Juan Carlos Palomino, ganador IV Catálogo Iberoamericano de Ilustración: “Me interesa hacer interpretaciones sugerentes, que permitan y promuevan muchas lecturas y siempre dejen ver un poco del misterio que lo subyace todo”

Juan Carlos Palomino, ganador IV Catálogo Iberoamericano de Ilustración: “Me interesa hacer interpretaciones sugerentes, que permitan y promuevan muchas lecturas y siempre dejen ver un poco del misterio que lo subyace todo”

El ilustrador mexicano Juan Carlos Palomino es el ganador del Cuarto Catálogo Iberomaricano de Ilustración. En las siguientes líneas él mismo nos desgrana su filosofía de trabajo, cómo aborda los trabajos, cómo resuelve sus ilustraciones, y muchas otras cosas interesantes. Además, por supuesto, de hablarnos de lo que supone este reconocimiento. El jurado decidió darle el premio a Juan Carlos Palomino porque “su trabajo tiene la mejor expresión en términos editoriales, además de que evoca misterio a través de la gran narrativa de sus imágenes, y de su capacidad de atrapar al espectador”.

“Me siento sorprendido, contento, y responsable. La verdad no me esperaba este reconocimiento. Me había propuesto participar más por no dejar de hacerlo y porque es una oportunidad de experimentar y de desarrollar intereses propios tanto en la forma de llevar a cabo las imágenes y la narrativa, como en los temas que a mí me interesan, sin ningún tipo de presión o dependencia externa; y bueno, claro que el mejor de los escenarios era ganar, pero lo consideraba muy difícil en este caso. Ya sólo en México hay muchos buenos ilustradores, y siendo este un concurso Iberoamericano…”

“Me siento muy contento porque este premio me da la oportunidad de ser conocido por personas que no sabían de mi trabajo, y porque creo que, en cuanto a lo económico, premios como este permiten el desarrollo de los proyectos personales, que muchas veces postergamos por tener que trabajar en mil cosas para irla pasando. Finalmente, me siento responsable de mantener la calidad de mi trabajo, y de permanecer aprendiendo y experimentando constantemente”.

¿Qué supone ser el ganador del Cuarto Catálogo Iberoamericano? “Supone la responsabilidad de seguir trabajando, experimentando y profundizando en mi proceso. Un premio siempre es parcialmente un golpe de suerte y el fruto de la unión de muchas circunstancias, no me hace mejor ilustrador, ni es una razón para que me estanque y siga haciendo lo que ya sé que gustó. Tanto por el premio como por el reconocimiento que implica es una oportunidad para proponer cosas, y para tener el tiempo para hacerlas”.

¿Cuando empezaste a ilustrar? “Fue muy accidental. Más o menos en el 2007, después de haber estudiado filosofía y ante una crisis vocacional en la que yo no me sentía con un futuro en el rigor de la academia y tampoco sabía si lo que quería realmente era dedicarme a las artes visuales (y sobre todo al mundo de las artes visuales); pensé que lo que podía hacer con mi interés por la filosofía no como práctica académica sino como una forma de experimentar el mundo, y con el hecho de que me era fácil dibujar y lo había hecho desde siempre, era poner en imágenes esta forma de pensar, y que la ilustración de un texto me daba la oportunidad de enfrentarme a un ejercicio de interpretación concreto que me situaba ante una problemática en particular, cosa que me aliviaba bastante del miedo que me daba la página en blanco ya no de papel, sino de cualquier medio de expresión, además de que aprovechaba mi placer por leer libros”.

“Luego, después de hablar de esto con amigos uno de ellos platicó con su padre, que es escritor, y éste me dio un libro suyo para ilustrarlo, además de presentarme con personas que trabajaban entonces en el Fondo de Cultura Económica y que no sólo me dieron trabajo sino la oportunidad de aprender muchas cosas. Después de esto tomé un Diplomado de Ilustración de la UNAM, mi primer encuentro con una formación seria, tanto plástica como en cuanto a lo que significa ilustrar un texto. Todo esto sentó las bases de lo que se convertiría, creo, en lo que ahora es mi vocación. En mi caso la ilustración no nació de un amor original por los libros ilustrados ni por la literatura infantil, que empecé a leer más bien ya adulto, pero curiosamente, y después de muchos afortunados accidentes, es en este campo donde llegué a encontrar lo que sin saber había buscado”.

