Un pintor de mundos soñados, un pincel y una mano traviesa en un mundo gris, con gente gris. Una historia que no necesita palabras. Así nos presenta la editorial Kalandraka a ‘Matilde‘, un álbum ilustrado de Sofía Zapata Ochoa, conocida como Sozapato. Con ella hemos charlado un poco más sobre este proyecto.
¿Cómo llega a tus manos este proyecto? Sozapato: “Matilde fue mi proyecto final del MASTER EN ÁLBUM INFANTIL ILUSTRADO de la escuela i con i en Madrid. Después de barajar varias propuestas, finalmente me decanté por la historia de una niña que juega con un pincel mágico. La idea detrás de este cuento en realidad es una mezcla de varias cosas; mi recuerdo de infancia de desear profundamente tener un pincel mágico que volviera realidad todo lo que dibujara, mi necesidad permanente de cuestionar la “adultez” mal entendida, que se traduce en gente apática y sin predisposición al juego, y finalmente, responde también a un momento de vida en el que reflexionaba sobre la importancia de mirar, reconocer y aceptar mis “monstruos” internos, para poder coexistir con ellos sin hacerme, ni hacer daño”.
¿Qué se van a encontrar los lectores en sus páginas? “Descubrirán a Matilde viviendo el deseo, el gozo, el descontrol, el miedo y la calma, a través de su corta aventura con un pincel mágico -afirma Sozapato-. Este elemento fantástico, que tiene ya cierto recorrido en la literatura escrita, en esta historia en particular, sirve de “pretexto” para evidenciar lo que no es mágico y a partir de ello, reflexionar sobre otro tipo de conflictos, quizá un tanto más complejos: la indiferencia, la rutina, la adultez mal entendida como amargura, el estatismo emocional… Además, encontrarán varias pistas gráficas escondidas a lo largo de la historia, que espero evoquen nuevos y distintos análisis”.
¿Quién es Matilde? “Es una niña que roba un pincel mágico con el que dibuja un dragón, el mismo que cobra vida y al poco rato empieza a hacer destrozos en la gris y apática ciudad. Matilde, intenta contener a su criatura, lo que termina complejizando la situación, tanto que, en cierto momento, la pequeña se encuentra en peligro real. Es ahí cuando aparece “el pintor”, dueño del pincel, que explica a Matilde cómo hacer frente a ese descontrolado y loco primer impulso -comenta Sozapato-. El dragón, para mí, representa el primer impulso del ser humano que, sin ser “malo”, suele ser visceral, desbordante y torpe. Los personajes oníricos que habitan con el pintor y que sí pueden coexistir en el mundo, representan los impulsos más conscientes y reflexivos. En la escena en la que aparece el pintor en su estudio, si se pone atención, se puede encontrar el dragón (del pintor) capturado en lienzo; ya que él también fue niño inexperto y también tuvo que aprender a controlar su primer y alborotado impulso, como Matilde”.
¿Qué hay de Matilde en Sofía? “Creo que todo. Siento que toda producción artística inevitablemente termina salpicada de las experiencias personales de su autor y en este caso, Matilde, no es la excepción -confiesa Sozapato-. Me reconozco en el deseo, la curiosidad, la torpeza e impulsividad de la pequeña, en el desespero del dragón por despertar una ciudad apática, en el placer del pintor que sabe cómo coexistir con sus criaturas, en las manchas de color que evidencian, por un lado, la sensación solitaria de quien se percibe diferente, pero por otro, también hacen visible el espacio del juego, me reconozco en el desconcierto de quién no posee todas las respuestas, y sobre todo en el arte, que de una u otra forma ha sido el eje transversal de mi vida y esta historia”.
