Cómic
De niño soldado a náufrago, una pesadilla cotidiana en viñetas
Además de ser una inagotable fábrica de fantasías, la novela gráfica siempre se ha caracterizado por contar lo que sucede en el mundo. La pesadilla cotidiana de los migrantes que naufragan en el Mediterráneo no ha sido una excepción, pero pocas veces se ha narrado de un modo tan impactante y conmovedor como el de ‘El cielo en la cabeza’, la obra de Antonio Altarriba, Sergio García y Lola Moral, que vio la luz en Norma editorial.
‘El cielo en la cabeza’ pone nombre y rostro a la tragedia abstracta de la emigración clandestina de África a Europa: Nivek, un chico que trabaja en condiciones de esclavitud en una mina de la República del Congo, es reclutado para convertirse en kadogo, en niño soldado. Antes, será sometido a algunas crueles pruebas para despersonalizarlo y hacer de él una fría máquina de matar. Pero el muchacho logra escapar a tiempo de ese destino, y emprende una travesía a través del corazón de África erizada de peligros y de encuentros asombrosos. Así, “la peripecia del personaje central acaba siendo para el lector no solo una revelación de la realidad que viven miles de personas en este continente, sino también una ventana para descubrir su compleja diversidad y sus violentos contrastes”, nos cuenta la editorial.
Sin embargo, la explotación, los abusos y el ejercicio de la fuerza no dejan de abatirse sobre todos aquellos que sueñan una vida mejor. Nivek consigue llegar a Libia, donde la vida humana no vale mucho más que en el lugar del que procede. Cuando el protagonista se lanza en una lancha neumática junto a otros seres desesperados con el objeto de alcanzar la orilla europea, no piensan que navegan sobre una enorme fosa común, de la que pueden formar parte en cualquier momento.
Con Sergio García y Lola Moral charlamos una tarde, en Granada, sobre este trabajo. Y aunque ya lo escuchasteis en el podcast, ahora lo podéis leer y ver algunas de sus ilustraciones.
“Nace de una serie de discusiones creativas que tuvimos mucho tiempo después de terminar ‘Cuerpos del Delito’. Había una serie de proyectos que intentabamos desarrollar y no acababan de cuajar, hasta que Antonio conoció a Idoia Moreno, que es la fundadora de una ONG que se llama Jambo Congo, y le contó toda la historia de las minas de Coltán. Y él ahí vio una historia, claramente”, nos cuenta Sergio García.
¿Cómo fue el proceso de construcción de este libro entre los tres? “Pues, en principio, él nos pasó un copión, así corto, de x páginas, con el conjunto de la historia, pero muy resumida y de forma como muy somera, con lo que iba a pasar aproximadamente. Y, a partir de ahí, ya iba pasándonos capítulo por capítulo -continúa Sergio García-. Son siete capítulos, vamos a capítulo por capítulo, con un guión bastante cerrado, de hecho. Y, entonces, llegamos al acuerdo de que yo así no podía trabajar, porque no me gusta trabajar nada con guiones cerrados, y, de hecho, yo quería aportar mi propio punto de vista a la composición de las páginas, que es justo lo que Antonio, por otro lado, buscaba”.
“Entonces, pues era así, él me pasaba capítulo a capítulo, yo lo que hacía era que cada escena me la leía, cerraba para no dejarme influir demasiado, porque quería tener mi propia visión, y empezaba a trabajar directamente. Y luego iba colocando los bocadillos, los textos, como a posteriori. Y, entonces, ya le pasaba el trabajo ya acabado, después de chequearlo con Antonio, básicamente, por si había alguna escena que no quedara clara. Y ya pasaba a Lola que aporta el color”.
“Bueno, yo empiezo a trabajar casi al final, porque prefiero que haya un volumen grande de trabajo, porque así, de esta forma, veo de forma global la historia, la entiendo, la conceptualizo, y, entonces es cuando yo llego -nos cuenta Lola Moral-. Empiezo a hacer las primeras pruebas de color, que van transformándose poco a poco ya en las definitivas, pero de una forma muy natural. Va entendiendo los colores porque entiende la historia, conoce los personajes, y poco a poco se van formando, van tomando forma”.
En su trabajo, siempre nos ha gustado esa idea de salirse de la página con las ilustraciones. En esta ocasión, no hay opción de salirse de la página, pero sí la ilustración, podríamos decir, que se sale de las viñetas. “Sí, sobre todo se trataba de trabajar con la metáfora visual, porque el guión en sí era muy complejo, a niveles de violencia y de situaciones complicadas de dibujar, sobre todo si se seguía al pie de la letra lo que decía el guión -afirma Sergio García-. Entonces, algunos, porque realmente pensábamos que se podía realizar un ritmo distinto a la historia, yo le proponía a Antonio y, al final, siempre resultó, la verdad que ha sido súper generoso, y otras porque había cosas que simplemente no podía dibujar. Hay alguna escena de alguna violación, concretamente, que tal cual estaba escrito en el guión, era muy duro de dibujar. Se planteó mediante ese uso de metáforas visuales”.
