cierto…). Se podría decir que la poesía infantil me ha perseguido… ¡y que lo siga haciendo! La poesía tiene una musicalidad, una sonoridad con la que también se puede jugar en las ilustraciones, por supuesto. A mí, personalmente, no me ha resultado más difícil, porque entre otras cosas, la comunicación con el autor del texto es fundamental para lograr un buen resultado, y yo ¡siempre he estado hablando sobre ellas con Luna! Un ilustrador no puede ni debe hacer ilustraciones por su cuenta sin reunirse con el autor del texto, no somos decoradores de páginas, tenemos nuestro propio lenguaje y nuestras propias aportaciones y eso siempre suma y es un valor a reivindicar que pocas veces se toma en cuenta. Es lo que en la carrera estudié como “Ilustración Significativa”.

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¿Con qué técnica están hechas las ilustraciones para este libro? Ana: “He utilizado básicamente tintas acrílicas, lápices acuarelables y acuarela, mezclando las técnicas secas y húmedas. Las tintas acrílicas las descubrí hace relativamente poco y me voy a quedar con ellas durante bastante tiempo. Tienen unos pigmentos muy potentes, pero el efecto de aguada permanece. En la portada mezclé el dibujo analógico con el digital, siguiendo los colores que utilicé en las ilustraciones del interior.

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Un poema del 1 al 13…

“A este poema le tenemos mucho cariño ya que se trata de una de las primeras composiciones que se abrió hueco sobre el papel, al inicio del proceso de escritura. Podríamos destacarlo porque, por un lado, refleja bien el espíritu desenfadado de la obra y, además, resulta significativo en la estructura del poemario, puesto que ahonda en la evolución de la relación de la niña protagonista con su gata. En fin, ahí va, pues… ¡Porque nos gusta!”

Me estoy mudando a La Luna con mi gata.
Lo primero: comprarle comida en lata.

Quizá eche en la maleta los tapones,
por si las estrellas suenan a tambores.

Ah, y mi chaleco verde que no falte,
una bufanda, el gorro y un par de guantes.

La nevera, el flotador y la toalla,
que dicen que en La Luna también hay playa.

Lápices, papel y goma de borrar,
por si me entrasen ganas de dibujar.

Almohadas, sábanas, edredón de plumas…
No sé si llevarme algo más a La Luna.

Caramelos, chocolate y turrón;
verduras no, fijo que hay un montón.

Esponja, gel de baño y champú suave.
Aspirinas, termómetro y jarabe.

Pijama, babuchas, calcetines,
abrigo, chubasquero, botines…

Estoy pensando, mejor me quedo en casa.
Porque la lista de chismes tiene guasa,
que mirando La Luna desde el balcón
casi estoy sintiendo la misma emoción,
y no tengo ganas de hacer la maleta…
¡Si tampoco está tan mal este planeta!

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Por cierto, ¿por qué 13? “Básicamente… ¡Por jugar! Así entendemos nosotras la literatura (más aún la poesía que trae puestas las canciones, origen de la misma historia de la literatura si atendemos a aquella máxima infalible de ‘los pueblos primero cantan y luego cuentan’). La literatura empieza por cantar y jugar, y eso es justamente lo que reproduce el hombre a lo largo de sus edades –como si de la microexpresión de las edades de la humanidad se tratase– el niño se acerca a la literatura a través del juego y la canción, la poesía al fin y al cabo. Y, como nosotras tenemos todo esto de la importancia del elemento lúdico tan clarito en lo que a literatura infantil se trata, cuando trabajamos en un proyecto nos sale ese espíritu juguetón. En este caso la estructura del poemario se plantea de tal forma que dialoga con el título y –ambos– con el nombre de una gata que, además, es negra”.

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¿Sois supersticiosas? “¡¡¡Noooo!!! Ja, ja, ja… este libro retoma esos mitos tipo superchería justo para desecharlos –eso sí, a través del humor-. Con esto tampoco deseamos rechazarlos del todo, son símbolos muy bellos que están ahí en el imaginario colectivo y por ello precisamente nos sirven mejor que cualquier otro elemento para abrir una línea de discurso del tipo ‘¡Mira, igual esto no es lo que parece!’, para desmontar lugares comunes o abrir una puerta –quizá– a eso que llaman pensamiento divergente, tan importante, y que defendemos que debiera ser cultivarlo desde la infancia de manera transversal; lo mismo en una clase de ciencias o matemáticas, que en filosofía (¡ay!) y, por supuesto, literatura. Esto me recuerda a ese poema de José Agustín Goytisolo, ‘El lobito bueno’, y todo lo que dice tan escuetamente, a todo a lo que invita desde su aparente sencillez. Ésa es la literatura que nos gusta. Ojalá nos estemos acercando a ella”.