Álbum Ilustrado

Mercè López, Javier Bermúdez y ‘Nuestra vida en los árboles’

Published

on

¿Qué te parecería celebrar tu cumpleaños en la cima de un árbol milenario? ¿O viajar en coco por el mar? Pues Bea y Guille, dos gibones mellizos muy curiosos, lo han hecho, y junto a sus padres trovadores han vivido aventuras increíbles en los árboles más fascinantes del mundo. Desde Matusalén, un pino de casi cinco mil años, hasta Hyperion, la secuoya más alta del mundo, cada árbol tiene una historia que contar. Acompaña a esta familia de gibones en sus divertidas aventuras entre ramas y hojas, y descubre los secretos que esconden los árboles sobre la naturaleza y la vida misma. ‘Nuestra vida en los árboles’ es un libro editado por Pastel de Luna que hará que mires los árboles de una manera completamente nueva. Un trabajo de Javier Bermúdez y Mercè López. Con ésta última charlamos un poquito más sobre este álbum ilustrado.

¿Cómo nace este proyecto? Javier Bermúdez: “Nace de una propuesta de David, editor de Pastel de Luna. Si no recuerdo mal -porque de eso hace ya unos seis años-, David pretendía hacer una especie de catálogo de árboles singulares, y quería que la propuesta gráfica estuviese hilada de algún modo. Con ese objetivo empezamos a barajar diversas alternativas que sirviesen de hilo conductor hasta que al final aparecieron Bea, Guille y el par de frikis que son sus progenitores, y desde el primer momento todos tuvimos claro que esa familia de gibones tan particular, junto a todos los árboles extraordinarios que iban a tener la suerte de conocer durante sus viajes, protagonizarían la historia del libro”.

¿Qué encontrarán los lectores en sus páginas? “Pues parafraseando a Guille y a Bea, se van a encontrar con los árboles más flipantes que se puedan imaginar -continúa Javier Bermúdez-. Y también a dos gibones mellizos muy simpáticos y que, mientras nos explican las aventuras de su todavía corta vida, comparten con todos nosotros su asombro al descubrir todos los secretos y capacidades fascinantes que esconden entre sus ramas los árboles. Y también alguna otra sorpresa sonora que mejor no desvelamos a los lectores”.

Mercè pez: “Pequeñas pinturas de árboles peculiares. Ya que el protagonismo literario recae en el viaje de esta familia de gibones y sus personalidades, nos parecía importante que el peso visual recayera en los árboles. Y que fuera un viaje estético donde la composición y el color también te lleven de la mano como lo hacen Guille y Bea”.

Dadnos algunas pinceladas sobre el trabajo de investigación y documentación para este libro. “Yo suelo sumergirme muy profundamente en el tema antes de ponerme a escribir -nos cuenta Javier Bermúdez-. Sobre todo si es una materia que no conozco demasiado bien, necesito aprender muchas cosas. Y además es la excusa perfecta para dedicarme a hacer lo que más me gusta: leer. Así que esta vez he pasado mucho tiempo leyendo toda clase de literatura acerca de árboles y plantas”.

“Si bien con los gibones la cosa fue más ágil y rápida, con los árboles nos pasamos un buen rato. En primer lugar rastreando árboles singulares con los que formar una primera lista. Y luego recortándola, porque la extensión del libro es limitada, claro. Que yo recuerde, el listado definitivo pasa al menos por cuatro filtros. Primero decidimos que la excepcionalidad de los árboles debe referirse más a la natura que a la cultura. Es decir, que descartamos árboles míticos, sagrados o fundacionales como el Árbol del bien y del mal, o el Yggdrasil; árboles que formen parte del imaginario humano como por ejemplo el manzano de Newton, o el roble de Robin Hood, los ents; etc. Luego intentamos, en la medida de lo posible, que los árboles representen cierta variedad geográfica. Después cada cual -Mercè, David y yo- propone a sus candidatos innegociables. Y la última criba es fruto de las diversas necesidades que durante el proceso de escritura va teniendo la trama. Paralelamente a todo eso, y mientras Bea y Guille empezaban a saltar de árbol en árbol, pues yo seguía devorando manuales de botánica y libros de Joaquín Araújo, David G. Haskell, Stefano Mancuso, Peter Wohlleben, Ignacio Abella, Francis Hallé, Hope Jahren…”.