¿Como definirías tus ilustraciones? “Creo que tienen fundamentalmente que ver con mi manera de ver las cosas. Están muy relacionadas con mi formación anterior en la filosofía. Me interesa hacer ilustraciones, cuando hay oportunidad, que resignifiquen lo que vemos cotidianamente, y que nos hagan cuestionar, primero, esa forma habitual que tenemos de vivir y juzgar las cosas. Como ideal, me interesa hacer interpretaciones sugerentes, que permitan y promuevan muchas lecturas y siempre dejen ver un poco del misterio que lo subyace todo. Creo que la ilustración tiene que dialogar con el texto; cuestionar y responderle al texto, no limitarse a acompañarlo. Cuando se logra esto logras no una obra literaria ilustrada sino dos, porque aunque la ilustración casi siempre está condicionada por el texto, y nace en respuesta a él, tiene voz propia”.

“De niño había ciertos libros y películas de animación que yo no entendía pero que me interesaban de forma misteriosa, aún más que las que eran más claras, más directas. Aunque no eran fáciles de interpretar la sugerencia de que había algo en ellas que llamaba de forma subterránea a algo en mí que no sabía qué era resultaba más estimulante de mi propia interpretación. Esas cosas te mueven a hacer un ejercicio propio, y si son buenas, te provocan una lectura en un momento, a cierta edad, y luego otra cuando te reeencuentras con esa obra años después. No se agotan”.

“También pienso que un texto bueno, y una ilustración buena, no “enseñan” un valor concreto, no dicen esto es bueno y esto es malo, este personaje es con el que debes empatizar y este no. Mucho daño, creo, nos ha causado hacernos adultos con esta formación deliberadamente maniquea. Luego nos es muy dificil deshacernos de ella. Y lo peor, nos sentimos constantemente defraudados por la vida y por las personas. Nada es realmente así”.

“Creo que mis ilustraciones son muchas veces melancólicas, incluso tristes, porque es un tema recurrente para mí el impacto emocional que tiene el enfrentamiento de nuestros deseos y expectativas más profundos, más enraizados, con todo lo que no es así, y que experimentamos dolorosamente. Pero esto no significa que el mundo sea malo, o feo. Somos nosotros los que tenemos que aprender a ver y a sentir con nuevos ojos, no para verlo bien, o para ver lo bueno, sino para ver lo complejo y lo bello que puede ser todo, aún lo triste y lo terrible y lo trágico”.

“En fin, ya hablé mucho de lo que me gustaría hacer y no tanto de lo que realmente hago. En la ilustración muchas veces hacemos cosas que no permiten explorar los temas que más nos involucran, y muchas veces hacemos cosas sólo siguiendo instrucciones, tristemente; otras tantas veces uno mismo no alcanza lo que le gustaría expresar, pero cuando hago las ilustraciones más libremente, o cuando el texto es compatible y me lo permite, hacia este ideal me dirijo”.

¿Con qué técnicas trabajas y con cual de ellas te encuentras mas cómodo? “Creo que no tengo una formación técnica muy buena, no he tenido mucha oportunidad de experimentar y desarrollar una técnica profundamente y eso me da muchos dolores de cabeza. Además creo que mi esfuerzo principal está siempre más en la solución conceptual de mis ilustraciones y en aspectos formales como la composición y la armonía entre los objetos que en lo plástico; en parte para compensar lo que no se hacer muy bien, y en parte por mi formación previa”.