¿Cómo es trabajar en un proyecto tan visual, sin texto? “Fue todo un reto, sobre todo al inicio, cuando sentía que mis motivaciones eran tan complejas que necesitaría por fuerza un texto que las respalde, sin embargo, conforme me sumergía en el objetivo puntual de dejar claro cada momento de la historia, fui encontrando recursos gráficos, que, si bien anclaban la narración principal, también aportaban con una infinidad de significantes, que me permitieron “hablar” de todos los temas que me interesaba tratar -nos cuenta Sozapato-. Siento que Matilde es un libro que se viste de sencillez o complejidad, según los ojos que lo descubran”.
– ¿Qué nos cuentas de las ilustraciones? ¿Qué dirías que tienen de característico? “En las ilustraciones de este libro priman los grises y las expresiones neutras, con excepción de los protagonistas que, a través del movimiento y color, resaltan el espacio del juego, la curiosidad y la empatía, facultades que abundan en la infancia y que muchas veces, al “adultecernos”, dejamos de desarrollar”.
“Al no tener un texto que narré la historia, por un tema netamente comunicacional, tuve que abordar varios tipos de lenguaje como la viñetas y secuencias de “cámara lenta” y “cámara rápida”, muy del lenguaje cinematográfico. Utilizar viñetas fue de gran ayuda para contraer el paso prologando del tiempo o varias acciones en un espacio reducido, y el lenguaje del cine, en cambio, responde más a un tema estético y emocional; generalmente, cuando nos pasa algo malo tardamos en encajar la situación (cámara lenta) y al contrario, cuando nos metemos en problemas casi no notamos el paso del tiempo (cámara rápida), antes de su consecuencia final”.
¿Con qué técnicas trabajaste? “Por un tema ecológico y práctico, todas mis ilustraciones, o la gran mayoría, son ilustraciones digitales, pero siempre intento emular las texturas y terminados del proceso análogo, que a mi juicio, puede transmitir más emoción que el trazo vectorial y frío de computadora”.
¿Y qué tiene de especial el uso del color en este libro? “En Matilde el color es el gran narrador, de su existencia como de su ausencia se desprenden distintas reflexiones que acompañan y complementan la historia principal”.
¿Qué has aprendido con este proyecto? “Cada nuevo proyecto es un proceso complejo de aprendizaje, no solo a nivel profesional sino también como seres humanos y es así que Matilde me ha ayudado a limpiarme, al menos un poco, de mis inseguridades como narradora y además me ha dado ciertas luces de cómo abordar temas complejos sin perder la emoción de la infancia -asegura Sozapato-“.
Háblanos un poco del proceso de elaboración del libro. “Al inicio “Matilde”, que no llevaba ese nombre, era un libro bastante abstracto y tenía muchos frentes que solventar para que pudiera funcionar como libro álbum, a partir de responder preguntas elementales sobre los protagonistas y sus impulsos y objetivos es que el proyecto empieza a tener forma. El desarrollar un storyboard fue muy importante, principalmente para organizar y visualizar el esqueleto de la historia. Sin embargo, a mitad del proceso, me permití reestructurar y cambiar el libreto tantas veces como lo sintiera necesario, testeando, a mi ritmo y al de Matilde, la historia que iba apareciendo entre mis manos. Gran parte de las decisiones que producen efectos de emoción y ritmo, las tomé conforme desarrollaba y confrontaba las imágenes. Estoy siempre abierta a la posibilidad de rehacer ilustraciones, cuantas veces sea necesario, en función de lograr una narración coherente”.
¿En qué andas ahora? ¿Algún proyecto nuevo? “Siempre ando con muchas ideas en la cabeza, pero intento darme el tiempo suficiente para reflexionar sobre las temáticas e intentar encontrar la mejor forma de plasmarlas exitosamente como libro álbum -afirma Sozapato-. El último proyecto que terminé fue “Distinta”, un libro álbum que trabajé junto con el escritor Beto Valencia, y que quedó finalista del X PREMIO INTERNACIONAL COMPOSTELA DE ÁLBUM ILUSTRADO 2017, y que pronto se publicará también bajo el sello de Kalandraka”.