“Yo viví muy de cerca toda esta inmersión de Javi en el universo de los árboles y aprendí mucho de todo lo que me compartía y de leerme algunos de los libros que me aconsejaba -asegura Mercè López-. Mi trabajo de documentación fue más centrado en cada árbol. Algunos pocos los he visto, como el ginkgo, los baobabs, los ficus de Ta Phrom, las secuoyas… pero la mayoría los he tenido que vivir virtualmente, intentaba rodear cada árbol a través de vídeos, fotos y mucha lectura sobre su historia y sus particularidades”. 

“También estuve dando una vuelta por la historia del arte y los grabados de botánica. En el camino descubrí el trabajo de árboles de Iván Ivanovich Sishkin. Y aunque es difícil de percibir yo reconozco la influencia de la ciencia ficción, de la histología, de México, del fauvismo y del arte japonés y también el trabajo de artistas cercanos y de la ilustración como David de Heras y Miguel Pang, Beatrice Allemagna…”.

Tras todo ese trabajo, ¿qué es lo que más os ha sorprendido o qué es lo que habéis descubierto? “Comportamientos inesperados de los árboles, estrategias de reproducción, de supervivencia, de conservación… y luego, gráficamente ha sido todo un ejercicio adentrarse en los laberintos de ramas y hojas, en las texturas y los colores de los troncos -nos relata Mercè López-. He descubierto que los gibones tienen un esqueleto muy parecido al del ser humano pero que sus brazos les llegan a los pies. Que son de los pocos simios que braquían y que el braquío es ese movimiento pendular que les permite impulsarse de rama en rama y realizar grandes saltos. He aprendido que los árboles tienen un límite de crecimiento a partir del cuál las moléculas de agua se descomponen y no les llegan a alimentar las hojas”.

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? ¿Qué hay de nuevo o diferente con respecto a otros trabajos? “Lo más nuevo para mí ha sido tratar el tema de los árboles, que no es un elemento que haya trabajado mucho, aunque llevo algunos años muy interesada en ellos. Lo que creo que caracteriza estas ilustraciones es que parten del deseo de recrearme y disfrutar de la pintura como lenguaje propio, del tiempo de creación de cada original. Y tratar cada ilustración como un pequeño cuadro que tuviera interés estético en sí. No es algo nuevo, aunque sí hacía tiempo que no le dedicaba tanta energía a cada cuadro desde mi lado más pictórico”.

¿Con qué técnicas trabajaste? “Acrílico sobre papel para la mayoría de las ilustraciones. Y algunos de los gibones son una mezcla de grafito acuarelable, acrílico y lápiz. En un libro sobre árboles es muy difícil no dar un lugar al impacto del ser humano en la naturaleza, en la mayoría de los casos está tratado con mucho cariño y algo de humor, pero hay una parte inevitablemente triste que he trabajado con una técnica muy distinta, en blanco y negro, a carboncillo. Si leéis el libro entenderéis el motivo de esta decisión. Aunque, por suerte, la naturaleza siempre sabe encontrar el camino de vuelta…”, asegura Mercè López

¿En qué trabajas ahora? ¿Algún proyecto nuevo? “Estoy terminando un par de libros un poco grandes para EEUU, muy distintos entre ellos. Uno gira alrededor de las mujeres y la ciencia en la segunda mitad del s.XIX y el otro brilla con los colores del sol y de la India. Y lo que estamos a punto de empezar, Javi y yo de nuevo, es el desarrollo final del proyecto ‘Montañas’ que fue ganador del Premio Lazarillo 2022 de álbum ilustrado y que en principio saldrá publicado en Primavera de 2026”. 

Tendencia

Salir de la versión móvil