“Ahora que los tiempos de entrega son tan cortos y dado que me lleva gran parte del tiempo disponible la solución conceptual y formal de las ilustraciones he resuelto muchas digitalmente, aunque también he hecho cosas en acuarela, gouache, collage, grabado… No me hace muy feliz esta solución pero me ha dado la oportunidad, paradójicamente, de controlar más y al mismo tiempo menos el medio. Cuando pinto me frustro porque no soy muy plástico, y los accidentes me angustian. No sé aprovecharlos. Pero en lo digital, aunque es más controlado porque es más fácil borrar y volver atrás, he logrado incorporar más accidentes y más cosas inesperadas para mí en las ilustraciones. Sin embargo, tengo la esperanza de aprender del accidente y hacer más ilustraciones tradicionales con un lenguaje plástico más sugerente y más libre, me parece importante sumar ese aspecto abierto y poco definido a lo que intento paralelamente en lo conceptual. El resultado son ilustraciones más cercanas, en las que ves más a su autor, su mano, y su movimiento, lo que sentía al hacerlas”.

“Otra cosa que determina la técnica que voy a usar o que voy a intentar usar es el texto mismo. A veces sólo leyéndolo aparecen imágenes con ciertas características en mi cabeza, tanto en sus colores como en su solución. Hay textos con los que va más algo monocromático, contrastado y preciso, y hay otros que necesitan más suavidad, o más colores. Cuando pasa esto no me peleo conmigo mismo y sigo esa intuición. Como no me he hecho de una técnica que conozca bien y que responda a todas o muchas de las necesidades que puede tener un texto todo el tiempo experimento, y trato de probar cosas”

¿Donde han acabado tus ilustraciones? “Pues un poco de todo. He ilustrado mucho en libros de texto, tanto oficiales como de editoriales privadas; también he ilustrado varios libros de cuentos y novelas para niños, algunos de los cuales me han dado mucha satisfacción y han marcado mi desarrollo como ilustrador, como el caso de “Berta sueña”, de Antonio Ventura, que ilustré para el Fondo de Cultura Económica, y que fue uno de los primeros libros que ilustré y con los que me conecté especialmente. También ilustré una novela de Juan Villoro sobre futbol, “La cancha de los deseos”, en SM. Hace poco ilustré otro libro que me gustó mucho de Bartolomeu Campos de Queirós, “El ojo de vidrio de mi abuelo”, en Castillo. En este último sentí más madurez en la solución de las ilustraciones, quizá es con el que estoy más contento. Hice también recientemente las ilustraciones para un libro de difusión sobre sismos, de La Caja de Cerillos, que fue un placer porque aunque muy riguroso está planteado gráficamente en términos más propositivos y creativos que lo que estamos habituados a ver en un libro de este tipo, y me permitió explorar en un campo de mis intereses ya un poco olvidado, porque de niño quería ser científico, y leía más de ciencia que cuentos”.

“También he hecho ilustración para un par de animaciones de un proyecto que se llama “Imaginantes”, de Fundación Televisa, que hace difusión de obras literarias y de autores en cortos de un minuto. Está a punto de imprimirse, también, el primer libro de mi coautoría, junto con Ana Paula Ojeda, que es una especie de libro álbum sobre un mito común a muchas culturas de Mesoamérica y que narra cómo el tlacuache, un marsupial americano, robó el fuego a los dioses para llevarlo a los humanos. Algo así como el Prometeo de Mesoamérica. En este libro hemos puesto mucho amor y empeño, y representa nuestro interés por difundir parte de la cultura del país a niños sin perder en lo posible su profundidad y partiendo de una investigación seria, y rigurosa, de especialistas cuyos libros quizá no llegan a grandes públicos”.

¿Como se encuentra la industria editorial infantil y juvenil en tu país? “Híjole, pues la verdad no soy nada erudito en esos campos. Conozco a mucha gente que está haciendo verdaderos esfuerzos por producir cosas de calidad, genuinas y originales; que no se ha limitado a reeditar cosas extranjeras y le ha dado apoyo a autores mexicanos, además de difundir también cosas buenas que se hacen en otros lados. En un país de tercer mundo en constante crisis económica en un contexto global de crisis económica supongo que esto es muy dificil, además de lo abrumador que puede ser el mercado de lo comercial y vacío que se produce aquí y en otros países y que además puede tener mucha más capacidad económica”.

