Cuando te paras a mirar el campo, lo ves vibrar con una vida que sabe moverse rápida como un rayo, pero también demorarse en esperas interminables. Así nos presenta Akiara Books este álbum ilustrado, ‘Bajo las piedras’, un canto a los pequeños detalles y a las maravillas de la naturaleza. Un trabajo de Arianna Squilloni y Laia Domènech. Con ésta última charlamos un poquito más sobre este proyecto y su trabajo de ilustración.

Laia Domènech

¿Cómo nace este proyecto? Laia Domènech: “Inês Castel-Branco de Akiara Books contactó conmigo por mail, me decía que había pensado en mí para ilustrar un texto. Lo leí y enseguida le dije que sí, estaba muy emocionada, pensé que era muy diferente a lo que había hecho hasta entonces”.

¿Qué encontrarán los lectores en sus páginas? “A una niña que nos cuenta cómo eran los veranos en casa de sus abuelos en el campo. En forma de pequeños relatos poéticos, nos descubre lo que observa, la naturaleza fugaz en constante cambio. Nos invita a agacharnos a mirar el suelo y a darnos cuenta de que estamos rodeados de vida, de pequeños insectos y plantas que tienen su propio carácter, hasta es capaz de entender y traducir el lenguaje de las ranas. Encontrarán jabalíes que traen regalos, una garrapata paciente, un sapo simpático que adora la lluvia, luciérnagas que indican el camino…

¿Qué te parecieron estos textos de Arianna la primera vez que los leíste? “Me encantaron, porque son sensibles, entrañables, divertidos, curiosos, sorprendentes… pero sobretodo porque con ellos tienes sensaciones físicas, sientes el olor a tierra mojada, a caca de vaca, sientes cómo quema el sol y el viento, cómo se hunden tus pies en el barro y cómo te acompañan un montón de sonidos. Para mí en especial el croac del sapo por la noche y el zumbido de una nube de mosquitillas de día -nos cuenta Laia Domènech-. Creo que te transportan al verano y te dan ganas de salir y tumbarte en la hierba a observar lo que pasa”.

¿Cómo fue el trabajo con Inês Castel-Branco de Akiara? “Tuvo mucha paciencia porque soy muy lenta, por otro lado fue muy fácil y hubo muy pocos cambios. Pero lo mejor de todo fue casi al final, cuando ya tenía todas las ilustraciones terminadas me dijo que había decidido modificar un poco el formato y el tipo de encuadernación (cosido con hilo visto). Al principio me quedé un poco inquieta pero con el libro en las manos me parece que no podía haber quedado mejor, que el libro como objeto va en perfecta consonancia con el contenido: es poético por fuera y por dentro y que Inês tuvo muy buena idea”.

¿Qué dirías que tienen de característico tus ilustraciones para este libro? “Los espacios en blanco, los tonos suaves,… quería transmitir lo efímero mediante formas sutiles y que tuvieran un cierto movimiento pero no brusco, crear una atmósfera volátil”, asegura Laia Domènech.

¿Qué hay de diferente respecto a otros trabajos? “De entrada algo más de color. Decidí no reducir la paleta, no me parecía coherente, los textos de Arianna también desprenden muchos colores y cada poema funciona de forma independiente y aunque no escogí unos colores en concreto ahora me sorprende descubrir que hay una gama cromática que crea un conjunto”.

¿Con qué técnicas trabajaste? “Estarcido con óleo, un poco de grafito y lápices de colores”.

Háblanos un poco del proceso de elaboración de este libro. “Me leí los textos hasta el infinito… Con algunos fue muy fácil, en la primera o segunda lectura asomaban las ideas, las imágenes, pero con otros no fue tan rápido y a veces había que dejarlos reposar. Como son muchos poemas y muchas páginas hice sobretodo un trabajo de composición, tenía miedo de caer en la monotonía y en todo momento pensaba en la página anterior y la siguiente antes de hacer nada -afirma Laia Domènech-. El texto en este libro también es un elemento gráfico importante que necesitaba su espacio. Hubo un poema en concreto que me daba pánico, fue de los últimos que hice, estaba en mi cabeza todo el tiempo y no sabía cómo lo iba a resolver, tampoco podía imaginar cómo podía dibujar una garrapata sin que diera grima. Ahora “El arte de la espera” (así se titula) es uno de mis favoritos”.

¿Qué dirías que has aprendido con este proyecto? “Es difícil decirlo, no es concreto ni evidente, me gusta pensar que con cada proyecto aprendo algo que va modificando la forma de trabajar, el lenguaje gráfico y la habilidad y recursos para generar ideas. No avanzo a grandes saltos como el sapo, en esto me parezco más a un caracol”.

¿En qué estás trabajando ahora? “Hace poco que he terminado un álbum en el que también hay muchos bichos, sobretodo hormigas y un topo que se ha vuelto loco. Y muy contenta de empezar un proyecto nuevo, esta vez sin animales. Salgo por un tiempo del bosque y hago un viaje muy especial con un padre y un niño”.