“Y, en general, si te das cuenta, casi todas las historias de combate o de dureza están resueltas así. No hay una recreación a lo Gore, en cómo se ha matado tal o cual persona, sino que hay una imagen que predomina de forma jerarquizada y luego a su alrededor orbitan el resultado de esa acción. Esa acción-reacción está de modo presente, con lo cual se plantea una forma muy distinta de generar esa narración, que suele ser viñeta 1, disparo, muere una persona, me muevo, viñeta 4, vuelvo a disparar, muere otra persona. Pone al protagonista disparando de una sola vez y luego vemos la acción de lo que ha producido su disparo”.
“Es contar lo mismo de una forma distinta. Como ese ejemplo, hay muchísimos a lo largo del libro. Y siempre me ha gustado mucho jugar con composiciones de páginas y, curiosamente, este último libro recuerda mucho a mi primer libro, ‘Amura’, en el que ya había una gran carga de experimentación visual”, asegura Sergio García.
“Paradojicamente, pero de forma no consciente, he vuelto, en este caso, a nivel compositivo-narrativo, como a esos orígenes. Ya que no podíamos hacer formato expandido y se trataba de hacer un cómic más o menos convencional, lo que pasa es que, en nuestro caso, si alguien trabaja con nosotros sabe que eso no va a ser así. Primaba la legibilidad, ante todo, que el lector que esté leyendo el libro en todo momento comprenda qué está pasando”.
“Así que, ese equilibrio difícil de guardar es el que ha supuesto la composición y la narrativa del libro, a partir del guión de Antonio, que es magnífico, claro”.
Se utilizan esas metáforas visuales, esos recursos, pero, aun así, hay escenas realmente duras. “Sí, son bastante duras -afirma Lola Moral-. Lo que pasa es que yo creo que ha pasado un filtro, ha pasado un filtro, tres filtros, digamos, el filtro de Antonio para no caer en el estereotipo de la historia, y pasar, que no quedara como una historia déjà vu y más de lo mismo, demagógica y tal. Pasado ese filtro, llega Sergio, que con él dibujo ha sido una maravilla, o sea, que concentra toda la violencia en viñetas que son belleza, y ya pasa, después de ese segundo filtro, aporto el color, que intenta también huir de colores estridentes y aportar un cierto equilibrio a toda la historia, evitando, por ejemplo, la sangre, que hubiera sido un detonante horroroso, y es siempre negra, evitamos el color rojo y, luego, intentamos también que haya una coherencia en todo el libro, a pesar de que el color se adapta a todos los capítulos que hay a lo largo del libro y a los personajes y a la historia”.
¿Y con qué técnicas han trabajado en este libro tanto Lola como Sergio? “Yo siempre digo que uso Photoshop analógico, porque soy una matada de la informática. El programa lo conozco básicamente como lo conoce un usuario básico, Sergio me prepara las páginas y yo las coloreo de la misma forma que podría colorear una acuarela o podría fabricar otro tipo de obra, porque me fabrico una paleta de color, voy haciendo mezclas, pero siempre tengo como la mentalidad en un dibujo clásico, no parto de la base del conocimiento informático”, nos cuenta Lola Moral.
“Trabajo con Procreate en el iPad, pero da igual, sí es que es lo mismo, es un lápiz que tiene una gran sensibilidad, que responde muchísimo a los impulsos que tú le das y recuerda mucho a una plumilla, de hecho, siempre cuento la anécdota que en los primeros trabajos que hice para el New York Times, me preguntaban cómo había hecho eso, que cómo se veía tan bien el lápiz y la tinta al mismo tiempo, que era muy difícil de reproducir, y ya les dije que lo hacía con iPad, porque realmente da igual, no hay una gran diferencia. Al igual que pasa con Lola, yo sigo concibiendo, y de hecho trabajo el Procreate como si fuera una plumilla tradicional, y solo trabajo con dos herramientas, bueno, en este caso con una, porque es la plumilla, en otro tipo de trabajo uso un lápiz digital, pero es que no hay más, el resto de alumnos míos o mis propios hijos, por ejemplo, trabajan con mil pinceles distintos, capas, nosotros no, tenemos una capa de boceto y una capa de dibujo, fin de proyecto. Igual que Lola, Lola usa la paleta de color, yo uso una paleta de acrílico, de guacho, de acuarela”, afirma Sergio García.
“Entonces tenemos conocimientos clásicos del dibujo y del color, que los aplicamos con nuevas tecnologías, sobre todo por la facilidad, por trabajar con el escalado. Las mesas de luz, por ejemplo, son más sencillas en digital, porque no tienes realmente que estar escalando el dibujo en la fotocopiadora y luego, no, aquí simplemente escalas el boceto base según te conviene y luego ya calca con tu propia mesa de luz, que es tu capa de dibujo, con lo cual usamos métodos muy tradicionales y no nos salimos de la tradición, pero siempre dentro de los métodos digitales”.
“Sobre todo porque se reproduce muchísimo mejor, porque nosotros hemos hecho muchos libros, pero algunos no se han reproducido bien, porque la acuarela, el gouache… -prosigue Lola Moral-. O la propia tinta, pierde tonalidades, entonces luego para el colorista es un drama. Y la verdad es que con este último libro estamos súper contentos, porque Norma ha hecho un trabajo excelente, los colores se han reproducido perfectamente, yo estoy muy contenta, creo que es el libro que mejor se ha reproducido de todos los que hemos hecho y es un alivio, porque son muchos meses de trabajo y luego te gusta ver tu trabajo”.