“También han surgido varias editoriales independientes que con pocos recursos económicos y de infraestructura pero con grandes recursos de creatividad y esfuerzo han hecho cosas interesantes y muy buenas, aprovechando su independencia y las posibilidades que dan formas de impresión casi artesanales o artesanales. Creo que hay muchas personas moviéndose, hay muchas propuestas muy frescas, pero no sé qué representan estos esfuerzos a nivel nacional, ni si son la expresión de un fenómeno que pueda ir muy lejos con las limitaciones que da la forma en la que se mueve el dinero tanto privado como público, y los intereses a los que obedecen estos movimientos”.

“Por otro lado, lo que sé, por propia experiencia, que vivimos tanto los ilustradores como los escritores, es que es muy difícil mantenerse con lo que recibimos como honorarios o derechos de autor. Muchas veces no recibimos regalías por los libros que ilustramos, no está contemplado en nuestros contratos, y la venta de los libros de los que sí nos dan regalías depende de muchos factores, pocos relacionados con la calidad del libro, además de no contar con ningún tipo de seguridad social ni con la posibilidad de defendernos como gremio. Muchas editoriales, en tanto empresas, tienen la mala práctica de éstas de buscar el mayor beneficio al menor costo, sacrificando el pago digno a los que hacemos los libros, lo cual acaba impactando, obviamente, en su calidad, y deriva en un declive constante de las condiciones de los contratos, porque siempre habrá más ilustradores que trabajo, y por lo tanto siempre habrá un ilustrador que esté dispuesto a trabajar por casi nada, lo cual alimenta un círculo vicioso”.

“Finalmente, si en el país a la gente le cuesta mucho esfuerzo hacerse de los bienes que necesita para su sobrevivencia, le cuesta más permitirse comprar un libro, que casi nunca es barato. No sólo sufren los editores, ni los libreros, ni los autores; somos un eslabón más, uno débil, de un sistema que funciona así y en el que casi nadie la pasa tranquilamente”.

¿Es muy distinto lo que se hace en otros países en ilustración? “Creo que debería ser así. Últimamente ha habido un boom en la ilustración en México, y tal vez los nuevos ilustradores hemos empezado copiando lo que reconocemos y nos gusta o ha tenido éxito en otros países. Hay muchos Oliver Jeffers, Isol, Shaun Tan, mexicanos, en el caso de los ilustradores para niños. Creo que esto no es grave si es parte de nuestro propio desarrollo y aprendizaje hacia lenguajes propios. En otros ámbitos de la ilustración creo que también imitamos mucho lo que está de moda, y cuando se trata de representar lo mexicano usamos también códigos de lo que es aceptado por el círculo de la ilustración al que queremos pertenecer ajustando y lo peor, caricaturizando “lo mexicano” como si siempre tuviera que ser un poco cómico, un poco de burla. No es que haya que basarse en los muralistas, o en la gráfica mexicana, o en el arte popular; ni es que haya que tomarse todo esto como el ejemplo venerable e incuestionable, pero justo tenemos una tradición plástica muy rica de la que podemos hacer derivar muchas formas de expresión nuevas. No se trata ni de emular la idea posrevolucionaria de lo que debe ser nuestra identidad, ni de autocaricaturizarnos, como pasa con mucha de esa gráfica que se inspira en lo pintoresco de las luchas libres y el día de muertos y esas cosas que se han puesto de moda, sino de tomar todo lo que visualmente hemos heredado y esta presente en un país con esta diversidad cultural, y también todo lo que podemos aprender de las cosas que se hacen fuera, para proponer lenguajes que se puedan identificar, que sean diferentes, pero sobre todo que sean auténticos, sinceros. Todavía no pasa mucho esto, creo”.

¿Que opinas de los nuevos formatos como el libro electrónico y las aplicaciones para móviles y tabletas como nuevo campo para el ilustrador? “Pues son cosas que ya están, que existen, que permiten muchas cosas nuevas, y que se explorarán. Creo que ya el libro álbum tenía muchas nuevas facetas por ser exploradas y de pronto llegaron estos nuevos formatos que pueden derivar en quién sabe cuántas otras cosas. Aún está todo por decir. Lo que sí creo, es que los libros tienen propiedades que no pueden ser fácilmente sustituidas por sus versiones digitales, empezando por su materialidad, tan importante; cambiar de página, abrirlo, cerrarlo, que tenga un lugar en una casa, en un librero, que ocupe un espacio, que se pueda tocar, que se pueda prestar, que se vaya haciendo viejo”.

“Creo que ambos pueden convivir sin estorbarse, ambos tienen sus posibilidades y su riqueza. No creo que su mutua existencia sea incompatible. Creo, sólo, que la existencia de uno no debe empobrecer la del otro por querer parecerse a él, creo que ambos pueden profundizar en lo que son”.

“Los ilustradores tendrán mucho más trabajo creativo, más retos y más posibilidades. Se abre la posibilidad de que los dibujos se animen, y que interactúen con el lector directamente, por ejemplo. Que sean ellos los que hablen, o lean. Se abre la posibilidad de hacer de los lectores también iustradores. De que sus ilustraciones convivan e interactúen con las ilustraciones del ilustrador, y esto cambie la historia, que se vuelvan autores. No sé, tantas cosas. Lo que no se debe de perder de vista es, quizá, lo que se quiere expresar, o provocar, por lo deslumbrante de las posibilidades. Todo, mientras no empobrezca, es bienvenido.”

¿Estas trabajando en algún proyecto nuevo ahora mismo? “Estoy ilustrando una novela de Daniela Carmi sobre un niño palestino y uno israelí que se encuentran en un hospital judío. Y también estoy haciendo, con Ana Paula, un libro álbum sin palabras usando sólo sellos, de papa, de plastilina y de todo lo que se nos ocurra para combatir, en parte, mi trastorno obsesivo y aceptar el accidente, y porque nos propusimos hacer una historia muy sencilla, para niños chiquitos, comprensible pero con un final abierto, mucha textura y color”.

¿A que ilustradores sigues? “Conozco a pocos. Me gusta mucho Isidro Ferrer, la plasticidad de sus ilustraciones, y lo divertido y enloquecedor que debe ser hacerlas, juntar objetos inconexos, resignificarlos; me gusta la síntesis y la metáfora de Pablo Amargo; de Gabriel Pacheco he aprendido muchas cosas sobre la solución conceptual de una ilustración y sobre ésta como una expresión poética. Me gusta Oliver Jeffers e Isol y su forma ligera y cómica de resolver las imágenes y temas que no son tan ligeros. Me gusta mucho Wolf Erlbruch, es sencillo y profundo al mismo tiempo. Me gusta también lo lúdico y provocador de Alejandro Magallanes, cómo le da la vuelta a todo”.

¿Tienes algún álbum ilustrado favorito o gastado de tanto leerlo y hojearlo? “Tal vez “El Pato y la Muerte”, de Erlbruch. Me parece que es un libro que habla del tema más importante y más dificil, más universal, más presente aunque también más evitado, de una forma que es al mismo tiempo directa y sutil, con mucha sensibilidad. Con ilustraciones sencillas y delicadas y también de cierta forma brutales no deja de ser muy hermoso y de mostrar la experiencia de la muerte, (la propia, además, porque no es una historia de los que sufren la muerte ajena), como algo que no está mal, como algo inocente. Esto es lo más impactante, creo, la muerte como algo terrible, implacable, y terriblemente inocente, en un libro delicado y bello, en el que la muerte es parte de la vida, y no lo que la hace mala. Aunque a muchos este no les parece un libro para niños yo creo que justo si los niños experimentan la muerte, el horizonte de todos los sufrimientos, desde esta perspectiva, pueden ser niños y adultos sabios, que amen vivir”.